Los días pasaron lentamente después del tenso encuentro en la Torre de Astronomía. Harry intentaba concentrarse en sus deberes y en su misión, pero no podía dejar de pensar en lo que había sucedido aquella noche con Draco. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen del rostro pálido y cansado de Malfoy lo invadía, y sentía una mezcla de emociones que no podía comprender del todo.
Por otro lado, Draco Malfoy tampoco había sido el mismo. Su habitual arrogancia en los pasillos de Hogwarts se había debilitado, y aunque aún lanzaba miradas despectivas a Harry y sus amigos, había algo más en sus ojos. Algo que Harry captaba cada vez que lo veía desde el otro lado de la Sala Común o cuando se cruzaban en los corredores: un destello de duda, de vulnerabilidad. ¿Estaba Malfoy tan perdido como él?
Un viernes por la tarde, mientras Harry estaba en la biblioteca intentando leer sobre pociones avanzadas, algo que normalmente lo concentraba, notó una figura que se desplazaba con sigilo entre las estanterías. No necesitaba ver el rostro para saber quién era. Draco.
Apretó los labios, indeciso sobre si debía confrontarlo nuevamente. Desde su último encuentro, Harry no había tenido el valor de hablarle. No por miedo, sino por la confusión que Draco despertaba en él. Sin embargo, esta vez algo lo impulsó a levantarse y seguirlo.
Se aseguró de mantenerse a cierta distancia mientras Draco se movía hacia las secciones más desoladas de la biblioteca, aquellas que casi nadie frecuentaba. A medida que avanzaban entre las estanterías, el ambiente se volvía más silencioso y sombrío. Harry sintió una punzada de nerviosismo en su estómago. ¿Qué estaba haciendo Malfoy en un lugar tan apartado?
De repente, Draco se detuvo, como si hubiera sentido la presencia de alguien siguiéndolo. Harry, incapaz de esconderse a tiempo, se quedó congelado en su lugar. Draco giró la cabeza lentamente y, al ver a Harry, frunció el ceño.
—¿Otra vez tú, Potter? —la voz de Draco sonaba tensa, pero no agresiva. Había algo de cansancio en su tono, como si hubiera esperado que esto ocurriera.
Harry no se molestó en fingir que no lo estaba siguiendo.
—¿Qué estás haciendo aquí, Malfoy? —preguntó con firmeza, manteniendo la mirada fija en los ojos grises de Draco.
Draco soltó un suspiro y se apoyó en una de las estanterías, cruzando los brazos frente al pecho. A diferencia de la primera vez que habían hablado, esta vez no había tanto odio en su mirada. En su lugar, había una especie de resignación.
—Lo mismo podría preguntarte yo, Potter. ¿Por qué siempre estás donde no te llaman? —replicó Draco, aunque su tono era más suave de lo usual.
Harry se acercó un poco más, manteniendo una distancia prudente. La tensión entre ellos era palpable, pero ahora había algo diferente. Una sensación de cansancio compartido, como si ambos estuvieran lidiando con algo mucho más grande que sus antiguas rivalidades.
—Tú sabes que hay algo mal, Malfoy. Lo siento —dijo Harry en voz baja, sin apartar la mirada—. No eres el mismo.
Draco alzó una ceja, pero su expresión no era tan desafiante como antes.
—¿Y qué te hace pensar que tienes derecho a saber qué es? —preguntó Draco, aunque su tono estaba lleno de ironía, no de enojo.
Harry dio un paso más hacia adelante, sin saber por qué. Quizás era el ambiente sofocante de la biblioteca, o el hecho de que estaba cansado de dar vueltas sin respuestas, pero sentía la necesidad de acercarse más a Draco, de entender qué estaba ocurriendo.
—Porque no eres mi enemigo, Malfoy. Ya no más. Y creo que lo sabes —respondió Harry con firmeza.
Draco lo miró fijamente, y por un segundo, Harry pensó que le respondería con alguna burla o insulto. Sin embargo, para su sorpresa, Draco bajó la mirada, como si no pudiera sostener el contacto visual por más tiempo. Había algo roto en él, algo que Harry nunca había visto antes.
—No tienes idea de lo que estás diciendo, Potter —murmuró Draco con voz ronca, claramente afectado—. No tienes idea de lo que estoy pasando.
Harry dio otro paso más, ahora sintiendo un impulso que no podía controlar. Quería, necesitaba entender a Draco, y eso lo desconcertaba aún más.
—Entonces explícame —susurró Harry—. Dímelo, Malfoy.
Draco alzó la vista, y por primera vez, Harry pudo ver las sombras bajo sus ojos. Había algo profundamente atormentado en su rostro. Pero antes de que pudiera decir algo más, un ruido en la entrada de la biblioteca rompió el tenso silencio entre ellos.
Ambos se tensaron y miraron hacia el origen del sonido. Eran Ron y Hermione, buscando a Harry. El momento se desvaneció en un instante.
Draco se enderezó rápidamente y adoptó de nuevo su postura defensiva, como si aquel breve instante de vulnerabilidad nunca hubiera ocurrido.
—Vete, Potter. Este no es tu lugar —dijo con frialdad, su máscara de indiferencia de nuevo en su rostro.
Harry lo miró por unos segundos más, sabiendo que Draco estaba cerrándose nuevamente, ocultando lo que había dejado entrever. Quiso decir algo más, pero la presencia de Ron y Hermione lo detuvo.
—Nos vemos, Malfoy —respondió Harry, su voz baja y controlada.
Draco no dijo nada mientras Harry se alejaba. Pero algo había cambiado entre ellos, y ambos lo sabían.
Al reencontrarse con Ron y Hermione, Harry apenas prestaba atención a sus preguntas sobre por qué había estado en la parte más alejada de la biblioteca. Su mente aún estaba atrapada en ese momento con Draco, en los segundos en los que casi pudo haber descubierto la verdad.
—Harry, ¿estás bien? —preguntó Hermione, con una mirada preocupada.
—Sí, estoy bien —murmuró Harry, aunque ni siquiera él estaba seguro de si era cierto.
Porque algo dentro de él había cambiado. Y mientras más pensaba en ello, más se daba cuenta de que no había vuelta atrás. Malfoy era mucho más que un simple rival. Había algo más profundo que los unía, aunque no pudiera explicarlo.
Y eso, más que cualquier otra cosa, lo aterraba.
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𝐄𝐋 𝐀𝐑𝐎𝐌𝐀 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐀𝐌𝐎𝐑𝐓𝐄𝐍𝐓𝐈𝐀 →ᴅʀᴀʀʀʏ
Fanfiction𝐄𝐍 𝐒𝐔 𝐒𝐄𝐗𝐓𝐎 𝐀𝐍̃𝐎 en Hogwarts, Harry Potter se enfrenta a un nuevo tipo de confusión: en una clase de pociones, se le asigna preparar la famosa poción de Amortentia, que revela el aroma de aquello que más desea. Para su sorpresa, lo único...