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Ding dong

El típico sonido de un timbre era lo único que se escuchaba. Cada vez más profundo, fuerte, cada vez más obscuro. Como si cada vez que sonara te estuviese persiguiendo por un pasillo de paredes amarillas, piso beige y estrecho. Cada vez más estrecho. Cada vez más fuerte el sonido. Y aún más estrecho, y aún más fuerte.

Quatre. Quatre. Quatre.

—Quatre, c'est trop —se repetía preocupado— Quatre, c'est trop!

Su marioneta era devorada lentamente por la impaciencia, por la ambición, por el deseo. "Quatre, c'est trop" se volvía a lamentar.

Sus pies se movieron hacia las eternas escaleras blancas, baja cada una con basta elegancia aún con su prisa y su clamor en lamentos. El albornoz largo de seda guinda acariciaba cada escalón a la par que iba bajando. Conforme sus pies rozaban el futuro, la exquisita tela acariciaba el pasado dos escalones atrás. La prisa rozaba su apuesta, y cada escalón se sentían como 100 años.

La daga del frío violento atravesó las plantas de sus pies y una puerta fue azotada con tal fuerza que aquel lúgubre sonido de timbre se descontroló aumentando su velocidad y obscurenciendo más cada sonar.

Mientras tanto, una campanita aguda como la risa de una bebé sonó alertando al único empleado que alguien había llegado. Jungkook dejó los libros en el suelo y corrió hacia la entrada limpiando sus manos contra su delantal de cuero en el transcurso al escritorio principal de la biblioteca. Esperaba que fuese el señor Min. La última vez que lo vio parecía perdido dentro de su cabeza, taciturno, con un brillo en su mirada que no era de vida sino digno del ajedrecista más sanguinario. 

La decepción no cortó su ensimismamiento al ver a la persona frente a él.

—Buenas tardes. ¿Busca algo en específico?

Se preguntó si se había confiado de más en la ausencia de el señor Min, pues de pronto todo parecía más pequeño y más obscuro y más polvoso y más viejo. A excepción de la persona vestida de blanco frente a él.

El hombre frente a el dejó una nota en el escritorio, sus manos lucían suaves, limpias... elegantes en cada movimiento Jungkook dedujo que no hablaban el mismo idioma. Asintió al leer la nota, que más bien parecía receta médica y se dispuso a buscar el libro. Reiteradas veces miraba hacia la entrada para verificar que el hombre siguiera ahí. Intrigado, y sin éxito en su búsqueda, volvió a mirar y su corazón se detuvo cuando el hombre estaba ahora frente a él. 

—Las letras huyen si les das chemin.

Jungkook retrocedió con la piel estremecida. La persona se dio cuenta de su reacción y evitando alertarlos con el miedo esbozó una sonrisa y se agachó tomando los libros que se habían abandonado en el piso, no sin antes acariciar a escondidas los tablones de madera sobre los que estaban de pie.

—¿Chemin? Ah... camino. Las letras huyen si les das camino.

Aquella voz eta suave, con acento francés, hipnotizante, delirante.

Jungkook entendió al instante. Al señor Min tampoco le gustaba que los libros estuvieran sobre el piso porque absorberían humedad. Recibió los libros y agradeció con una referencia tímida.

Cuando alzó la mirada de nuevo, la campanilla volvió a sonar y aquel hombre entró de nuevo, ahora con algunas manchas de suciedad sobre su traje y las yemas de los dedos quemadas. Y con prisa desmedida queriendo ser ocultada.

Jungkook no sabe por qué repitió lo mismo.

—Buenas tardes. ¿Busca algo en específico?

De pronto se preguntó si se había confiado de más en la ausencia de el señor Min, pues de pronto todo parecía más pequeño y más obscuro y más polvoso y más viejo. A excepción de la persona vestida de blanco frente a él. Que aunque estaba un poco sucio, le ribaba el aliento.

El hombre frente a el dejó una nota en el escritorio, Jungkook dedujo que no hablaban el mismo idioma. Pero se dispuso a buscar el libro, dejando los que tenía entre brazos nuevamente en el piso.

Brûle... susurró el viento con un llanto lejano y suave que se vio interrumpido por la campanilla sonando, Jungkook volteó con los libros nuevamente en brazos y yendo hacia el nuevo cliente. 

—Buenas tardes. ¿Busca algo en específico?

De pronto se preguntó si se había confiado de más en la ausencia de el señor Min, pues de pronto todo parecía más pequeño y más obscuro y más polvoso y más viejo y más gris y más estrecho por las pilas de libros sin acomodar. Dejó los mismos libros que cargaba en el piso para limpiar rápidamente el mostrador donde el cliente nuevo ponía una nota manchada por las yemas de sus dedos que se encontraban en carne viva por quemaduras.

El viento volvió a susurrar, más fuerte esta vez: Brûle.

Valley of the dolls // YMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora