Capítulo 7

70 14 60
                                    

Después de que la reunión terminó, me encerré en mi oficina un rato. Necesitaba recoger unos papeles antes de irme. La vista desde la ventana era la misma de siempre: edificios grises que parecían apilarse uno sobre el otro, gente diminuta moviéndose como hormigas. No es que me importara mucho, pero la rutina a veces te agarra de los talones sin que te des cuenta.

Escuché la puerta abrirse sin previo aviso, y no hacía falta girarme para saber quién era. Sienna tenía esa molesta costumbre de aparecer sin tocar, como si el mundo entero le perteneciera.

—¿Así que ya regresaste? —soltó, con ese tono de superioridad que me hervía la sangre.

No necesitaba ni mirarla para sentir la irritación crecerme en el pecho. Odiaba que me hablara así. Odiaba que me hablase, en general.

Pero aquí estábamos, otra vez.

—Sí, regresé. Y ya me voy de nuevo —dije, mientras agarraba mi saco de la silla, haciendo un esfuerzo por mantener la calma y salir de ahí lo más rápido posible.

Sabía que si me quedaba más tiempo, la conversación iba a escalar, y no estaba de humor para lidiar con sus tonterías. Me dirigí hacia la puerta, decidido a cortar por lo sano, pero, por supuesto, ella no iba a dejarme ir tan fácil. Se plantó frente a mí, bloqueándome el paso con la misma actitud de siempre, como si estuviera acostumbrada a que todo el mundo bailara a su ritmo.

—¿Con quién diablos te crees que estás tratando? —dijo, clavando los ojos en mí para intimidarme— Ni siquiera tuviste el valor de hablar conmigo antes de tomarte esa ridícula licencia.

Fruncí el ceño. Estaba cansado de su actitud.

—Hablé con John, y lo sabes —respondí, en un intento de mantener las cosas civilizadas, aunque me estaba costando.

Ella sonrió, pero no de esa forma simpática que te tranquiliza. No. Sonrió como si supiera algo que yo no, como si tuviera una carta bajo la manga.

—¿Y el motivo?.

—Es personal.

Sienna sacudió la cabeza, disfrutando el momento. Le encantaba provocarme, ponerme a prueba para ver hasta dónde llegaba mi paciencia.

—¿Fue por duelo? —preguntó con ese tono cargado de sarcasmo — Eso es lo que leí en recursos humanos.

Dios, cómo la odiaba. Odiaba su voz, su sonrisa, la manera en que se movía por mi vida como si tuviera algún derecho a estar ahí.

—No te interesa —le solté, apretando los dientes mientras intentaba seguir mi camino— No es tu problema.

Obviamente, no iba a dejarme ir tan fácil. Se plantó delante de mí, tan cerca que su perfume me golpeó de lleno, y no pude evitar recordar lo estúpido que había sido aquella noche. Y la otra segunda noche, también. Dios, ¿cómo pude haberme enredado con alguien como ella? Deberían castrarme... Bueno, tal vez no tanto, pero me lo merecía.

—No puedes ser tan cínico... ni siquiera la querías de verdad.

Apreté la mandíbula con fuerza, y algo parecido a un gruñido salió de mi garganta.

—Jamás vuelvas a decir eso.

Sienna se acercó aún más, hasta que su aliento rozó mi cara. Estaba buscando ponerme contra las cuerdas, esperando que cayera de nuevo en su juego.

—Tú y yo sabemos la verdad —dijo, mientras tomaba mi corbata sin dejar de mirarme a los ojos— Somos muy parecidos.

Aparté su mano con firmeza y di un paso atrás.

Mi Lugar en TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora