"Tu eres mía...eres mi hija, no me ves como un monstruo, ni como un simple dios de las mentiras, del engaño...eres lo único que tengo en esta vida y lo único que me pertenece, algo que jamás voy a tener que compartir, mi princesa, mi hija,mi vida...
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Peter entró en la habitación con una sonrisa, sosteniendo un vaso con líquido de color rosado. Freya, quien estaba sentada en el sofá, lo miró con curiosidad.
—Te hice algo —dijo Peter con una sonrisa mientras le extendía el vaso—. Es jugo de fresa. Pensé que te gustaría.
Freya tomó el vaso y le dio un sorbo, sus ojos se iluminaron al sentir el dulce sabor.
—¡Esto está delicioso! —exclamó, sorprendida por lo mucho que le gustaba—. ¡Dame otro, por favor!
Sin pensarlo dos veces, tiró el vaso vacío al suelo, dejando que el cristal se rompiera en pedazos. Peter, asombrado pero divertido, levantó una ceja.
—¿Siempre haces eso? —bromeó mientras recogía los pedazos—. Podrías haberme dado el vaso de vuelta, ¿sabes?
Antes de que Freya pudiera responder, Thor y Loki aparecieron en la puerta, habiendo visto la escena desde lejos. Thor soltó una carcajada y Loki esbozó una sonrisa orgullosa.
—¡Exactamente igual que nosotros! —dijo Thor, con su característica voz resonante—. ¡Solo los grandes guerreros tiran sus vasos cuando están satisfechos!
—Me acuerdo cuando tiraba mi vaso al suelo en los banquetes —agregó Loki, mirando a su hija con una expresión que mezclaba orgullo y diversión—. Definitivamente, tienes nuestra sangre.
Freya, divertida por la reacción de su padre y su tío, cruzó los brazos con una sonrisa traviesa.
—Supongo que es una tradición familiar, ¿no?
Peter, aún recogiendo los fragmentos de vidrio, se rió entre dientes.
—Si es así, creo que necesito acostumbrarme a esto... aunque preferiría que no rompas todos los vasos en mi presencia.
Thor le dio una palmada amistosa a Peter en la espalda, haciéndolo tambalearse un poco.
—¡Lo harás bien, muchacho! Solo asegúrate de que haya más jugo de fresa para Freya.
Loki asintió, con una mirada cómplice hacia Peter.
—Y, por favor, trata de mantener la casa en una sola pieza mientras tanto.
Freya, todavía saboreando el jugo, miró a Peter con una expresión de satisfacción.
—¿Podría tener otro vaso, por favor?
Peter soltó una risita, levantándose con los pedazos de vidrio en las manos.
—Por supuesto, pero esta vez te voy a dar uno de plástico.
Freya estaba sola en su habitación, sentada en su escritorio, mirando el Darkhold que Stephen le había dado para guardar. Había pasado semanas sin tocarlo, sintiendo la pesada energía que emanaba del libro solo con su presencia. Pero ese día, la curiosidad comenzó a ganar terreno. ¿Qué secretos ocultaba ese libro tan poderoso? ¿Por qué había sido considerado tan peligroso?
