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El banco rechinó un poco cuando fue empujado hacia atrás, el joven que ocupaba lugar en el mismo, se puso de pie y caminó hasta la puerta con toda la gracia y delicadeza que siempre lo caracterizaba. La tela transparente de su bata roja roza el suelo pulcramente limpio. Cada movimiento parece una caricia a su piel. En la mano lleva un sobre blanco que es entregado a su acompañante, y mejor amigo, Kim Taehyung.

Kim nunca dejará de sorprenderse por toda el aura que desprende Jimin. Tan sensual, tan peligrosa como hermosa. El ambiente era pesado, te aplastaba de todas formas posibles, pero había cierto gusto en ello.

Quizá era cierto que las personas que podían concretar un encuentro con Jimin, se volvían locos. Podías poseer a Park, poseer su cuerpo. Pero Jimin los poseía por completo con su maravillosa presencia. Les comía la mente desde dentro, hacía mierda la cordura de sus compradores. Y, aun así, Jimin siempre tenía aquel semblante tranquilo, despreocupado... Hermoso.

A veces Taehyung dudaba si era un ángel o un demonio.

Kim Taehyung había entrado al valle de las muñecas en el año 1943, cuando recién cumplió diez años. Pero no estaba a la venta tan pronto como entró, Yifan, el dueño, amo y señor del Valle, se preocupó por darles una educación y enseñarles algo de provecho. Algunos sabían bordar cosas hermosas, otros pintar, hacían prendas hermosas y delicadas para sus compañeros en aquel encierro; algo que Jimin nunca usó. Y no fue que el mismo chico se negase. Yifan hacía traer las ropas extranjeras más finas y exquisitas a la vista.

Kim pensaba que era una pérdida de dinero, pues nunca había visto al chico de aquella habitación. Nunca salía y había siempre dos hombres custodiando la entrada.

A los quince años, se explotó la burbuja en la que había vivido Taehyung, gracias a su primer comprador. A manos de un viejo obeso y asqueroso que pagó más por su inocencia. Vamos, que él sabía que pasaría en algún momento, pues parte de su educación era en las artes de brindar placer correctamente. Pero tenía expectativas altas.

Había encontrado un libro diferente a todos los que llenaban los estantes en el área de lectura, porque sí, tenían una. A Yifan le gustaba que fueran más que agujeros para rellenar, aunque la mayoría eran manuscritos eróticos estrictamente prohibidos por las personas de allá afuera. En el libro que encontró, había una historia de amor. Una historia que hizo que el pecho de Taehyung se agitara.

Sabía que alguien había sido descuidado, ese libro no debía estar ahí y él se encargaría de salvarlo.

Ese mismo año conoció a Jimin.

Era estrictamente prohibido pasar por aquella zona de la casa. Jeonghan decía que no era un niño como Tae, como él o Luhan. Por error había visto entrar a un hombre hace dos años en aquella habitación, cosa que sólo el señor Yifan tenía permitido. Entonces suponía que había alcanzado la edad para recibir a sus poseedores.

Kim caminaba por los pasillos de la casa, iba cantando bajito hacia el comedor. Vio venir al señor Yifan con la charola de plata estrictamente usada para los alimentos del chico de la habitación. Taehyung hizo una reverencia cuando estuvieron lado a lado, el mayor acarició la hermosa cabellera castaña.

— Tae, vas tarde a comer, pequeño.

Kim, sin alzar la mirada, se disculpó.

— Lo siento, me enfrasqué en la lectura, señor.

Yifan sonrió, aquel castañito era una de las maravillas de la casa. Hermoso, bien portado y delicado, como una obra de arte creada con el pincel más fino.

Pero no lo suficiente, como el pequeño tesoro que era Jimin.

Un estruendo hizo que ambos dieran un salto, Taehyung miró asustado a su señor, este tenía el semblante serio. Se agachó un poco y le tendió la charola a Kim.

— Ve con él, dale su comida.

Kim asintió atónito mientras el señor Wu corría hacia las escaleras, antes de bajar, volteó.

— Y Kim, quizá Jimin necesita un amigo.

Luego de eso, desapareció escaleras abajo.

Con miedo, Tae fue hasta el otro lado de la casa. Los tipos que custodiaban la puerta, le miraron con desconfianza, pero de todas formas se hicieron a un lado, dejando la puerta. De pronto parecía que no estaba en casa y había aparecido mágicamente en un palacio. Sus manitas sudaban, uno de los hombres abrió la puerta y Taehyung casi cae de lleno al piso, pues se vio abrumado por la energía que salía de la habitación.

• ──── ✾ ──── •

Y ahí estaba, ahora con veinte años, tomando el sobre que Jimin, de la misma edad, le mandaba a Yifan cada día pidiendo por escrito que le dejasen tener una ventana. Por muy pequeña que fuese. Y como cada día, sabía que Yifan ni siquiera lo tomaría en cuenta.

— Kim Taehyung, ¿cómo está tu espalda? — habló Jimin con aquella voz hipnótica mientras caminaba a su sofá al fondo de la habitación. Taehyung envidiaba la forma en que su cuerpo se movía, como si cada movimiento fuera pintado en tiempo real con pinceles finos y tintas importadas. La tela transparente de la bata volaba con delicadeza, una vez relajado, Park miró a su amigo con evidente preocupación — ¿con tu silencio otorgas duda o afirmación?

Si Jimin provocaba todo eso en Taehyung, a quien conocía de hace cinco años, Taehyung no se imaginaba todo lo que provocaba en aquellos adinerados que podían permitirse pagar por tocar la impoluta piel de Park Jimin.

— Estoy bien. Luhan me aplicó un ungüento y el dolor se ha calmado.

— Deberías informar al señor Yifan. Sabes que está prohibido que nos dañen y dejen marcas.

— Te prometo que lo haré si ocurre de nuevo.

Jimin asintió con gracia. Miró a la pared detrás suyo, anhelaba una ventana. Ver la luz, ver qué es el cielo.

Nunca había salido de aquel cuarto. No conocía a nadie que no fuese Yifan o Taehyung. Aunque su cuerpo ya había sido tocado por docenas de manos sucias. Pero aquellos no contaban como un círculo social. Park sabía que su Taehyung sentía pena por él.

Pero realmente Jimin sólo quería una ventana.

Valley of the dolls // YMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora