Prólogo

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Había un tiempo, mucho antes de que las pantallas comenzaran a parpadear en la cabeza de Vox, en que Alastor y él compartían más que una rivalidad. Los dos eran pecadores en ascenso, poderosos e ingeniosos en sus propios derechos. Se complementaban, Alastor con su carisma inquietante y su risa que hacía eco en los rincones más oscuros del Infierno, y Vox con su frialdad calculada y su fascinación por todo lo que tuviera cables, señales y estática.

En aquellos días, caminaban juntos por los retorcidos caminos del Infierno, intercambiando bromas y teorías sobre cómo dominar mejor el caos eterno. Alastor disfrutaba de la compañía de Vox, quien, a pesar de su inclinación por la tecnología, seguía siendo un espíritu curioso, con una mente tan afilada como la de él. Vox, por su parte, encontraba en Alastor un interlocutor fascinante, un individuo que no necesitaba ninguna mejora artificial para sobresalir entre los condenados.

Pero con el paso del tiempo, las cosas comenzaron a cambiar. Vox, siempre inclinado hacia la innovación, empezó a obsesionarse con la idea de mejorarse a sí mismo. "Actualizarse", solía decir, con una chispa inquietante en sus ojos pixelados. Al principio, las modificaciones eran sutiles: una pantalla más nítida, procesadores más rápidos. Sin embargo, con cada nueva mejora, algo en Vox también comenzó a desmoronarse. Ya no se interesaba en conversaciones casuales ni en los juegos de palabras en los que solían participar con tanto entusiasmo.

Alastor fue el primero en notar el cambio. Su compañero se volvía distante, no sólo emocionalmente, sino también mentalmente, ascendiendo a una esfera de superioridad que Alastor encontraba profundamente desagradable. La tecnología, que antes era solo una herramienta para Vox, ahora se había convertido en una obsesión. Cada nueva actualización lo hacía menos humano, menos cercano, y más arrogante.

"¿Qué te ocurre, amigo?" había preguntado Alastor en una de sus últimas conversaciones amistosas, mientras Vox ajustaba las frecuencias de una de sus pantallas. "Antes disfrutabas de la compañía. Ahora parece que no puedes soportar estar en el mismo plano que el resto de nosotros."

Vox soltó una risa breve, fría y despectiva. "Simplemente estoy evolucionando, Alastor. Si no lo haces, te quedas atrás."

La sonrisa de Alastor se mantuvo intacta, pero algo en su interior cambió ese día. Vox ya no lo veía como un igual, ni siquiera como un rival digno. Para él, Alastor se había convertido en una reliquia del pasado, algo obsoleto en su búsqueda de perfección digital. Fue entonces cuando Alastor decidió distanciarse, no por miedo ni por debilidad, sino porque no quería ser parte de ese vacío que consumía a su antiguo amigo.

Sin embargo, el paso del tiempo en el Infierno tiene una forma curiosa de no dejar que las heridas se cierren por completo. Y aunque habían seguido caminos separados, los recuerdos de lo que una vez fueron seguían rondando en las sombras.

Ahora, en una época donde sus destinos vuelven a cruzarse, la distancia entre Vox y Alastor no solo se mide por sus diferencias tecnológicas o filosóficas. Hay algo más, algo oscuro y salvaje que empieza a emerger en Alastor, algo que siempre estuvo allí pero que él nunca dejó florecer por completo. Los instintos animales que lo definen, esas partes de venado que siempre había visto como simples adornos, empiezan a influir en su comportamiento de formas inesperadas.

Y Vox, siempre tan atento a los detalles, no puede evitar sentirse fascinado, a pesar de su arrogancia.

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