El eco de los pasos de Alastor resonaba en las calles desiertas del Barrio Caníbal. Las farolas parpadeaban con su luz rojiza, proyectando sombras alargadas mientras el demonio caminaba con la elegancia de siempre, aunque sus orejas sutilmente se movían, captando sonidos lejanos. Alastor podía sentirlo, una sensación aguda que recorría su cuerpo como una descarga: Vox estaba cerca.
Desde el día en que lo interceptó en el centro, Alastor no podía sacudirse esa familiar sensación de ser cazado, y no era algo que le gustara. Siempre había sido el depredador, el que controlaba el ritmo del juego. Pero con Vox, algo en su interior se activaba. Era ese instinto animal que no había podido dejar atrás, incluso después de la muerte. Como un venado siempre alerta, escudriñaba cada esquina con la intención de evitar una emboscada.
Al entrar a la pequeña tienda de Rosie, el ambiente cambió de inmediato. Rosie siempre tenía esa calidez que contrastaba con el frío y la violencia del Infierno. Alastor respiró hondo y esbozó su clásica sonrisa antes de saludarla.
—¡Querida Rosie! Siempre es un placer ver tu radiante rostro. —dijo, con su característico tono jovial, aunque su mente seguía atrapada en los recuerdos recientes.
Rosie lo miró con una mezcla de curiosidad y preocupación, sirviéndole una taza de té antes de sentarse frente a él.
—Alastor, querido, pareces más inquieto que de costumbre. —Sus ojos lo observaron atentamente, notando pequeños detalles que otros ignorarían. La forma en que sus manos se movían más rápido de lo normal, el ligero temblor en sus orejas, y cómo sus ojos se desviaban hacia las ventanas—. Déjame adivinar... ¿Vox?
Alastor soltó una risa suave y burlona, pero no negó la suposición.
—Oh, ya sabes cómo es, Rosie. Siempre intentando actualizarse y mejorar... y creyendo que puede alcanzarme en el proceso. —Tomó un sorbo de té, aunque sus manos aún estaban tensas.
Rosie sonrió, pero con una nota de tristeza en su mirada. Conocía a Alastor desde hacía mucho, y había notado esos cambios en su comportamiento desde su muerte. Sabía que no era solo la vanidad lo que lo mantenía siempre alerta. Había algo más. Algo que la mayoría ignoraba, pero que ella había llegado a comprender con el tiempo.
—Alastor, no puedes engañarme. —dijo suavemente, dejando la taza a un lado—. He notado cómo te comportas cada vez que Vox está cerca. Eres como un venado rodeado de depredadores, siempre atento a cada movimiento, a cada sonido. —Hizo una pausa, y luego agregó—. Y sé que Vox lo sabe también.
La sonrisa de Alastor se congeló por un breve segundo, pero pronto la recuperó. Era verdad. Ese instinto de supervivencia, esa tensión constante en su cuerpo, lo traicionaba. Vox lo había notado, y por eso lo cazaba. Por eso lo perseguía sin descanso. En el fondo, Alastor siempre había sido presa de algo... de alguien.
—Oh, Rosie, siempre tan perspicaz. —respondió, con su sonrisa más afilada—. Pero eso es lo divertido, ¿no? El juego, la caza... Dejar que crean que pueden atraparme.
Pero Rosie no parecía convencida. Ella conocía bien la obsesión de Vox con Alastor, una que había comenzado mucho antes de su ruptura como amigos. Vox siempre había sido competitivo, siempre queriendo ser más, pero después de que Alastor se distanció, algo cambió en él. Se convirtió en una cacería sin fin, un juego de poder que Rosie sabía que solo acabaría de una manera trágica si continuaba.
—Vox está obsesionado contigo, Alastor. —dijo con firmeza—. Lo vi venir desde hace años. Y no es solo por el poder o por el control. Es personal. No va a parar hasta que te derrote... o hasta que ambos se destruyan mutuamente.
Alastor no respondió de inmediato. Sus ojos se perdieron por un instante en el líquido oscuro de su taza, recordando los días en que él y Vox eran aliados, casi amigos. Pero esos tiempos habían pasado, y lo que había ahora entre ellos no era más que un juego de cazador y presa. Y, como bien sabía Rosie, ambos podían intercambiar esos roles fácilmente.
—Tal vez, querida, tal vez. —dijo finalmente, con una sonrisa peligrosa—. Pero ya veremos quién queda en pie al final.
Mientras tanto, Vox no estaba tan lejos como Alastor pensaba. Acompañado por Velvett y Valentino, el demonio de la pantalla había estado observando en silencio, como una sombra acechando entre las esquinas más oscuras del Infierno.
Velvett, siempre juguetona, soltó una carcajada mientras hojeaba uno de sus dispositivos.
—Mira quién sigue caminando tranquilamente como si no lo estuvieras acechando —dijo con un tono burlón—. ¿No te cansas de este jueguito, Vox?
Vox, por su parte, no respondió de inmediato. Sus ojos brillaban con esa estática familiar, pero su rostro permanecía inmutable.
—No es un juego —murmuró, sus dedos tamborileando con impaciencia—. Alastor piensa que puede mantener la ventaja. Pero llegará el momento en que se quede sin salida. Y yo estaré ahí para verlo caer.
Valentino, desde su asiento, exhaló una bocanada de humo mientras reía bajo.
—Siempre tan intenso con este tema, Vox. Deberías relajarte, Alastor no va a desaparecer de la noche a la mañana. Tendrás tu oportunidad... eventualmente.
Pero Vox sabía que no podía esperar tanto. Había algo en Alastor, algo que lo atraía de una forma que ni siquiera él podía comprender del todo. Tal vez era la sensación de que, a pesar de todo, todavía había una parte de Alastor que lo desafiaba, lo intrigaba. O tal vez era la simple necesidad de probar, una vez por todas, que era superior.
De una cosa estaba seguro: no descansaría hasta que lo tuviera bajo su control, atrapado, como el venado que era.

ESTÁS LEYENDO
Instintos Salvajes
FanficEn el infierno, donde los pecadores toman formas que reflejan su verdadera naturaleza, las diferencias entre Alastor, el "Radio Demon", y Vox, el maestro de la tecnología, han creado un abismo entre ellos. Lo que antes fue una amistad cercana se des...