Capítulo 26 (+18)

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Mi corazón latía a mil por hora, casi ahogándome en la expectación. Lo miré, perdida en su mirada, tratando de imaginar cómo sería. Siempre pensé que nuestra primera vez sería después de una cena romántica. Yo usaría algo sexy, como un vestido negro y tacones altos. Pero la realidad era otra: acabábamos de reconciliarnos después de nuestra primera pelea y llevaba mi pijama celeste pastel de voladitos.

Nada de lencería sensual o velas encendidas.

Por un instante, me pasó por la cabeza decirle que lo dejáramos para otro día, que las circunstancias no eran las ideales. Pero algo en su mirada, me hizo cambiar de parecer en un segundo. Su respiración también estaba agitada, sus ojos me recorrían con deseo, y supe que para él, no había dudas. Al contrario, parecía más que listo.

—Me gusta esto —dijo, deslizando con suavidad el fino tirante de mi camiseta.

No llevaba sostén debajo, así que la tela cayó con ligereza, dejando casi al descubierto uno de mis pechos. El simple roce de sus dedos provocó una descarga eléctrica que atravesó todo mi cuerpo. Si sólo con el simple roce de sus dedos sentía esto, no podía imaginar lo que vendría después...

—Eres hermosa —murmuró, rodeando mi cintura con sus manos y acercándome contra su cuerpo.

Nuestros labios se encontraron en un beso que empezó suave pero rápidamente se volvió más intenso. Podía sentir la dureza de su erección presionando a través de su pantalón, y la sensación me encendió de una forma que nunca antes había experimentado. Mi lengua se enredó con la suya, y el beso se volvió más húmedo, más salvaje, más ardiente.

Una de sus manos bajó hasta mi trasero, apretándolo con firmeza, mientras la otra se enredaba en mi nuca, guiando mi boca, profundizando el beso como si no quisiera que el momento terminara nunca.

Lentamente, me condujo hasta la cama y me recostó, quitándose la camiseta de un solo movimiento. Se subió sobre mí de nuevo, y nuestros labios volvieron a encontrarse, esta vez con más urgencia. Sentir su piel desnuda bajo mis manos, sus pectorales firmes, su espalda, era como si cada caricia encendiera más el fuego entre nosotros.

Sus labios comenzaron a trazar un camino de besos húmedos y calientes desde mi cuello, deteniéndose solo para quitarme la camiseta.

—Eres preciosa —murmuró, antes de lamer uno de mis pechos, mientras acariciaba el otro con su mano.

Entre jadeos que no podía contener, enredé mis dedos en su pelo, disfrutando de cómo su lengua trazaba círculos alrededor de mis pezones. Era una tortura deliciosa, una mezcla de placer y deseo que me tenía al borde del colapso. Después de unos minutos, continuó su recorrido, descendiendo lentamente hacia mi vientre. Me lanzó una mirada pícara antes de quitarme el pantalón del pijama y luego mi braga.

Sonreí, mordiéndome el labio, mientras un escalofrío recorría mi cuerpo al sentir cómo sus labios comenzaban a besar suavemente el interior de mis muslos. Me dio una última mirada, muy al estilo Julian, antes de que su boca encontrara mi intimidad.

Apenas sentí sus labios húmedos, apreté las sábanas con mis manos, hasta que mis nudillos se volvieron blancos. No podía evitarlo; mi cadera se arqueaba por sí sola, buscando más y más de él, mientras el placer crecía incontrolable.

Aquello era...increíble. No, era irresistible. Mi talón de Aquiles. Sólo con verlo entre mis muslos, ya podía sentir el orgasmo acercarse. Su imagen dándome placer era simplemente sublime. Más que eso, perfecta. No era sólo su lengua, sino la presión exacta de sus labios, el roce de su barba incipiente sobre mi piel. En pocos minutos, el placer me invadió por completo. Me sentía toda mojada, caliente, y completamente rendida al momento.

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