Capítulo 5

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Mientras manejaba hacia el aeropuerto, no podía sacarme de la cabeza la conversación con Camila. Le había preguntado mil veces si de verdad no le molestaba cuidar a Brownie un par de días. No me gusta ser de esos que piden favores a cada rato, pero no tenía otra alternativa. Kristen me había avisado de la reunión a última hora, y faltar no era una opción. Y claro, tampoco quería volver y encontrarme sin zapatos... o sin muebles.

Demonios, una semana en Greenville y ya me estaba estresando de nuevo. Apenas había empezado a relajarme.

Cuando el avión despegó, miré por la ventana mientras todo se hacía más pequeño y borroso. Me recosté, ajusté el cinturón y cerré los ojos, esperando desconectarme un poco, pero los pensamientos no me dejaban en paz.

¿Qué demonios estaba haciendo en este pueblo en medio de la nada? ¿Qué esperaba conseguir? Era como si mis errores me persiguieran hasta el fin del mundo. Y lo peor es que sabía que iba a tener que enfrentarme a ellos tarde o temprano. Si no, iba a terminar perdiendo la cabeza.

Durante el vuelo, me di cuenta de que tal vez lo del perro no había sido la mejor idea. ¿Cómo se me había ocurrido que podía cuidar de alguien? Si a duras penas me las arreglaba para no meterme en problemas yo solo.

Y también pensé en Camila. Qué dulzura de chica. Durante la semana había pasado un par de veces más por la veterinaria, para charlar un rato con ella y su cuñado. Era fácil quedarse hablando con ellos. Me sorprendía de Oliver lo joven que era y ya tenía una familia formada. Una mujer que lo amaba y una niñita preciosa. Yo me encontraba a años luz de eso, y si soy honesto, la idea de "sentar cabeza" me parecía lejana, casi ajena. No era algo en lo que hubiera pensado seriamente antes.

Sin embargo, no podía evitar sentirme atraído por ese mundo tan diferente al mío. Camila y su familia eran personas increíblemente genuinas, buenas de verdad. Había una calidez en cada gesto, en cada palabra, que me descolocaba un poco. No estaba acostumbrado a eso. Era como si todo en ellos funcionara con una facilidad que no reconocía en mi propia vida, una especie de simplicidad que, en el fondo, me hacía bien.

Yo, en cambio, venía de otro lugar. Un lugar donde las cosas no siempre eran tan claras, donde la ambición y el deseo dictaban cada movimiento. Ese era mi mundo.

Era extraño. Por un lado, me sentía incómodo, como si toda esa bondad me quedara grande. Como si, al estar con ellos, mis defectos se hicieran más evidentes. Pero, al mismo tiempo, me hacía bien. Estar con Camila, hablar con Oliver, ver cómo funcionaba su pequeña familia... todo eso me hacía sentir que, tal vez, había algo más allá de la vida que yo llevaba. Algo más que las mentiras y los juegos de poder.

No sé si quería cambiar, pero no podía ignorar cómo me sentía. Era como una pausa en medio de todo el caos. Y vaya si la necesitaba...

El sonido de una risa suave me sacó de mis pensamientos.

Abrí los ojos despacio y vi a la azafata, con esa típica sonrisa coqueta. Rubia, labios rojos y mirada sugerente.

—¿Algo de beber, señor? —preguntó, dándome una mirada que decía más que sus palabras.

Me acomodé en el asiento y le devolví la sonrisa. Sabía cómo manejar esto.

—Un whisky —dije, con voz baja y segura.

Mientras se alejaba, me lanzó una última mirada por encima del hombro y me sonrió. Sus caderas se movían con una intención clara, un detalle que no me pasó desapercibido. Estaba acostumbrado a ese tipo de atención.

No era la primera vez que me pasaba. Sabía que mi aspecto influía mucho en cómo me trataban los demás. El cabello castaño, siempre un poco despeinado, la barba que apenas se notaba... daba la impresión de que no me esforzaba, pero todo estaba calculado. Los trajes bien cortados y las camisas ajustadas hacían su parte, marcando mi figura. Era algo que siempre me había servido, en los negocios y fuera de ellos. Y nunca fallaba. Jamás.

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