Capítulo 16: Sombras en la Torre Vee

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La luz matutina se filtraba por las rendijas de la habitación, proyectando destellos intermitentes sobre la pantalla de Vox. Un leve zumbido se escuchó cuando su sistema se reinició lentamente, procesando el lugar donde estaba. No era su habitación. No era su cama. Y, sobre todo, no estaba solo.

Parpadeó varias veces hasta que su visión se aclaró, revelando a Alastor sentado en el suelo, con la espalda apoyada contra la pared. Frente a él, una bandeja de comida a medio terminar. Sus movimientos eran lentos, casi mecánicos, como si cada bocado fuera una obligación más que una necesidad.

—Buenos días, Alastor. —La voz de Vox era más ronca de lo habitual, con un leve eco distorsionado por su resaca.

Alastor no respondió de inmediato. Terminó de masticar, dejó los cubiertos sobre la bandeja y finalmente levantó la vista con su típica sonrisa afilada, aunque esta vez carecía de la chispa burlona de siempre.

—Ah, Vox. Qué agradable sorpresa verte sobrio. ¿O aún estás tambaleándote entre el alcohol y la miseria?

Vox frunció el ceño. Sabía que Alastor no lo dejaría olvidar lo ocurrido la noche anterior, pero no tenía fuerzas para discutir. Se llevó una mano a la cabeza, masajeando sus sienes, y suspiró.

—No estoy de humor para tus jueguitos.

—Oh, qué lástima. Y yo que pensaba que habíamos tenido un momento tan… íntimo.

Vox apretó los puños. Su pantalla parpadeó con interferencias por un instante antes de estabilizarse. Se puso de pie con pesadez, dirigiéndose a la puerta.

—Disfruta tu desayuno, Alastor.

El ciervo observó cómo Vox se marchaba sin decir nada más. El sonido de la puerta cerrándose con un chasquido metálico resonó en la habitación.

Alastor dejó escapar un suspiro, apoyando la cabeza contra la pared. Algo en la forma en que Vox lo había mirado, en cómo había hablado, se sentía diferente. No era solo arrogancia o superioridad. Había algo más. Algo que no quería admitir que reconocía.

Su odio hacia Vox… ¿seguía siendo tan puro como antes?

Pasaron varias horas. Alastor había estado concentrado en recuperar fuerzas, aprovechando la comida que Vox le había dejado. No le gustaba la idea de depender de su captor, pero entendía que sin energía, cualquier intento de escapar sería inútil.

Cerró los ojos y respiró hondo. Sus manos se movieron con precisión, canalizando la poca magia que tenía. Frente a él, una pequeña silueta comenzó a formarse. Un muñeco vudú, mucho más estable que los anteriores.

—Bien, pequeño. —Alastor sonrió levemente, observando su creación—. Necesito que vayas al Hotel Hazbin. Encuentra a Charlie. Dile dónde estoy.

El muñeco asintió con un leve chirrido y comenzó a moverse con rapidez, escabulléndose por los rincones de la torre.

Mientras tanto, en otro nivel del edificio, Valentino se encontraba en la oficina de Vox. Sus múltiples ojos brillaban con malicia mientras lo observaba.

—Así que… pasaste la noche con Alastor. —Su voz era un susurro venenoso.

Vox, aún con resaca, se cruzó de brazos.

—No es lo que crees.

—Oh, cariño, no me importa lo que sea. Lo que me interesa es cómo se verá esto para los demás. —Valentino se inclinó sobre el escritorio, con una sonrisa burlona—. Si la gente descubre que el gran Vox está siendo blando con su prisionero… ¿qué crees que pasará con tu reputación?

Vox sintió un escalofrío recorrer su sistema.

—No estoy siendo blando.

—Entonces demuéstralo. —Valentino se enderezó, encendiendo un cigarro—. No puedes permitirte que un simple ciervo haga tambalear tu imagen. Trata a Alastor como el prisionero que es. O la gente comenzará a pensar que los Vee’s han perdido su toque.

Vox no respondió. Solo apretó los dientes y asintió.

Mientras tanto, el pequeño muñeco vudú de Alastor se movía con rapidez por los pasillos de la torre. Estaba a punto de alcanzar la salida cuando se topó con una figura inesperada.

Ángel Dust.

El demonio araña lo miró con curiosidad y luego entrecerró los ojos, reconociendo de inmediato lo que era.

—¿Pero qué tenemos aquí…?

El muñeco trató de moverse, pero Ángel lo atrapó con rapidez.

—Tú eres de Alastor, ¿no? —murmuró, observándolo con detenimiento.

El muñeco asintió.

Ángel miró alrededor. Sabía que no debía quedarse ahí por mucho tiempo. Sin pensarlo dos veces, lo ocultó entre sus ropas y comenzó a caminar hacia la salida de la torre.

Si esto era lo que sospechaba… entonces Charlie tenía que saberlo.

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⏰ Última actualización: Jan 29 ⏰

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