Capítulo 14: El Peso Del Orgullo

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El tiempo parecía diluirse dentro de la habitación, donde la única constante era el sonido leve de las cadenas que aprisionaban a Alastor. El demonio de la radio se recostaba en el suelo frío, jadeando, sintiendo el peso del cansancio y la frustración apoderarse de él. Las cadenas, aunque más flojas gracias a su persistencia, aún lo mantenían prisionero. Intentar romperlas solo había consumido lo poco que le quedaba de energía.

—No puedo seguir así… —murmuró con un tono entre furioso y resignado.

Con un esfuerzo tembloroso, invocó un destello de magia. Frente a él aparecieron dos pequeños muñecos vudús. Eran frágiles y rudimentarios, pero mantenían su forma. Alastor los miró, calculando en silencio. No eran poderosos, pero quizás servirían para algo.

—No es mucho, pero por ahora bastará. —Suspiró, con los labios torcidos en una sonrisa amarga.

Sus ojos carmesí se posaron entonces sobre la charola de comida que Vox había dejado antes de irse. El aroma tentador llenaba la habitación: pan suave, carne asada y algo dulce. Su estómago gruñó con fuerza, un recordatorio del tiempo que llevaba sin comer. Sin embargo, su orgullo y desconfianza lo mantenían alejado.

"¿Y si está envenenada? No sería la primera vez que alguien intenta atraparme con una oferta demasiado buena."

Tomó uno de los muñecos y lo obligó a probar la comida. La pequeña figura mordió un trozo de pan y lo masticó sin problema. Pasaron los segundos y nada ocurrió. El muñeco seguía en pie.

—Al menos no explotó —murmuró sarcásticamente.

Finalmente, aceptó lo inevitable. "Si quiero salir de aquí, necesito fuerzas." Tomó la charola y empezó a comer. Cada bocado le pesaba en el alma. No era solo comida; era la aceptación de que, por primera vez en mucho tiempo, estaba doblegándose ante las circunstancias.

—Vox… bastardo. —Gruñó entre dientes, sintiendo la rabia arder bajo su piel mientras devoraba lo último del plato.

Cuando terminó, dejó la charola a un lado y se recostó en el suelo con las cadenas aún alrededor de sus muñecas. Su cuerpo, debilitado y agotado, comenzó a relajarse contra su voluntad. "No me gusta esto... pero lo necesitaba."

El silencio de la noche envolvió la habitación, denso y absoluto. Sin embargo, algo lo sacó de su somnolencia: sonidos tenues, pasos ligeros en el corredor. Alastor abrió los ojos, tensándose al instante. ¿Era Vox? ¿O alguien más?

Los pasos se detuvieron justo frente a la puerta, como si el intruso estuviera evaluando la situación desde el otro lado. Alastor afiló sus sentidos, intentando escuchar más allá del silencio. "¿Será un guardia? ¿O alguien que viene por mí?"

La cerradura hizo un leve clic. El sonido resonó en la oscuridad como un trueno. La puerta se abrió lentamente, dejando entrar una ráfaga de aire fresco y un destello de luz que lo obligó a entrecerrar los ojos. La figura del otro lado se quedó inmóvil en el umbral, una sombra silenciosa, observando.

Alastor contuvo la respiración, su mente girando con rapidez. ¿Quién era? ¿Qué quería? Pero antes de que pudiera decir una palabra, la puerta terminó de abrirse del todo.

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