"Tu eres mía...eres mi hija, no me ves como un monstruo, ni como un simple dios de las mentiras, del engaño...eres lo único que tengo en esta vida y lo único que me pertenece, algo que jamás voy a tener que compartir, mi princesa, mi hija,mi vida...
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El caos se desató en la Torre de los Vengadores cuando Wanda finalmente apareció, desatando su poder en una explosión de energía roja que envolvió todo a su alrededor. Los Vengadores se movilizaron rápidamente, tratando de contener la fuerza descomunal que Wanda había adquirido. Stephen, Tony, Thor, y los demás luchaban con todo lo que tenían, pero incluso para ellos, la situación se veía desesperada.
Wanda flotaba en el aire, sus ojos brillando de una intensidad sobrenatural, y cada movimiento suyo parecía alterar la realidad misma. Los edificios a su alrededor se retorcían y fragmentaban, el cielo cambiaba de color, y los objetos más cercanos eran destruidos o transformados al capricho de su poder.
—¡No podemos contenerla por mucho más tiempo! —gritó Stephen, sudor perlaba su frente mientras conjuraba hechizos uno tras otro—. ¡Freya tiene que llegar ya!
—Está leyendo el hechizo del Darkhold—respondió Tony, esquivando una ráfaga de energía que casi lo alcanza—. Solo tenemos que ganar algo más de tiempo.
Thor lanzó su martillo hacia Wanda, pero la bruja apenas parpadeó antes de detenerlo con un gesto, enviando al dios del trueno volando varios metros atrás.
—¡Este universo no me pertenece! —gritó Wanda, su voz resonando con una mezcla de rabia y desesperación—. Pero mi alma... siempre regresa a este lugar. No importa cuántas veces trate de escapar. ¡Pertenezco aquí!
Su magia seguía desatando el caos, pero en su mirada había algo más que ira. Una tristeza oculta, una lucha interna por aferrarse a lo que creía que le pertenecía. A pesar de todo el poder que había ganado, algo la ataba a este universo, algo que la mantenía aquí, incluso cuando sabía que no era su lugar.
Stephen se giró hacia Tony, su rostro mostrando la urgencia de la situación.
—Esa es la clave —dijo Stephen, sus ojos entrecerrados—. Wanda no puede desprenderse de este universo porque su alma aún está conectada a él. Es por eso que está aquí, por eso está causando este caos. Debemos cortar ese vínculo, pero solo Freya puede hacerlo.
Mientras tanto, en lo más profundo de la Torre, Freya estaba en su habitación, el Darkhold abierto frente a ella. Estaba leyendo uno de los hechizos más oscuros y poderosos del libro, un conjuro diseñado específicamente para romper los lazos entre las almas y los universos. Cada palabra que leía resonaba en su mente, cargada de poder y peligro.
Freya podía sentir la energía del Darkhold fluyendo a través de ella, otorgándole el conocimiento que necesitaba para enfrentarse a Wanda. A medida que las palabras del hechizo tomaban forma en su mente, una resolución comenzó a formarse dentro de ella. Tenía que hacer esto. No podía huir más.
Finalmente, terminó de leer el hechizo y se levantó, con una mirada determinada en su rostro. Era hora de enfrentarse a Wanda, de detenerla antes de que destruyera todo. Freya salió de la habitación, su cuerpo rodeado por una aura oscura y poderosa, fruto de la magia del Darkhold.
