El ambiente en la Sala de los Menesteres era tan tenso que parecía a punto de estallar. Draco y Harry se miraban con furia, sus varitas firmes en las manos. Hermione y Ron, detrás de Harry, estaban listos para lo que fuera, aunque el miedo brillaba en sus ojos.
—Draco, no tienes que hacer esto —dijo Hermione, intentando calmar la situación—. Hay otra manera. No tienes que involucrarte con los mortífagos.
Draco la miró con desprecio.
—¿Otra manera? —respondió, con la voz quebrada—. ¿Qué sabrás tú sobre esto? No tienes ni idea de lo que está en juego. Si no cumplo con lo que me han ordenado, moriré. Mi familia morirá.
Harry dio un paso adelante, su varita aún levantada, pero su tono más suave.
—Si sigues con esto, Draco, lo único que harás será empeorar las cosas. Voldemort no es alguien que puedas controlar. Una vez que lo dejes entrar aquí, Hogwarts caerá y cientos de personas inocentes morirán.
Por un momento, Draco vaciló. Su mano temblaba ligeramente mientras sostenía su varita. Parecía estar luchando internamente, atrapado entre su deber y su deseo de huir de la situación en la que estaba. Sin embargo, rápidamente recompuso su expresión.
—No puedo cambiar esto, Potter —dijo finalmente, con los dientes apretados—. No hay salida. Mi destino ya está sellado.
Antes de que Harry pudiera responder, Draco agitó su varita. Un rayo de luz salió disparado hacia Harry, pero este lo esquivó por poco. La batalla había comenzado. Los hechizos volaban por la sala, rebotando en las paredes y estanterías.
—¡Protego! —gritó Harry, bloqueando otro ataque de Draco. Hermione y Ron se unieron al combate, lanzando hechizos defensivos mientras trataban de acercarse al armario evanescente para completarlo.
Draco estaba luchando con una intensidad desesperada, como si todo dependiera de esta batalla. Había un brillo de miedo en sus ojos, pero también de determinación.
—¡Expelliarmus! —gritó Harry, intentando desarmar a Draco. Pero Draco fue más rápido y bloqueó el hechizo, lanzando uno propio en represalia.
—¡Incarcerous! —respondió Draco, y cuerdas mágicas salieron disparadas hacia Harry, envolviéndolo por un momento. Ron, viendo la oportunidad, contraatacó.
—¡Stupefy!
El hechizo alcanzó a Draco de lleno, haciéndolo retroceder unos pasos. Aunque no quedó inconsciente, su varita cayó al suelo. Se tambaleó, respirando con dificultad, mientras observaba a los tres amigos con los ojos llenos de rabia y, quizás, un atisbo de arrepentimiento.
Hermione, aprovechando el momento, se acercó rápidamente al armario evanescente. Sabía que no tenían mucho tiempo antes de que Draco se recuperara por completo o de que alguien más los encontrara. Con su varita, lanzó un hechizo complejo sobre el armario.
—¡Finite Incantatem! —murmuró, tratando de desactivar el último de los hechizos protectores del armario.
Un crujido resonó por toda la sala cuando el hechizo surtió efecto. La estructura del armario se estremeció, como si el objeto estuviera peleando por mantenerse intacto. Hermione retrocedió, observando con preocupación.
—Creo que lo hemos detenido... por ahora —dijo, mirando a Harry y Ron con ansiedad—. Pero no sé por cuánto tiempo.
Draco, aún tambaleándose, levantó la mirada hacia el armario. La desesperación era evidente en su rostro.
—No... no lo entienden... —susurró—. Si no lo arreglo, si no traigo a los mortífagos... él me matará. Matará a mi madre.
Harry se acercó lentamente a Draco, manteniendo su varita levantada pero sin intención de atacar.
—Draco, no tiene que ser así —dijo con voz firme—. Podemos protegerte. Dumbledore puede proteger a tu familia. Pero si sigues por este camino, Voldemort te usará y te desechará cuando ya no le seas útil.
Draco se quedó inmóvil, como si estuviera debatiendo consigo mismo. El miedo en sus ojos era palpable, pero la esperanza brillaba débilmente en su rostro. Parecía estar considerando lo que Harry le decía, aunque la duda aún lo atormentaba.
—No entiendes... —susurró—. Él... él ya ha ganado. No hay nada que podamos hacer.
En ese momento, el sonido de pasos apresurados resonó en el pasillo. Los cuatro giraron sus cabezas hacia la puerta, donde una figura alta y oscura apareció. Severus Snape, con su rostro sombrío y su capa ondeando detrás de él, entró en la sala.
—¿Qué está sucediendo aquí? —preguntó con su característica voz suave pero amenazante, observando la escena ante él.
Harry apretó los dientes. Snape estaba allí. El hombre en el que nunca había confiado, el que sabía que estaba implicado en todo esto. Pero también era su profesor y, de alguna manera, un factor incierto en la balanza.
—Draco estaba tratando de activar el armario evanescente —respondió Harry, sin dejar de mirar a Snape con desconfianza—. Sabemos que estás involucrado, Snape. Sabemos lo del Juramento Inquebrantable.
Snape alzó una ceja, pero su expresión no reveló nada.
—¿De verdad, Potter? —dijo con una calma inquietante—. ¿Y qué piensas hacer con esa información?
Harry apretó la varita con más fuerza.
—Vamos a detenerlo. Vamos a detenerlos a todos, incluso a ti, si es necesario.
Snape dejó escapar un suspiro, como si estuviera lidiando con niños que no entendían lo que estaba en juego.
—No tienes idea de lo que estás diciendo, Potter. Las cosas no son tan simples como te gustaría creer.
Hermione, siempre la más razonable, intervino antes de que la situación escalara.
—Professor Snape, si de verdad quiere ayudarnos, ahora es el momento. No podemos permitir que los mortífagos entren a Hogwarts. Dumbledore confía en usted. Nosotros también deberíamos poder hacerlo.
Snape mantuvo su mirada fría, pero algo en sus ojos parecía suavizarse, solo por un instante. Luego, dirigió su mirada hacia Draco, que aún estaba de pie, confundido y exhausto.
—Draco —dijo Snape en voz baja—. Es suficiente. Vámonos.
Draco lo miró, su cara pálida, pero finalmente asintió. Había algo en la voz de Snape, una autoridad indiscutible, que lo convenció de que, por ahora, no había más que hacer.
Sin decir una palabra más, Snape y Draco se dirigieron hacia la puerta, dejando a Harry, Hermione y Ron en la Sala de los Menesteres, rodeados de caos y magia aún vibrante.
—¿Deberíamos confiar en él? —preguntó Ron, rompiendo el silencio.
Harry miró hacia la puerta por donde Snape y Draco habían desaparecido, su mente llena de preguntas sin respuesta.
—No lo sé —dijo finalmente—. Pero no podemos quedarnos esperando para descubrirlo.
El regreso al castillo fue silencioso. El armario evanescente estaba temporalmente desactivado, pero la amenaza aún pendía sobre ellos. Sabían que la batalla por Hogwarts no había terminado, sino que solo acababa de comenzar.
ESTÁS LEYENDO
𝐄𝐋 𝐀𝐑𝐎𝐌𝐀 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐀𝐌𝐎𝐑𝐓𝐄𝐍𝐓𝐈𝐀 →ᴅʀᴀʀʀʏ
Fanfic𝐄𝐍 𝐒𝐔 𝐒𝐄𝐗𝐓𝐎 𝐀𝐍̃𝐎 en Hogwarts, Harry Potter se enfrenta a un nuevo tipo de confusión: en una clase de pociones, se le asigna preparar la famosa poción de Amortentia, que revela el aroma de aquello que más desea. Para su sorpresa, lo único...