Instintos Salvajes

Capitulo 9: Dos sucesos

El Hotel Hazbin estaba sumido en un ambiente de incertidumbre. Desde su conversación con su padre, Charlie no había dejado de pensar en las palabras enigmáticas que había recibido. Mientras caminaba por los pasillos, su mente seguía dándole vueltas a lo que estaba ocurriendo con sus amigos y en el infierno en general.

Mientras tanto, los residentes del hotel comenzaban a notar algunos cambios significativos en sus comportamientos, pero no todo era malo. Ángel Dust fue el primero en descubrirlo: sus habilidades naturales de araña comenzaban a manifestarse de manera más útil. Podía producir seda de sus glándulas, lo que al principio le resultó incómodo y extraño, pero pronto se dio cuenta de que la seda era increíblemente fuerte y versátil.

"¿Quién necesita cuerdas cuando tienes esto?" bromeó, mientras creaba una red improvisada en una esquina del vestíbulo, llamando la atención de los demás residentes.

Husk, por su parte, aunque al principio había estado quejándose de sentirse más cansado y perezoso de lo habitual, también notó que sus reflejos habían mejorado drásticamente. Podía moverse con agilidad felina y saltar desde alturas mayores sin lastimarse.

Los demás comenzaron a darse cuenta de que, aunque estos comportamientos animales resultaban molestos y desconcertantes, también traían consigo ventajas inesperadas. Sin embargo, esto solo alimentaba más preguntas. ¿Qué estaba ocurriendo realmente?

Charlie, incapaz de ignorar más el caos creciente, decidió tomar cartas en el asunto. Recordando las enigmáticas palabras de su padre, sabía que tenía que buscar una forma de revertir estos cambios, o al menos entender por qué estaban ocurriendo. Decidida, salió del hotel para buscar respuestas. Había una oscuridad mayor en juego, algo que ni siquiera su padre había querido explicar del todo.

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En paralelo, en el viejo edificio abandonado...

Alastor ya estaba atrapado. Los cables que lo envolvían lo sujetaban con fuerza, sin darle margen para escapar. Había seguido la misteriosa frecuencia, esa transmisión de radio distorsionada, hasta este lugar apartado en los confines del infierno. Era un sonido que lo había atraído de manera involuntaria, resonando en lo más profundo de su ser.

A medida que la frecuencia aumentaba, Alastor comenzaba a sentirse más y más debilitado. Su mente era invadida por imágenes y recuerdos vagos, y el sonido constante golpeaba sus sentidos. Se arrodilló, presionando sus manos contra sus oídos en un intento desesperado de bloquear el dolor, pero el ruido seguía incrementando. Su vista se tornaba borrosa, las luces del edificio abandonado se desdibujaban.

"¿Qué es esto...? ¿Otra de las bromitas de Vox?" murmuró con su característica sonrisa torcida, aunque su voz sonaba débil y temblorosa. Sabía que esto no era un juego.

Desde una pantalla instalada en el edificio, Vox observaba con una sonrisa satisfecha. El plan estaba funcionando a la perfección. Había ajustado la frecuencia específicamente para afectar a Alastor, debilitando sus sentidos y forzándolo a someterse. El sonido estaba diseñado para resonar en lo más profundo de sus instintos animales, desorientándolo.

"Vamos, Alastor... sigue el sonido. Sabes que no puedes resistirlo por mucho tiempo," murmuró Vox, ajustando los controles para intensificar aún más la señal.

Con un movimiento de los diales, la frecuencia subió un nivel más. Alastor finalmente cayó de rodillas, su cuerpo temblaba mientras intentaba aferrarse a la conciencia. El sudor corría por su rostro, y sus manos temblorosas apenas lograban cubrir sus oídos. Cada segundo que pasaba, su voluntad se desvanecía un poco más.

"Este... sonido..." susurró, mientras sus fuerzas lo abandonaban. Estaba a punto de desmayarse.

Desde su pantalla, Vox sonreía con triunfo. La trampa estaba casi completa.