Capítulo 23

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El momento había llegado. Había hecho las llamadas, movido los hilos y, aunque me temblaban un poco las manos al firmar los papeles, todo salió según lo planeado. Sienna me había dado información precisa sobre ese terreno en las afueras, una propiedad que jamás habría encontrado solo. Compré a un precio ridículamente bajo, casi como robarle a un niño. Y lo vendí apenas dos semanas después, triplicando el valor.

La cantidad de dinero que me llegó a la cuenta me dejó helado. Ni siquiera en mis mejores sueños hubiera imaginado hacer tanto en tan poco tiempo. ¿Cómo no emocionarme? Sentí que estaba jugando un juego de otra liga, donde la verdadera riqueza no se consigue trabajando duro, sino sabiendo dónde y cuándo apostar.

Cuando el trato se cerró, salí de la oficina con una mezcla de euforia y nervios. Todavía me retumbaba en la cabeza la advertencia de Sienna: "Nadie lo sabrá, esto queda entre nosotros." Era consciente de lo que estaba haciendo, de lo fácil que había sido. Demasiado fácil. Pero el éxito tiene un sabor dulce, y aunque en el fondo sentía un nudo en el estómago, la adrenalina lo compensaba todo. Además, nadie resultaba herido.

Al final, sólo era información que estaba ahí, esperando que alguien la aprovechara.

Llegué a mi departamento más tarde de lo habitual esa noche, demasiado excitado como para pensar en otra cosa que no fuera el dinero en mi cuenta. Me dejé caer en el sofá, mirando al techo, pensando en lo que acababa de lograr. Esa cantidad era sólo el principio. El juego se acababa de poner mucho más interesante.

A pesar de todo, no podía evitar la sensación de que había dado un paso hacia algo más grande. Algo que no podría detener tan fácilmente. Y ahí estaba Sienna, en el borde de mi conciencia, como un demonio tentador, mostrándome ese mundo que había estado tan lejos de mi alcance. Un mundo que ahora me hacía cosquillas en las manos.

No iba a ser mi último negocio. Sabía que, después de esto, no habría vuelta atrás. El primer golpe de éxito es embriagador, como un trago fuerte que te quema el estómago pero te hace querer más. Pero por ahora, preferí concentrarme en el momento. Aún quedaba por ver hasta dónde estaba dispuesto a llegar.

Justo cuando estaba por levantarme para buscar un trago, el teléfono vibró en mi bolsillo. Un mensaje. Lo saqué y vi su nombre en la pantalla: Sienna.

"Bien hecho. Sabía que podías hacerlo."

Las palabras eran simples, pero el impacto fue inmediato. Sienna no era de las que felicitaban sin razón, menos aún a mí. La última vez que nos habíamos cruzado de manera "personal" no había sido precisamente en un contexto laboral. Ahora, estaba jugando a ser una especie de aliada, y eso me inquietaba.

No respondí al mensaje de inmediato, pero tampoco pude ignorarlo. Sabía quién era Sienna. Sabía de lo que era capaz. Y aunque me había abierto la puerta a este nuevo mundo, seguía siendo la misma mujer con la que había compartido algo más que miradas. Había algo en ella que me hacía mantenerme en alerta constante, como si en cualquier momento pudiera estallar una bomba.

Me levanté y caminé hacia la ventana, mirando la ciudad extendiéndose bajo mis pies. Toronto se veía tan tranquila desde aquí, pero sabía que debajo de todo ese orden había caos. Como en mi vida. Por un lado, estaba Camila, pura, genuina, tan alejada de todo este mundo oscuro en el que ahora estaba metido hasta el cuello. Por otro, estaba Sienna, con sus colmillos afilados y su habilidad para hacer que todo pareciera un juego en el que sólo ella sabía las reglas.

Me incomodaba pensar que, por primera vez en mucho tiempo, la dinámica entre Sienna y yo había cambiado. Ahora no había seducción, ni secretos incómodos entre nosotros. Sólo negocios. Al menos eso quería creer. Pero era imposible no sentirme incómodo cada vez que ella aparecía en mi vida, aunque fuera sólo a través de un mensaje.

"Puedo hacer esto por mi cuenta", pensé, tratando de convencerme. "No necesito que Sienna me sostenga la mano". Pero la verdad es que su información me había hecho ganar una pequeña fortuna en un abrir y cerrar de ojos. Y por más que me molestara depender de ella, mi ambición me empujaba a seguir adelante.

Finalmente, respondí con un simple: "Gracias." Nada más. No quería darle la satisfacción de creer que estaba en deuda con ella, aunque ambos sabíamos que lo estaba.

El problema era que, cuanto más me acercaba a ese mundo oscuro que Sienna dominaba, más me alejaba de la vida que realmente quería con Camila. "No mezcles las cosas", me dije. "Negocios son negocios. Camila no tiene que saber nada de esto". Pero, aun así, una sensación de culpa me atravesó.

Volví a mirar las palabras de Sienna. Ese mensaje lo cambiaba todo. Era un recordatorio de que, por más que quisiera ignorarlo, mi vida no era sólo blanco y negro. Las líneas comenzaban a difuminarse, y en algún punto, tendría que tomar una decisión. Por ahora, mantenía ambos mundos separados: el oscuro, lleno de oportunidades con Sienna, y el luminoso, repleto de sueños con Camila.

Me preguntaba cuántotiempo podría mantener ese equilibrio. Y si eventualmente, todo podría colapsar.

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