Capítulo 4: Sombras del Pasado

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Vox ajustaba su traje impecable, su mirada fría fija en una pared de monitores. A su alrededor, las luces de la tecnología avanzada pulsaban suavemente, dándole la ilusión de control absoluto sobre todo lo que sucedía en su territorio. Excepto por una cosa, o más bien, por alguien.

—Alastor... —murmuró con una mezcla de nostalgia y resentimiento.

Hace años, cuando la relación entre ambos se había roto, Vox no había dejado de vigilar. Pero en todos esos años, no había podido ver ni una sombra del Venado. Y ahora que Alastor había regresado, caminando por el Hotel Hazbin, todo parecía volver a agitarse dentro de Vox. Sus monitores, sin embargo, lo frustraban; la distorsión de Alastor hacía imposible que sus cámaras captaran su rostro claramente. Todo era un borroso zumbido de radio antigua cuando intentaba sintonizar su imagen.

Vox entrecerró los ojos, molesto. El Hotel Hazbin era una zona donde su tecnología no podía penetrar con la precisión que él deseaba. No podía espiar a Alastor como lo hacía con el resto del infierno, y eso lo irritaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Mientras observaba las imágenes periféricas, donde la tecnología aún mantenía cierto control, Valentino y Velvett estaban sentados a su lado. Valentino, con su cigarro habitual en la boca, soltaba una risa burlona.

—Aún con esa obsesión, Vox. El tipo es historia, ¿no? —dijo Valentino entre bocanadas de humo, como si leer los pensamientos de Vox fuera algo trivial.

Velvett, siempre más astuta, levantó una ceja.

—Sí... pero sabes que no es solo historia, ¿verdad, Vox? Siempre hay algo más. —Ella tocó una de las pantallas, donde se veía un borrón rojo que sabía que era Alastor. Su sonrisa burlona se ensanchó—. Es gracioso cómo él sigue fuera de tu alcance, ¿eh?

—Cállense —gruñó Vox, irritado por su tono condescendiente—. Mi plan no depende de que lo vea ahora. Todo es cuestión de tiempo.

Sin embargo, en lo más profundo, el comentario de Velvett lo había tocado. Esa "obsesión" que mencionaban sus compañeros no era solo una sed de poder, aunque eso era lo que quería que creyeran. Para Vox, la relación rota con Alastor había sido algo mucho más doloroso. Había visto a Alastor como un amigo, y, tal vez, en algún lugar de su corazón, había esperado algo más. Cuando le ofreció a Alastor unirse a los Vee's, era más que una simple invitación a compartir poder; era una indirecta declaración de sus sentimientos, envuelta en arrogancia y promesas de grandeza.

Y el rechazo de Alastor había sido como una puñalada.

—No lo olvidaré. —Vox murmuró, casi para sí mismo.

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Hotel Hazbin

Mientras tanto, Alastor caminaba tranquilamente por el vestíbulo del Hotel Hazbin. Estaba relajado, con sus manos metidas en los bolsillos, y su habitual sonrisa en el rostro. Sin embargo, algo lo incomodaba. Sentía un ligero cosquilleo en sus astas, un picor persistente que lo hacía buscar instintivamente superficies duras contra las cuales rascarse.

En un momento de distracción, mientras pasaba junto a un mueble pesado, inclinó la cabeza y discretamente comenzó a frotar sus astas contra el borde del estante. El alivio fue inmediato, aunque la acción fue lo suficientemente sutil para que pareciera una excentricidad más de su parte.

Niffty, siempre atenta a los detalles, se asomó por el marco de una puerta y lo vio.

—¡Alastor! —dijo con su tono usualmente animado—. ¡Eso se ve un poco raro, jejeje! ¿Te pica la cabeza o algo?

Alastor, sin perder su sonrisa, se giró hacia ella.

—¡Oh, querida Niffty! Simplemente apreciando la textura de la decoración del hotel. Es... fascinante. —dijo, manteniendo su habitual aire despreocupado.

Niffty inclinó la cabeza, claramente no convencida, pero tampoco lo suficientemente preocupada como para insistir.

—¡Como digas, jefe! —dijo antes de seguir con sus quehaceres, tarareando una canción alegre.

Husk, por otro lado, estaba más atento. Sentado en una esquina, con una botella en la mano, observaba los movimientos de Alastor con una mirada entrecerrada. Husk no era el tipo de persona para preocuparse por los asuntos de los demás, pero había pasado suficiente tiempo con Alastor para notar que algo andaba mal.

—Parece que te pasa algo —gruñó Husk, levantando la mirada mientras Alastor seguía su camino.

—Oh, Husk, querido amigo, estoy en perfecto estado. Solo es... la época del año, supongo. —Alastor respondió vagamente, sin detenerse.

Husk gruñó en respuesta. No era un tipo para indagar, pero había algo en el tono de Alastor que le decía que no estaba diciendo toda la verdad. Las astas del Venado estaban en su última fase de maduración, y pronto las perdería, aunque él no lo había anticipado tan rápidamente.

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Mientras tanto, en lo profundo de su torre tecnológica, Vox observaba. No podía ver a Alastor con claridad debido a las distorsiones, pero podía sentirlo, sabía que estaba allí, caminando por el Hotel, inalcanzable por sus cámaras.

—No importa si no puedo verte —murmuró para sí mismo—. Pronto, caerás en mi red.

Velvett y Valentino intercambiaron miradas, sabiendo que cuando Vox se obsesionaba con algo, no paraba hasta conseguirlo. Pero lo que ambos ignoraban era el trasfondo emocional que alimentaba esa obsesión. Alastor no solo era un adversario para Vox. Era un capítulo inacabado, una historia rota que necesitaba una resolución. Y Vox no se detendría hasta obtenerla, sin importar cuántas pantallas tuviera que destruir en el proceso.

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