Capítulo 14

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"¿Nervioso?" me preguntó por tercera vez Rebeca, mientras me pasaba la mano por el cabello, tratando de darle el mejor aspecto posible. Como si a John Campbell le importara el estilo de mi cabello.

Nada más alejado de la realidad. Pero, qué más daba, me gustaba sentirme seguro de mi apariencia. Lo sabía bien: cuando te ves bien, la gente te toma más en serio. Simple.

—No, estoy bien. No te preocupes —le respondí, justo antes de entrar a su casa.

La casa de los Campbell era una tremenda mansión en las afueras. Aún me costaba creer que estaba pisando el mismo suelo que uno de los más grandes de la ciudad. Hacía poco más de un mes que estábamos saliendo con Rebeca, y el cumpleaños de su padre era la excusa perfecta para hacerme la gran presentación. La verdad, todo esto iba muy rápido para mi gusto. No me molestaba lo de la presentación y toda esa parafernalia. De hecho, estaba loco por conocer a John Campbell. Decían que, en su juventud, el tipo era todo un galán y que había usado ese encanto para convertirse en el rey de los negocios inmobiliarios. Un verdadero crack.

No, mi problema no era conocer a John Campbell.

El verdadero problema era que empezaba a darme cuenta de que, tal vez, no había tanta química entre Rebeca y yo. No me malinterpreten, la pasábamos bien la mayoría de las veces, pero sentía que faltaba algo. Y tal vez no era sólo algo. Tal vez era todo. Lo peor es que creo que ella también comenzaba a sentir lo mismo.

—¿Listo? —me preguntó Rebeca en la puerta del despacho de su padre.

Por algún motivo, el hombre quería vernos a solas antes de bajar al jardín, donde sería la celebración.

—Ahora sí estoy nervioso.

Ella se rió y me apretó el brazo con ternura.

—No te preocupes por papá. Es un santo —hizo una pausa— Sólo ten cuidado con su mujer, es una víbora.

Fruncí el ceño. Sabía que su madre había muerto, pero no que John se había vuelto a casar. Jamás me habló de la mujer de su padre. Ahora entendía por qué.

—¿Es para tanto?

—Espera a conocer a Sienna...

—¿A quién? —pregunté, sintiendo cómo el estómago se me hundía. El nombre me atravesó como un disparo.

Pero era tarde. La puerta se abrió.

Frente a mí estaba la mujer con la que me había enredado dos veces en un hotel. La mujer que, hasta hace poco, había estado llamándome con insistencia sin obtener respuesta. Sienna.

Me sonrió de una forma que me heló la sangre. Como si todo lo que habíamos hecho estuviera escrito en su mirada, una burla en sus labios perfectamente pintados. Mi cabeza empezó a dar vueltas. El sudor me empapaba las manos. ¿Cómo demonios me había metido en esto? De todas las mujeres de la ciudad, ¿justo vine a hacerme el galán con la mujer de mi jefe y futuro suegro?.

Tenía que salir de ahí. De alguna manera, tenía que desaparecer antes de que todo explotara.

—Julian, te presento a mi padre, John Campbell.

Tragué en seco. Mi mano temblaba cuando me la ofreció para estrecharla. Me miraba con frialdad, sin siquiera disimular el desagrado. Era como si supiera, como si pudiera oler la traición antes de que sucediera. Y sinceramente, ya no me importaba si le caía mal. Sólo quería escapar de aquella sala.

—Un placer, señor Campbell —murmuré, intentando disimular.

—El placer es mío, Julian. Rebeca habla maravillas de ti —dijo, pero el tono de su voz decía lo contrario.

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