Charlie caminaba decidida por los largos pasillos que conducían al trono de su padre. El Hotel Hazbin estaba sumido en un caos inexplicable, y cada intento de encontrar respuestas la había llevado a un callejón sin salida. Los residentes del hotel estaban cambiando de maneras extrañas y perturbadoras, y Charlie no podía ignorar por más tiempo lo que estaba ocurriendo. Ya estaba harta de misterios y silencios.
Al llegar a la imponente puerta del trono, sin pensarlo dos veces, la empujó con fuerza. Su paciencia se había agotado.
Lucifer, el Rey del Infierno, estaba sentado en su trono con una expresión tranquila y enigmática, como si hubiera estado esperando esta confrontación.
"Padre", comenzó Charlie con un tono severo. "Exijo respuestas. ¿Qué es lo que está pasando en el hotel? Los residentes están cambiando, manifestando comportamientos que no comprenden, y todos están asustados. ¡No puedo seguir así!"
Lucifer suspiró, observando a su hija con una mirada que combinaba amor y poder. Su pequeña princesa había crecido, y ya no era la niña inocente que una vez conoció.
"Querida, ¿acaso no lo has adivinado ya?" respondió Lucifer con su habitual voz calmada, pero con una chispa de diversión en sus ojos. "Todo esto... es por ti."
La rabia creció dentro de Charlie al escuchar aquellas palabras. "¿Por mí? ¿Qué has hecho?" gritó, perdiendo la compostura.
Lucifer se levantó lentamente de su trono, caminando hacia su hija con una sonrisa suave, pero en su voz había un tono de condescendencia. "Quería ayudarte, Charlie. Sabes que como Rey del Infierno tengo ciertos... privilegios. Decidí que era hora de dar un pequeño empujón a tu hotel. Si los pecadores empiezan a experimentar estos cambios extraños, buscarán desesperadamente una solución. Y ahí es donde tú entrarías. Yo mismo anunciaría que tu hotel tiene la capacidad de ayudarlos. Más huéspedes, más éxito. ¿No es eso lo que querías?"
Charlie no podía creer lo que estaba escuchando. Su propio padre había manipulado a los pecadores para forzarlos a acudir a su hotel, jugando con sus vidas para aumentar la reputación del lugar. Su enojo era palpable.
"¡Esto no está bien, padre!" gritó, furiosa. "Los pecadores deben elegir venir al hotel por su propia voluntad, no porque se les obligue o porque estén desesperados. ¡Eso destruye el propósito de todo lo que estoy tratando de hacer!"
Lucifer la miró con una mezcla de lástima y decepción. "A veces, para lograr el éxito, es necesario ensuciarse las manos un poco, mi querida hija. Nadie elige el redimir su alma, no sin un incentivo."
Charlie se alejó de él, furiosa y con el corazón roto. Nunca había imaginado que su padre jugaría con las almas de esa manera, y mucho menos en nombre de "ayudarla". "No necesito tu ayuda de esa manera, padre. Los pecadores no son juguetes, y yo no soy tu marioneta."
Sin decir más, se dio la vuelta y se fue del trono, sabiendo que su padre no cambiaría de opinión. Pero ella sí sabía una cosa: iba a arreglar todo por su cuenta, sin importar lo que eso implicara.
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Lucifer, aún de pie en medio de la sala, observó la puerta cerrarse con fuerza tras su hija. El eco de la conversación resonaba en su cabeza. No había esperado esa reacción. Pensó que Charlie lo entendería con el tiempo, que aceptaría el poder y el control que él le estaba ofreciendo. Pero no había considerado cómo esto la haría sentir realmente.
Por un momento, su expresión se suavizó, y una sombra de tristeza cruzó su rostro. Lucifer, el Rey del Infierno, podía manipular las almas a su antojo, pero cuando se trataba de su hija, había fallado en ver lo que más le importaba: la libertad de elegir por sí mismos.
Con un suspiro profundo, bajó la mirada al suelo, sus ojos oscuros reflejando un atisbo de arrepentimiento. "Quizás... he ido demasiado lejos esta vez", murmuró para sí mismo. Por más que deseara que Charlie aceptara su ayuda, sabía que había tocado un límite con ella. Y aunque gobernaba sobre el Infierno, el lazo con su hija era algo que no estaba dispuesto a romper por completo.
Decidido a enmendar el daño, Lucifer alzó una mano y, con un chasquido sutil de sus dedos, comenzó a revertir los cambios que había provocado en los pecadores. Las extrañas manifestaciones animales empezarían a desvanecerse lentamente, y la normalidad volvería al Hotel Hazbin, aunque el verdadero desafío aún aguardaba. Sabía que su hija no olvidaría lo que había hecho, pero al menos, por ahora, podría intentar devolverle algo de paz.
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En el viejo edificio abandonado...
Alastor estaba al borde de la inconsciencia. Los cables de Vox lo sujetaban con fuerza, cada segundo que pasaba drenaba más y más de su energía. Sus poderes, su voluntad, todo estaba siendo consumido por la frecuencia maldita. Sus manos temblaban mientras trataba de luchar contra los impulsos que lo debilitaban, pero sus fuerzas estaban llegando al límite.
Vox, por su parte, disfrutaba cada segundo desde la comodidad de su pantalla. Ver al poderoso Radio Demon caer en su trampa era un placer inigualable. Ajustaba los controles para maximizar el efecto de la frecuencia, sabiendo que Alastor no podría resistir mucho más.
"Finalmente, te tengo donde quería, Alastor. Has sido una espina en mi costado durante demasiado tiempo," murmuró Vox, con una sonrisa cruel mientras veía al demonio caer más profundo en su propio infierno.
Alastor intentaba mantenerse consciente, pero sus pensamientos eran cada vez más borrosos. El dolor y la confusión lo envolvían como una niebla impenetrable. Sabía que estaba perdiendo la batalla.
De repente, el plan de Vox funcionó a la perfección. Alastor dejó de resistir, su cuerpo ya no respondía, y su mente finalmente cedió al peso del sonido implacable. Los cables que lo sostenían aflojaron lentamente, y Alastor se desplomó en el suelo, sin fuerzas, completamente desmayado.
Vox, satisfecho, desactivó la trampa y apareció frente a su enemigo derrotado. Ver a Alastor en ese estado era una victoria absoluta.
"Bueno, bueno..." dijo con una sonrisa maliciosa mientras se agachaba junto al cuerpo inerte del Radio Demon. "No eres tan invencible como pensabas, ¿eh?"
Vox observó por unos segundos más a su presa, disfrutando el momento. Alastor estaba a su merced, fuera de combate, indefenso. El odio y la rivalidad entre ellos había alcanzado su clímax, y Vox había salido victorioso. Ahora solo le quedaba decidir cuál sería su siguiente movimiento. El poder que había buscado estaba a su alcance.
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En el Hotel Hazbin, los residentes seguían lidiando con sus transformaciones. Pero Charlie ya no podía quedarse allí. Con su furia ardiendo, debía encontrar una forma de revertir todo el caos que su padre había desatado. Sabía que las respuestas no iban a ser fáciles de conseguir. Sin embargo, ahora no se trataba solo de salvar su hotel. Se trataba de salvar a sus amigos y de demostrar que ella podía hacer las cosas a su manera.
Y mientras tanto, el destino de Alastor colgaba de un hilo.
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Instintos Salvajes
FanfictionEn el infierno, donde los pecadores toman formas que reflejan su verdadera naturaleza, las diferencias entre Alastor, el "Radio Demon", y Vox, el maestro de la tecnología, han creado un abismo entre ellos. Lo que antes fue una amistad cercana se des...