La semana transcurrió con una calma tensa. A veces podía escuchar rumores sobre lo que había pasado con Claudia. Aunque nadie se atrevía a decirme nada directamente, las miradas y los murmullos a mis espaldas eran suficientes. Claudia me miraba con desprecio cada vez que cruzábamos caminos, pero no pasó de ahí. Me estaba preparando, ya no pensaba quedarme quieta ni aceptar el rol de víctima.
Finalmente llegó el sábado, y con él, el día del entrenamiento con mis hermanos y Susana. Me levanté temprano, nerviosa pero emocionada. Hoy sería diferente, lo sentía en mi interior. Me puse unos pantalones sueltos y una blusa negra. Comodidad ante todo. Enfrentarme a Zander, el mayor de mis hermanos, sería un reto, pero uno que estaba decidida a superar.
El área de entrenamiento en casa era espaciosa, con sacos de boxeo colgados y un ring en el centro. El olor a cuero y sudor impregnaba el ambiente, un lugar de esfuerzo y lucha. Zander estaba allí, esperándome, con una sonrisa que solo reflejaba su confianza. Siempre había sido el más protector, pero también el más desafiante.
—¿Lista, pequeña?— dijo, con esa chispa en sus ojos que me hacía querer demostrarle que ya no era la "pequeña" de la casa.
Asentí sin decir nada. Me concentré en mi respiración, en mi postura. Zander se movió primero, rápido como un rayo, lanzando un golpe que apenas logré esquivar. Me mantuve firme, no podía mostrar debilidad.
El entrenamiento fue reñido desde el inicio. Cada golpe que daba era bloqueado con precisión. Intenté atacar por su costado, pero él anticipó el movimiento y me derribó, dejándome sin aliento en el suelo.
Una lluvia de emociones me inundó mientras miraba el techo. No, no iba a rendirme. No esta vez. Me levanté con más fuerza de la que creía tener. Sentí un ardor intenso en la parte baja de mi espalda, como un fuego que brotaba de mi interior. Ignoré el dolor. Zander, sin saberlo, me había despertado algo más profundo. Vi cómo sus ojos se abrieron con sorpresa cuando, por un instante, los míos cambiaron. Ya no eran los mismos ojos azules que había tenido toda mi vida. Por unos segundos, se tornaron de un violeta intenso.
Zander pareció dudar, como si no estuviera seguro de lo que había visto, pero no me detuve. Me puse en posición, mis músculos tensos y listos. Analicé sus movimientos, esperando el momento perfecto. Cuando Zander lanzó su siguiente ataque, me agaché rápidamente, pasé por debajo de él y, con un movimiento fluido, le hice una llave de espalda.
Zander cayó al suelo, sorprendido. Los demás, que nos observaban desde los lados, se quedaron boquiabiertos.
—¡Eso es, Sunny!— gritó Susana desde el borde del ring, animándome con entusiasmo.
Zander, aún en el suelo, me miró con una mezcla de orgullo y asombro. Había logrado lo impensable: lo había derribado.
Después de un día agotador, mis músculos aún sentían el esfuerzo del entrenamiento. Zander y los demás habían hecho todo lo posible para exprimir hasta la última gota de energía de mí. El sol ya se escondía cuando decidimos ir a cenar.
Nos dirigimos a un restaurante especializado en carnes que acababa de abrir hace poco. El lugar tenía un estilo español encantador: paredes de piedra rústica con cuadros de paisajes ibéricos, lámparas de hierro forjado que colgaban sobre las mesas y una chimenea central que llenaba el ambiente con el cálido olor a leña. Las mesas de madera oscura estaban adornadas con manteles a cuadros rojos y blancos, y el aroma a especias y carnes a la brasa invadía el aire.
Nos sentamos alrededor de una gran mesa redonda, y no tardaron en traernos el menú. Mientras elegíamos, la conversación giró inevitablemente hacia el entrenamiento. Zander bromeaba sobre cómo casi me derriba por completo, y Aziel no paraba de reír recordando cómo, con una llave rápida, lo había dejado en el suelo. Susana, sentada a mi lado, intercambiaba miradas cómplices conmigo, sabiendo que el entrenamiento nos había acercado más que nunca.
—Pronto estaremos en la universidad —dijo ella de repente, cambiando el tono de la conversación—. Aunque lo nuestro no es precisamente un camino fácil. Medicina no será pan comido.
Los chicos asintieron. El ambiente cambió un poco, como si el peso de lo que estaba por venir nos golpeara. Casi podía sentir la presión acumulándose sobre mí. ¿Cómo iba a soportarlo todo, sin mi loba, sin las habilidades que debía haber desarrollado hace tanto tiempo?
De repente, sentí un escalofrío en la espalda. Me enderecé en mi silla, mirando hacia la ventana al otro lado del restaurante. Era como si algo, o alguien, me estuviera observando desde la oscuridad de la calle. Pero cuando mis ojos se fijaron en el cristal, no había nada. Solo la noche y las luces de la ciudad más allá.
—¿Sunny? —preguntó Susana, tocándome el brazo—. ¿Estás bien?
Sacudí la cabeza y sonreí, queriendo olvidar la sensación extraña. —Sí, es solo el cansancio. Eso es todo.
La comida llegó, y con ella la charla volvió a animarse. Después del plato principal, pedimos postre. Cuando el camarero trajo mi brownie con helado, no pude evitar soltar un pequeño suspiro de satisfacción. El primer bocado fue puro deleite, y todos estallaron en risas.
—Sunny, pareces una niña pequeña —bromeó Marcos—. ¡Mira cómo disfrutas ese brownie!
Las bromas y las risas continuaron, disipando cualquier rastro de incomodidad. Pero en el fondo, aún no podía sacudirme la sensación de haber sido observada.
Al llegar a casa, saludé a mis padres rápidamente, subí las escaleras y me metí directamente en mi habitación. El agotamiento finalmente me venció, y caí rendida en mi cama. Esa noche, tuve un sueño que me dejó sin aliento.
El cielo estaba despejado, lleno de estrellas brillantes, y en lo alto, no una, sino dos lunas resplandecían con una luz plateada. Corría por una vasta pradera, sintiendo el viento en mi cara, la tierra bajo mis patas... Pude sentir el poder en mis músculos, la fuerza en cada movimiento. No era yo. Era mi loba.
Me detuve en seco, mirando mis patas peludas. Mi respiración se aceleraba, pero no de miedo, sino de emoción. Por primera vez, era libre, completa. Pero justo cuando levanté la cabeza para aullar hacia las lunas gemelas, el sueño se desvaneció, y desperté.
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho mientras miraba el techo de mi habitación. ¿Había sido solo un sueño? ¿O acaso mi loba estaba más cerca de lo que imaginaba?
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Lunas Cruzadas
WerewolfEn un mundo donde la luna guía el destino de los lobos, Sunny Simmons parece ser la excepción. Aunque su familia es parte de una poderosa manada, ella es la única que no ha experimentado su transformación. Su sueño es dejar atrás su pequeña ciudad...