Mientras salgo de esa maldita cueva, me tambaleo, agotada. Mis pies se arrastran por el suelo rocoso, cada paso me duele como si me estuvieran arrancando la carne. Respiro con dificultad, mi pecho sube y baja erráticamente. El aire es peso, cargado de polvo y humedad, y el olor metálico de mi sangre mezclado con el moho me revuelve el estómago. Me encuentro frente a dos caminos. Los observo, pero mi cabeza da vueltas. Mis piernas flaquean, me obliga a cerrar los ojos por un segundo, respiro hondo, tratando de no desmayarme aquí y ahora.
Es entonces cuando sucede algo extraño.
Mi respiración se calma poco a poco, y mis sentidos... se agudizan . El aire frío ya no solo roza mi piel, ahora parece penetrar cada fibra de mi ser. Puedo escuchar el eco de mis latidos, sentir la energía pulsando en la cueva, fluyendo a través de las paredes, como si me estuviera mostrando el camino. Veo destellos sutiles, casi invisibles, de esa energía que me guían. ¿Cómo es posible esto? No tengo tiempo para cuestionarlo. Mi respiración, aunque acelerada, se vuelve más controlada. Este es el camino.
Doy unos pasos tambaleantes, mis heridas abiertas arden, y puedo sentir la sangre empapando mi ropa. El olor a sangre fresca llena el ambiente, recordándome lo vulnerable que estoy. Pero no puedo detenerme.
De repente, una sensación me atraviesa. Dos presencias. Dos pícaros se están acercando rápidamente. Los siento, como si sus pasos fueran verdaderos en la distancia que retumbaban directamente en mis venas. Mis músculos se tensan, el miedo me electrifica, pero ya no soy la misma chica asustada de antes. No puedo darles tiempo para actuar.
Me lanzo.
Con toda mi fuerza, me abalanzo sobre el primer tipo antes de que siquiera se dé cuenta de mi presencia. Caemos al suelo con un estruendo, mis costillas arden, pero la ignoro. Le quito la daga que lleva en su cinturón. El acero frío se siente pesado en mi mano, pero antes de que él pueda reaccionar, lo siento... puedo ver, por una fracción de segundo, cuál será su próximo movimiento. Me agacho justo a tiempo, esquivando su puño. Le pateo las piernas con todas mis fuerzas. Se desploma. Sin pensarlo, le clavo la daga en la yugular, atravesando su piel con un sonido desagradable. La sangre caliente brota a borbotones, salpicando mis manos y mi rostro. Mi estómago se revuelve de asco, pero no puedo parar.
De repente, siento una patada brutal. El impacto es tan fuerte que me saca el aire, me hace rodar por el suelo. Mi costado arde como el infierno. Me agarro la zona afectada mientras el segundo pícaro se me abalanza. Grito de rabia, no de dolor. No puedo permitirme flaquear. Lo agarro mientras caemos al suelo, y, antes de que él pueda reaccionar, giro hasta quedar encima de él. Sin darle tiempo, con todo el peso de mi cuerpo, le doy un codazo en el pecho. Siento sus costillas crujir bajo mi golpe.
No le doy tregua. Lo agarro por el cuello, y, con un rápido movimiento y una fuerza que no sabía que tenía, le rompo el cuello . Su cuerpo cae inerte debajo de mí. El sonido del hueso rompiéndose resuena en mis oídos como un trueno. Estoy jadeando, mi pecho sube y baja descontroladamente. El dolor me consume, pero debo seguir.
No puedo quedarme aquí.
Mis piernas apenas responden, pero me obligo a correr. Cada respiración es un esfuerzo titánico , cada paso es un recordatorio de que estoy al borde de la muerte. El aire entra en mis pulmones de manera irregular, pero sigo adelante. De repente, un olor familiar. Lo reconozco antes de verlo, es el olor de mi manada... pero también algo más. Un brujo. El olor oscuro y amargo del poder de la brujería se mezcla con el aire. Esto no va a ser fácil.
Para mi sorpresa, entre las sombras logro ver a mi padre, a mi hermano mayor y varios guerreros de la manada. Sus siluetas son como un faro en medio de la oscuridad, y cuando me ven, sus ojos se abren en shock. Mi padre grita mi nombre. El sonido de su voz me inunda de alivio, pero también me quiebra. Quiero correr hacia ellos, pero mi cuerpo no me responde. Estoy completamente agotada.
Siento cómo se me desvanecen las fuerzas.
Los veo correr hacia mí. El ruido de sus pisadas, sus voces llamándome, todo se convierte en un eco lejano. Solo alcanzo a escuchar a mi padre gritar:
-¡Llévenlo a la celda, lo quiero vivo para interrogarlo más adelante!
Pero ya no puedo más. Mi visión se oscurece lentamente, como si un velo de sombras descendiera sobre mí. Todo se vuelve negro.
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Lunas Cruzadas
WerewolfEn un mundo donde la luna guía el destino de los lobos, Sunny Simmons parece ser la excepción. Aunque su familia es parte de una poderosa manada, ella es la única que no ha experimentado su transformación. Su sueño es dejar atrás su pequeña ciudad...