CAPITULO 9

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Harry no pudo dormir esa noche. Las palabras de Snape lo perseguían, envolviéndolo en una creciente sensación de urgencia. No podía simplemente quedarse quieto y esperar a que todo se desarrollara, no cuando sabía que Draco estaba al borde de algo terrible. A la mañana siguiente, apenas desayunó. En cuanto Ron y Hermione llegaron a la mesa de Gryffindor, Harry los llamó aparte.

—Tenemos que actuar ahora —dijo en voz baja, echando miradas rápidas a su alrededor para asegurarse de que nadie los escuchara—. Snape sabe algo, lo sentí anoche. No sé en quién confiar, pero no podemos perder más tiempo.

Hermione asintió, con el ceño fruncido.

—Estuve revisando la biblioteca anoche. Encontré algunos libros en la Sección Restringida que mencionan antiguos rituales de magia oscura, pero no estoy segura de si eso es lo que Draco está haciendo. Necesitamos pruebas más concretas.

Ron estaba sentado con los brazos cruzados, su rostro sombrío.

—¿Y cómo planeas obtener esas pruebas? —preguntó con un tono de escepticismo—. No es como si Malfoy fuera a darnos un tour por sus planes.

Harry lo miró con determinación.

—Tenemos que seguirlo. De cerca. Pero sin que se dé cuenta. Hoy es el día. Lo siento.

Hermione abrió los ojos, preocupada.

—Harry, si nos descubre... podría ser peligroso. No sabemos a qué nivel de desesperación está Draco. Y con Snape involucrado, esto podría ser aún más peligroso de lo que pensamos.

—Lo sé —respondió Harry—. Pero no tenemos otra opción. Si dejamos que siga adelante, podría hacer algo de lo que nunca se recupere. Y no pienso dejar que Voldemort gane más terreno en Hogwarts.

Después de discutir su plan, decidieron que sería más fácil seguir a Draco en silencio durante las clases. Sabían que Draco se comportaba de manera extraña últimamente, desapareciendo por largos períodos y actuando más retraído de lo normal. La clave sería aprovechar esos momentos en los que se escabullía.

La mañana transcurrió con aparente normalidad. Las clases parecían estirarse indefinidamente, pero Harry estaba siempre alerta, observando cada movimiento de Draco desde el otro lado del aula. No pasó mucho tiempo hasta que Draco, efectivamente, comenzó a mostrar signos de impaciencia. Durante la clase de Encantamientos, Harry lo vio mirando su reloj repetidamente, su rostro tensándose con cada minuto que pasaba.

Finalmente, justo antes del almuerzo, Draco se levantó abruptamente y se dirigió hacia la salida del aula, murmurando algo a la profesora Flitwick. Harry se levantó tan pronto como Draco salió, murmurando una excusa rápida a Hermione y Ron antes de seguirlo a cierta distancia.

Hermione y Ron lo siguieron poco después, manteniéndose lo suficientemente lejos como para no levantar sospechas. Harry se apresuró a seguir a Draco por los pasillos desiertos del castillo. Mientras avanzaban, Draco se desvió hacia una de las secciones menos transitadas del castillo, un área que Harry recordaba vagamente de cuando él y Ron habían sido castigados en su segundo año: el pasillo de las mazmorras.

Draco miró a su alrededor antes de detenerse frente a una pared aparentemente normal. Harry frunció el ceño, preguntándose qué estaba haciendo. De repente, Draco sacó su varita y murmuró unas palabras que Harry no alcanzó a escuchar. Para su sorpresa, la pared comenzó a desvanecerse, revelando una pequeña puerta oculta.

—Hermione tenía razón —murmuró Harry para sí mismo—. Está usando magia avanzada.

Draco entró por la puerta y Harry, sin dudar, lo siguió, asegurándose de mantener su capa invisible bien ajustada sobre él. Al otro lado de la puerta, un pasillo oscuro y frío lo recibió. Las antorchas en las paredes apenas iluminaban el camino, y el eco de los pasos de Draco resonaba por el corredor.

La tensión era palpable. Harry podía sentir cómo su corazón latía con fuerza en su pecho mientras caminaba en silencio tras Draco. El pasillo se extendía mucho más de lo que esperaba, y, finalmente, Draco se detuvo frente a una puerta más grande, mucho más elaborada. Harry observó en silencio mientras Draco realizaba otro conjuro, abriendo la puerta con un suave crujido.

Dentro, Harry vislumbró algo que lo dejó paralizado por un momento: un espacio vasto y oscuro, con símbolos grabados en el suelo y las paredes. En el centro de la habitación, una gran mesa de piedra tenía lo que parecían ser ingredientes y artefactos arcanos. Había un aire de magia oscura en todo el lugar, y Harry sintió un escalofrío recorrerle la columna.

Draco se acercó a la mesa y comenzó a revisar los objetos allí dispuestos. Murmuraba para sí mismo, su rostro pálido y lleno de tensión.

—No queda mucho tiempo... no queda mucho tiempo... —repetía una y otra vez.

Harry apretó los dientes. Debía actuar, pero no podía arriesgarse a enfrentarse a Draco directamente en ese momento. En su lugar, decidió que debía obtener más información antes de confrontarlo. Sin embargo, justo cuando se estaba preparando para salir de la habitación, escuchó un ruido que lo hizo congelarse.

—¿Quién está ahí?

La voz de Draco resonó en la sala. Harry contuvo la respiración, rogando que no hubiera hecho ningún movimiento que delatara su presencia. Pero Draco parecía más alerta que nunca, con la varita en alto y los ojos entrecerrados mientras miraba alrededor de la habitación.

Antes de que Harry pudiera hacer algo, la puerta se abrió de nuevo, y alguien más entró en la habitación. Harry casi no podía creer lo que estaba viendo.

—¡Snape! —murmuró para sí mismo.

El profesor de Pociones entró con su habitual aire de autoridad, su túnica negra ondeando tras él. Draco bajó la varita al ver a su mentor.

—Profesor —dijo Draco, con un suspiro de alivio—. Pensé que... pensé que alguien me había seguido.

Snape lo miró con frialdad.

—Debes ser más cuidadoso, Draco. Los muros de Hogwarts ya no son seguros. Cualquier paso en falso y todo lo que has trabajado se desmoronará —dijo, su voz gélida.

Draco asintió rápidamente, su ansiedad evidente.

—Lo sé... pero estoy cerca, profesor. Solo necesito... solo necesito un poco más de tiempo.

Snape lo observó por un momento, su expresión impenetrable.

—El tiempo es un lujo que no tienes —respondió—. Voldemort no tolerará más retrasos. Sabes lo que está en juego.

Draco apretó los puños, mirando el suelo.

—Sí, lo sé —murmuró.

Harry sintió un nudo en el estómago mientras escuchaba la conversación. Estaba claro que Snape y Draco estaban profundamente involucrados en algo peligroso, algo que amenazaba no solo a Draco, sino a todos en Hogwarts. Y si Voldemort estaba detrás de todo esto, las consecuencias podrían ser catastróficas.

—Tienes hasta el final del mes —dijo Snape, interrumpiendo los pensamientos de Harry—. No más excusas. Cumple con tu tarea, Draco, o ambos pagaremos el precio.

Draco asintió en silencio, y Harry, sintiendo que la situación se volvía demasiado peligrosa, decidió que era el momento de retirarse. Sabía lo que tenía que hacer: contarle a Dumbledore. El tiempo se agotaba, y la oscuridad estaba mucho más cerca de lo que había imaginado.

Harry salió sigilosamente de la habitación, sin hacer ruido, decidido a encontrar una manera de detener lo que sea que Draco y Snape estuvieran planeando. Pero mientras caminaba de vuelta por el oscuro pasillo, no podía evitar preguntarse: ¿Snape estaba realmente del lado de Voldemort? ¿O había algo más profundo en juego que aún no comprendía?

La respuesta, sabía Harry, vendría pronto. Y el destino de Hogwarts dependería de ello.

𝐄𝐋 𝐀𝐑𝐎𝐌𝐀 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐀𝐌𝐎𝐑𝐓𝐄𝐍𝐓𝐈𝐀 →ᴅʀᴀʀʀʏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora