"Tu eres mía...eres mi hija, no me ves como un monstruo, ni como un simple dios de las mentiras, del engaño...eres lo único que tengo en esta vida y lo único que me pertenece, algo que jamás voy a tener que compartir, mi princesa, mi hija,mi vida...
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En medio de la noche, Freya despertó de golpe, jadeando mientras las lágrimas corrían por su rostro. Otra vez ese maldito sueño. La imagen de Wanda, susurrando su nombre, tratando de atraerla hacia algún lugar oscuro y desconocido. Sentía el peso de ese sueño como una carga insoportable, y esta vez no podía quedarse en la cama, esperando que el miedo se disipara.
Se levantó rápidamente, el corazón latiéndole a mil por hora mientras corría hacia la habitación de Loki. No le importaba que fuera tarde o que él estuviera dormido; necesitaba verlo, sentir su presencia, asegurarse de que todo estaba bien y que nada ni nadie la llevaría lejos de él.
Empujó la puerta de la habitación de su padre y entró, su respiración todavía agitada. Loki, siempre alerta, se despertó al instante, notando la presencia de Freya. Al verla tan alterada, se levantó de inmediato de la cama, su mirada preocupada.
—Freya, ¿qué ocurre? —preguntó Loki con suavidad, caminando hacia ella. El verla tan asustada encendió una alarma en su interior.
Freya, sin decir una palabra, corrió hacia él y lo abrazó con fuerza, enterrando su rostro en su pecho mientras sollozaba. Loki la rodeó con sus brazos, apretándola suavemente contra él, tratando de calmarla.
—Shh… estoy aquí, hija mía. Estoy aquí —murmuró, acariciando su cabello mientras la mantenía cerca.
Freya no podía hablar al principio. Sentía un nudo en la garganta, como si las palabras no pudieran salir. Todo lo que quería era quedarse allí, en los brazos de su padre, lejos de las pesadillas que la acosaban. Después de unos minutos, su respiración comenzó a calmarse un poco, pero el miedo seguía presente.
—Papá… no puedo más —murmuró entre sollozos—. Los sueños... siempre los mismos. Wanda... ella me llama, y no sé qué quiere de mí, pero no puedo escapar de ellos.
Loki la escuchó en silencio, sus ojos brillando con una mezcla de preocupación y furia contenida. Sabía que Wanda había dejado una marca profunda en Freya, pero no imaginaba que sus pesadillas fueran tan constantes y aterradoras. Loki sintió un profundo dolor en su pecho al darse cuenta de lo asustada que estaba su hija.
—Freya… no tienes que enfrentarlo sola —dijo Loki en voz baja, levantando su rostro suavemente para mirarla a los ojos—. Estos sueños, lo que te está pasando... lo solucionaremos. No voy a permitir que Wanda o lo que sea que te esté atormentando te haga daño.
Freya asintió, aunque las lágrimas seguían cayendo de sus ojos. Loki la guió hasta la cama y se sentaron juntos, él no la soltaba ni un segundo, manteniendo su mano en la de ella, como una promesa silenciosa de protección.
—¿Qué es lo que ves en esos sueños? —preguntó Loki, queriendo entender más.