"Tu eres mía...eres mi hija, no me ves como un monstruo, ni como un simple dios de las mentiras, del engaño...eres lo único que tengo en esta vida y lo único que me pertenece, algo que jamás voy a tener que compartir, mi princesa, mi hija,mi vida...
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Esa noche, el ambiente en la Torre de los Vengadores estaba en calma, todos parecían estar ocupados en sus propios asuntos o descansando después de un largo día. Sin embargo, en la habitación de Freya, la tranquilidad era interrumpida por la suave apertura de la ventana. Peter, con su traje de Spider-Man parcialmente retirado, entró con cuidado, sin hacer ruido, asegurándose de que nadie lo viera.
Freya estaba sentada en su cama, esperándolo. Al verlo entrar, una pequeña sonrisa apareció en su rostro. Peter se acercó despacio, su mirada se encontraba con la de ella, llena de complicidad y deseo. Sin necesidad de palabras, ambos sabían lo que querían.
—Hola —murmuró Peter, su voz suave, mientras se inclinaba hacia ella.
—Hola —respondió Freya en un susurro.
Antes de que pudieran decir algo más, los labios de Peter encontraron los de Freya, en un beso lento pero cargado de intensidad. Las manos de Peter se movieron instintivamente hacia la cintura de Freya, mientras ella lo tomaba del cuello, profundizando el beso.
El ambiente se volvía cada vez más íntimo. Ambos estaban envueltos en el calor del momento, la cercanía de sus cuerpos despertaba una mezcla de emociones y deseos. Freya se recostó en la cama, con Peter sobre ella, mientras los besos se hacían más apasionados.
De repente, Peter se detuvo por un momento, apoyando su frente contra la de Freya. Ambos respiraban agitadamente, sintiendo el peso de lo que estaba a punto de ocurrir.
—Freya... —murmuró Peter, con una mezcla de nervios y ternura en su voz—. ¿Estás segura de que...?
Freya lo miró a los ojos, sus propios pensamientos reflejando el mismo nerviosismo y emoción. Después de unos segundos, asintió con suavidad, dejando que una pequeña sonrisa se formara en sus labios.
—Solo si tú también lo estás —respondió ella con sinceridad.
Peter tomó aire profundamente, mirándola con cariño y cuidado. Entonces, inclinándose para besarla una vez más, la decisión quedó sellada en ese momento compartido, una conexión que iba más allá de palabras o explicaciones.
A la mañana siguiente, Freya se despertó lentamente, sintiendo la luz suave del sol que se filtraba a través de las cortinas. Giró en la cama y su mirada se encontró con Peter, quien estaba dormido a su lado, su torso desnudo expuesto, con las mantas cubriendo parcialmente su cuerpo. Parecía tan tranquilo, tan relajado, que no pudo evitar sonreír ligeramente.
Ambos estaban semidesnudos, las prendas que llevaban la noche anterior tiradas en el suelo. Los recuerdos de lo que había sucedido la noche anterior vinieron a la mente de Freya, provocándole una mezcla de emociones. Habían dado un paso importante juntos, uno que los unía aún más de lo que ya estaban.
Freya no pudo evitar pasar suavemente su mano por el pecho de Peter, sintiendo el calor de su piel bajo sus dedos. Él se movió ligeramente, entreabriendo los ojos para encontrarse con los de ella.
