golden girl | rafe cameron & jj maybank

5. El bosque oscuro.

Sophia

Llegamos al château y nos encontramos con el padre de Jhon B. Todos lo saludamos felices por su regreso. En ese momento, Jhon B salió de la casa y nos saludó también, su energía era contagiosa.

Un rato más tarde, estábamos todos sentados afuera, escuchando las historias de lo que habían vivido.

—Nos metimos a los archivos de Charleston y... era un callejón sin salida —nos dijo Jhon B, claramente frustrado, pero algo en su mirada me decía que mentía—. No había nada, así que...

—Así que perdimos el oro, la cruz... y El Dorado —intervino Pope, con un tono desanimado—. Vamos, cero de tres, chicos.

Con esas palabras, Pope se marchó, y todos nos miramos con un aire de derrota. Miré a Kie y ella me hizo una señal con la cabeza para que nos fuéramos.

—Nos vemos, Jhon B —dije, mientras comenzábamos a alejarnos.

Caminamos lejos de allí, sintiendo el peso de la frustración y la incertidumbre, pero con la esperanza de que aún había más aventuras por venir.

• • •

Horas más tarde, llegué a Tannyhill en busca de Rafe. Era mi última oportunidad para recuperar la cruz. Entré en silencio; la casa estaba abierta. Caminé hasta el segundo piso, buscando hasta que escuché su voz en el balcón. Me acerqué con cuidado para escuchar mejor, evitando ser vista. Estaba hablando por teléfono con Ward.

—Dios mío. Espera, ¿quién la robó? Qué mal... Podría haber sido cualquiera, ¿no? Bueno, de todos modos, íbamos a regalarla, así que... ¿qué importa? —se dio la vuelta, apoyándose sobre el barandal, y vi cómo sonreía victorioso—. No, yo... De hecho, quería hablarte de eso. Tal vez deberíamos conservar las oficinas; tal vez debería quedarme aquí un tiempo. Hacer crecer la empresa sería bueno para nosotros, ¿no? No, no, tú escúchame... —se sentó y puso el teléfono en altavoz—. ¿Me escuchas? No, me pediste que fuera útil. Bueno, eso es exactamente lo que estoy haciendo, estoy siendo útil. Puedo hacer cosas, explorar opciones. Así que, por nuestro beneficio, voy a quedarme un tiempo. ¿Sí?

—Escúchame, fuiste allí por una única razón. Ibas a cerrar las compañías en mi nombre; es lo único que podemos hacer. Y si no puedes...

—Si no puedo, ¿qué? —dijo, poniéndose de pie y caminando, me oculté—. ¿Te subirás a un avión y vendrás? Será como ver a Elvis. ¡Ward Cameron! Dios mío, ¡está vivo! ¡Volvió a la vida! —gritó y se rió, mirando su mano donde tenía un anillo dorado—. Ahora tengo el anillo familiar, papá. Sí, lo tengo puesto. Es mi momento, ¿sí? Tú estás muerto.

Rafe colgó el teléfono y miró hacia el lago. Me acerqué poco a poco; él se volvió al oírme y me miró estático.

—¿Dónde está la cruz? —dije sin titubear, mirándolo fijamente, tratando de parecer que tenía el poder en esa habitación, que ya no me intimidaba.

—Sophia...

—¿Dónde está la cruz? —repetí.

Él suspiró sin dejar de mirarme y sonrió.

—¿Dónde está mi bote?

Lo decía para molestarme, ya que había dejado el bote en el muelle, donde él lo encontró. Nos miramos fijamente durante unos segundos, con firmeza; ninguno de los dos quería ceder.

—¿Estás bien? —me preguntó, y lo miré confundida.

—¿Por qué?

—Bueno, ¿no fuiste tú? Anoche robaron algo que me pertenecía.