La alarma sonó temprano como todos los días. Me levanté, estirándome y sacudiendo cualquier resto de sueño. Hoy sería otro día en el instituto, pero sentía que algo diferente se acercaba, aunque no podía descifrar qué era.
Me dirigí al baño y abrí la regadera, dejando que el vapor llenara el ambiente. Me miré en el espejo mientras el agua corría: mi cabello oscuro desordenado y mis ojos azules, que por momentos me hacían preguntarme cuándo volverían a cambiar de color. Me hice una coleta alta, dejando que algunos mechones cayeran alrededor de mi rostro. Me puse un pantalón negro ajustado, un top blanco y unos tenis a juego. Añadí unos aretes pequeños en forma de media luna, lo que siempre me daba un toque especial. Al terminar, me observé en el espejo. Me veía más refinada de lo habitual.
Bajé las escaleras y al entrar a la cocina, mi madre levantó la mirada de la estufa.
—Te ves hermosa hoy, cariño —dijo, sonriendo con orgullo.
Tomé mi desayuno y comí con la familia. Al terminar, mis hermanos y yo nos dirigimos juntos al instituto. A medida que caminábamos, noté algunas miradas extras. Nunca había sido el centro de atención, así que no creía que fuera algo significativo. Me encogí de hombros y seguí caminando.
En la entrada del instituto, Susana apareció de la nada y me saltó encima.
—¡Sunny, te ves increíble! —exclamó, mientras me abrazaba—. ¡Hay dos o tres chicos babeando por ti!
Me reí nerviosa, sin saber qué decir. Nunca había sido la que llamaba la atención. Siempre había sido "el patito feo", la que no podía transformarse, la débil de la manada. Pero hoy parecía que algo en mí había cambiado.
Entramos a clases y el día transcurrió normalmente. Sin embargo, al salir del baño entre clases, me crucé con Claudia. Su mirada era de desprecio, y en un movimiento rápido, me empujó hacia un lado.
—¿Qué demonios te pasa? —gritó Susana, lista para arremeter contra ella—. ¿No ves por dónde caminas, o no te quedó claro lo que pasó la última vez?
La tomé del brazo antes de que comenzara una pelea. —No vale la pena perder el tiempo con ella —le dije en voz baja.
Claudia gruñó, y mientras se alejaba, pude escuchar un susurro: "Me lo pagarás". No estaba segura si fue mi imaginación, ya que Susana no pareció escuchar nada.
El día terminó y decidimos ir a la plaza a ver una película. Optamos por una de terror titulada Un lugar en silencio. Compramos palomitas, nuestras bebidas favoritas, y, por supuesto, una barra de chocolate. Ambas éramos amantes del chocolate, nuestro pecado irresistible.
La película fue tan intensa que en varias ocasiones nos tomamos de la mano y nos abrazamos, totalmente sumergidas en el suspenso. Al terminar, aunque aún era temprano, decidimos pasear por la plaza. Susana vio un vestido en la vitrina de una tienda y se enamoró de él. Era ajustado en la cintura y luego caía en una hermosa silueta, de un azul oscuro vibrante.
—¡Es perfecto! —exclamó emocionada.
Entramos juntas. Mientras Susana se probaba el vestido, yo exploraba la tienda. Encontré un enterizo morado lila con un escote en forma de corazón. Sí, tenía una pequeña obsesión con ese color, pero no podía evitarlo. Era hermoso.
Salimos de la tienda con nuestras compras y nos despedimos. Decidí caminar a casa para despejar mi mente. Con cada paso, pensaba en lo cerca que estaba el fin del colegio y cómo pronto comenzaría una nueva etapa en la universidad. Sentía una mezcla de tristeza y emoción al pensar en dejar a mi familia atrás, pero también deseaba cumplir mis sueños. Siempre había sido una de las mejores estudiantes, y aunque competía con Susana por el primer puesto, todo era en buena onda. Ambas queríamos ser doctoras y ayudar a nuestra manada.
De repente, esa sensación volvió. Miré a mi alrededor, y por un instante, vi una sombra moverse rápidamente. El miedo me atravesó como una corriente eléctrica. Comencé a caminar más rápido, mis pasos resonando en la acera. Casi había llegado a casa cuando el pánico me hizo correr. Era buena corriendo, y en cuestión de minutos, crucé la puerta de entrada.
Mis padres estaban en la sala y notaron mi agitación.
—¿Todo bien, cariño? —preguntaron al unísono.
Me quedé en silencio por un segundo, dudando si debía contarles. No quería preocuparlos por algo que tal vez solo era producto de mi imaginación. Pero luego decidí que era mejor hablar.
Me senté frente a ellos y comencé a explicarles lo que había estado sintiendo. Desde hacía días, la sensación de ser observada me había acompañado, y Susana había experimentado lo mismo. Mi madre se puso nerviosa al escucharme. No quería que me sucediera nada malo. Sabía que si les decía más, tal vez cambiarían de opinión sobre dejarme ir a la universidad, y eso me destrozaría.
Mi padre, por otro lado, aunque trató de mantener la calma, decidió tomar cartas en el asunto. —No importa si parece algo simple. No quiero arriesgarnos. Aumentaré la seguridad —dijo con firmeza.
Después de hablar, subí a mi habitación. Aunque no había entrenado ese día, me sentía agotada mentalmente. Decidí darme un largo baño.
La bañera era blanca con patas doradas, y la llave del mismo color. Tenía un estilo antiguo, casi como sacado de una casa inglesa, pero con un toque moderno. Preparé la bañera con aceites esenciales y puse un poco de jabón de frambuesa. El aroma era delicioso.
Me sumergí en el agua, dejándome llevar por la calidez. Tomé un libro y me dispuse a leer, pero poco a poco, me dejé llevar por el cansancio y terminé quedándome dormida en la bañera. Al despertar, mi piel estaba arrugada, como una pasa. Me levanté, me sequé y me puse una pijama cómoda. Me quedé dormida rápidamente.
Y entonces el sueño volvió.
Estaba corriendo a través de una pradera rodeada de árboles frondosos. El cielo estaba lleno de estrellas, y las dos lunas brillaban con intensidad. Sentía una libertad inexplicable. Pero esta vez, no estaba sola. Vi un lobo grande, majestuoso, aunque no podía distinguirlo claramente. Lo único que escuché fue su voz, profunda y poderosa.
—Cuídate, mi amada, hasta que te encuentre.
Intenté alcanzarlo, pero desperté de golpe.
Me sentía frustrada. ¿Quién era ese lobo? ¿Por qué me llamaba su amada? ¿Y por qué no lograba verlo completamente?
Sacudí esos pensamientos y me puse mi ropa de entrenamiento: un legging negro, un top, y una blusa cómoda. Me recogí el cabello en una coleta alta. Hoy entrenaríamos en el bosque, y aunque no podía dejar de pensar en ese sueño, algo me decía que estaba a punto de descubrir más.
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Lunas Cruzadas
WerewolfEn un mundo donde la luna guía el destino de los lobos, Sunny Simmons parece ser la excepción. Aunque su familia es parte de una poderosa manada, ella es la única que no ha experimentado su transformación. Su sueño es dejar atrás su pequeña ciudad...