Capítulo 30

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Camila me esperó en el aeropuerto, tal como me había prometido. Apenas la vi, con su uniforme de la veterinaria y su chaqueta de jeans, sentí que mi mundo se ponía en orden de nuevo. La besé con ternura y la rodeé con mi brazo mientras caminábamos hacia el estacionamiento.

Sí, definitivamente el caos en mi interior comenzaba a apaciguarse.

Fuimos directo a su casa, Anna había preparado una cena deliciosa. Nada como la comida casera y estar en familia. Mucho más relajado, nos divertimos contando anécdotas de la universidad. Si Oliver y yo nos hubiésemos conocido antes, estoy seguro de que jamás habríamos sido amigos. Él era el típico chico bueno y estudioso, y yo, bueno... el patán mujeriego que siempre salía bien parado de milagro. Sin embargo, en este contexto, el cuñado de Cami no sólo era un buen amigo, sino un tipo al que admiraba mucho.

Después de cenar, Camila estaba ayudando a ordenar la cocina. Aproveché el momento en que su hermana regresó al comedor para rodearla por la cintura y besarle el cuello.

—Te extrañé —le susurré con mi boca pegada a su piel.

Me fascinaba cómo reaccionaba al instante ante mis caricias. Podía sentir cómo su cuerpo se estremecía. Esa era mi chica.

—Yo también —susurró, mirando de reojo para asegurarse de que nadie venía.

La sujeté un poco más fuerte, y aunque hacía malabares para seguir organizando la mesada, no podía ignorar lo que mi cuerpo le pedía.

— ¿Vienes conmigo esta noche? —murmuré con suavidad en su oído.

Camila sonrió de vuelta. Sabía que venía una negativa. Me explicó que tenían una cirugía programada para el día siguiente a la mañana. Al parecer Oliver tenía que esterilizar un gato y necesitaba su ayuda. Con una mueca de pena, me preguntó si no podía pedir un Uber para irme solo. Me prometió que al terminar su turno al mediodía, almorzaríamos juntos. Aunque la idea sonaba bien, no era lo que yo quería.

—¿Y Oliver no puede hacerlo solo? —bajé la voz. A ver, adoraba a su cuñado, pero no iba a permitir que me arruinara el fin de semana.

Ella se encogió de hombros.

—Claro que puede, pero casi no esterilizamos gatos, y necesito esa práctica —me explicó, mirándome con esos ojitos serios.

No pude evitar reírme por lo bajo.

—¿Vas a dejar de tener una noche apasionada con tu novio para cortarle las bolas al pobre Cristóbal? —pregunté, sufriendo por el pobre gato en cuestión.

Ella me golpeó suavemente con un paño de cocina.

—No hables así, es serio —dijo, fingiendo estar molesta—. Cada vez que entra en celo se mete en unos líos...

Levanté las cejas, ya con la picardía encendida.

—Son instintos, amor. Nadie merece que lo castren por eso.

Camila se mordió el labio, sacudiendo la cabeza. Creo que no le pareció tan gracioso.

—Hazte el simpático con tus "instintos" y vas a conocerme —me amenazó, mitad en serio, mitad en broma, con ese tono que me encantaba.

La rodeé por la cintura y la atraje hacia mí.

—Me gustas cuando te pones agresiva —hice una pausa, bajando la voz—. Ya sabes que cuando quieras practicar anatomía, soy todo tuyo.

Ella me miró con los ojos entrecerrados, divertida.

— Sabes que estudio veterinaria, ¿verdad?

Levanté mis cejas, juguetón.

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⏰ Última actualización: 17 hours ago ⏰

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