"Tu eres mía...eres mi hija, no me ves como un monstruo, ni como un simple dios de las mentiras, del engaño...eres lo único que tengo en esta vida y lo único que me pertenece, algo que jamás voy a tener que compartir, mi princesa, mi hija,mi vida...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Después de los días difíciles en el hospital, Loki había decidido que lo más importante era recuperar por completo la salud de su hija. Freya necesitaba comer bien para recuperar sus fuerzas, y Loki estaba decidido a hacer que eso sucediera. Aquel día, preparó una gran variedad de platillos, buscando que su pequeña comiera tanto como pudiera.
—¿Qué quieres comer hoy, pequeña? —preguntó Loki, mirando a Freya sentada en la mesa de la cocina.
Freya, con su peluche de unicornio a su lado, miraba curiosa los platos que su padre había colocado sobre la mesa. Había frutas frescas, panecillos dulces, verduras asadas y pequeñas porciones de carne bien cocida. Sus ojos brillaban con interés, pero aún era un poco reacia a decidirse.
—No sé, papá... —dijo Freya, jugando con una cuchara.
Loki se inclinó hacia ella con una sonrisa suave. Sabía que después de tantos días sin apetito, podría ser difícil que Freya comiera de inmediato, pero él tenía paciencia.
—Prueba un poco de esto —dijo, ofreciéndole una rebanada de manzana que había preparado especialmente para ella—. Te encantan las manzanas, ¿recuerdas?
Freya miró la manzana con curiosidad antes de tomar un mordisco. Después de unos momentos, sus ojos se iluminaron, y un suspiro de satisfacción escapó de sus labios.
—¡Es deliciosa! —exclamó, tomando otro mordisco más grande.
Loki sonrió, complacido. Era un pequeño triunfo, pero uno que significaba mucho. A medida que Freya seguía comiendo, él le ofrecía otras cosas: un trozo de pan con mantequilla, algunas verduras asadas, y un pequeño pedazo de pastel que había guardado como sorpresa especial.
Freya, animada por lo deliciosa que estaba la comida, siguió comiendo sin quejarse. Su apetito parecía haber regresado con fuerza, y cada bocado que daba hacía que Loki se sintiera más aliviado. Finalmente, después de un buen rato, Freya se reclinó en su silla, satisfecha.
—Estoy llena, papá —dijo, con una sonrisa traviesa.
—Eso es exactamente lo que quería escuchar —respondió Loki, acariciándole el cabello—. Lo has hecho muy bien, pequeña.
Freya asintió, sintiéndose orgullosa de sí misma. Luego, se bajó de la silla y corrió hacia su padre, abrazándolo con fuerza.
—Gracias, papá. Te quiero mucho.
Loki sintió que el corazón se le ablandaba. Sabía que Freya lo necesitaba tanto como él la necesitaba a ella, y cada vez más se daba cuenta de lo lejos que estaba dispuesto a llegar para protegerla y hacerla feliz.
—Yo también te quiero, Freya —dijo en voz baja, abrazándola con fuerza.
El banquete había sido un éxito, pero más que eso, Loki sabía que su conexión con su hija se había fortalecido ese día. Juntos, podían superar cualquier obstáculo, siempre que estuvieran el uno al lado del otro.
