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La atmósfera en Hogwarts había cambiado. Los corredores que antes vibraban con la energía de los estudiantes ahora estaban cargados de una tensión invisible. Incluso las risas ocasionales se apagaban rápidamente, como si cualquier sonido más alto pudiera atraer la atención de fuerzas oscuras que acechaban a las puertas del castillo.
Harry, Hermione y Ron caminaban juntos hacia la Torre de Gryffindor, en silencio, cada uno perdido en sus pensamientos tras lo ocurrido en la Sala de los Menesteres. El armario evanescente había sido temporalmente desactivado, pero sabían que no podían confiar en que ese obstáculo fuera suficiente para detener a los mortífagos.
—Snape sabe más de lo que nos ha dicho —murmuró Ron finalmente, rompiendo el silencio—. ¿Por qué lo dejó ir tan fácilmente? A Draco, me refiero. ¿No debería estar enfrentando a Dumbledore o algo por lo que está haciendo?
—Lo que no entiendo —respondió Hermione, ajustándose el bolso con nerviosismo— es por qué Snape sigue actuando como si tuviera todo bajo control. Hay algo más en todo esto, algo que no estamos viendo.
Harry se detuvo de repente, girando para mirar a sus amigos.
—¿Y si Snape no está realmente con los mortífagos? —preguntó, sorprendiendo tanto a Ron como a Hermione—. Sé que siempre he creído que estaba del lado de Voldemort, pero... después de hoy, no estoy tan seguro.
Hermione lo miró con curiosidad.
—¿A qué te refieres, Harry? Sabemos lo del Juramento Inquebrantable. Está obligado a proteger a Draco, y eso podría significar que lo está ayudando a cumplir la misión que Voldemort le encomendó.
Harry frunció el ceño, luchando por poner sus pensamientos en orden.
—Es solo que... cuando estábamos en la Sala de los Menesteres, Snape podría habernos atacado. Podría haber hecho algo más, pero no lo hizo. En lugar de eso, se llevó a Draco. Parecía más como si estuviera tratando de evitar que las cosas empeoraran, no ayudando directamente a los mortífagos.
Ron bufó.
—O tal vez está jugando con nosotros, como siempre. Snape es un maestro de la manipulación. No podemos confiarnos.
—Lo sé —dijo Harry—, pero algo no cuadra. Necesitamos respuestas, y creo que solo Dumbledore puede dárnoslas.
Hermione asintió, aunque había algo en su expresión que sugería que tampoco estaba completamente segura.
—Deberíamos hablar con él tan pronto como podamos —sugirió ella—. Antes de que las cosas se salgan de control.
La oficina de Dumbledore estaba en calma cuando el trío llegó. La puerta, que normalmente requería una contraseña para entrar, se abrió ante ellos como si el propio castillo supiera que era necesario. Al entrar, el director estaba sentado detrás de su amplio escritorio de roble, con una expresión serena pero alerta.
—¿Qué sucede, mis queridos alumnos? —preguntó con una sonrisa tenue, aunque sus ojos azules parecían más cansados de lo habitual.
Harry fue el primero en hablar.
—Profesor, tenemos que hablar sobre Draco y Snape. Hoy, en la Sala de los Menesteres, Draco casi completó el armario evanescente. Y Snape... bueno, lo dejó ir. Parece que está protegiéndolo, pero no estoy seguro de por qué ni de hasta qué punto.
Dumbledore escuchó en silencio, su rostro inmutable mientras Harry relataba lo sucedido. Cuando terminó, el director dejó escapar un largo suspiro.
—Harry —dijo en voz baja—, entiendo que todo esto sea confuso y frustrante. Sé que tienes muchas preguntas, y lamento no poder darte todas las respuestas en este momento. Sin embargo, lo que puedo decirte es que Severus Snape ha hecho un juramento, uno que va más allá de lo que puedes imaginar.
—¿Un juramento? —preguntó Ron, con las cejas fruncidas—. Ya sabemos lo del Juramento Inquebrantable. Eso lo obliga a proteger a Draco.
Dumbledore asintió ligeramente.
—Sí, pero el juramento de Severus es más complejo. No es solo una cuestión de proteger a Draco. Es una promesa que involucra decisiones difíciles, sacrificios que él ha aceptado hacer, incluso si lo pintan como el villano.
Hermione intercambió una mirada con Harry. Algo en las palabras de Dumbledore sugería que Snape estaba jugando un papel más crucial en la guerra de lo que ellos habían creído.
—¿Entonces... Snape está de nuestro lado? —preguntó Hermione, vacilante.
—Eso, querida Hermione, es una pregunta cuya respuesta descubrirán a su debido tiempo —respondió Dumbledore con un tono enigmático—. Pero quiero que recuerden una cosa: en tiempos de guerra, las apariencias pueden ser engañosas, y aquellos en los que confiamos no siempre son quienes creemos que son. Tanto para bien como para mal.
Harry apretó los puños con frustración.
—No entiendo por qué no podemos tener respuestas claras —dijo en voz baja, pero Dumbledore escuchó perfectamente.
—Las respuestas claras, Harry, a menudo solo se obtienen al final de un camino peligroso —respondió el director—. Y por desgracia, nos acercamos rápidamente a ese final.
Esa noche, Harry no podía dormir. Mientras estaba acostado en la cama, mirando el techo de su dormitorio en la Torre de Gryffindor, sus pensamientos giraban en torno a lo que Dumbledore había dicho. ¿Qué juramento tan profundo había hecho Snape? Y, ¿realmente podían confiar en él?
Las respuestas, como siempre, parecían fuera de su alcance.
Mientras tanto, en algún lugar de los terrenos del castillo, Draco Malfoy vagaba en la oscuridad. Su rostro estaba pálido, sus ojos hundidos por el agotamiento y la desesperación. Había fallado una vez más. No había podido completar la misión que le habían encomendado. Y sabía que el tiempo se estaba agotando.
Se detuvo junto a una de las ventanas del castillo, mirando hacia la lejanía. El reflejo de la luna llena en los lagos de Hogwarts parecía calmo, pero en su interior todo era un caos.
—No puedo seguir así —murmuró, cerrando los ojos por un momento. El peso de su situación era demasiado para soportar, pero ¿qué otra opción tenía? Voldemort no aceptaba el fracaso, y su familia ya estaba en peligro por su incompetencia.
Detrás de él, una figura emergió de las sombras. Severus Snape lo observaba con expresión grave.
—Draco —dijo, su voz baja pero firme—. No te queda mucho tiempo.
Draco se giró lentamente, su rostro lleno de miedo y odio.
—Lo sé —respondió, con la voz apenas audible—. Pero ya no puedo seguir.
Snape lo miró detenidamente, como si estuviera evaluando algo en su interior.
—Tienes que tomar una decisión —dijo Snape, finalmente—. Y debes hacerlo pronto.
Sin decir una palabra más, Snape se alejó, dejándolo solo en la oscuridad. Draco se quedó allí, mirando la luna llena, sabiendo que el destino que le esperaba era incierto y peligroso.
Los engranajes del conflicto final estaban comenzando a girar.
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𝐄𝐋 𝐀𝐑𝐎𝐌𝐀 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐀𝐌𝐎𝐑𝐓𝐄𝐍𝐓𝐈𝐀 →ᴅʀᴀʀʀʏ
Fanfiction𝐄𝐍 𝐒𝐔 𝐒𝐄𝐗𝐓𝐎 𝐀𝐍̃𝐎 en Hogwarts, Harry Potter se enfrenta a un nuevo tipo de confusión: en una clase de pociones, se le asigna preparar la famosa poción de Amortentia, que revela el aroma de aquello que más desea. Para su sorpresa, lo único...