LYDIA MARTIN

1.6K 81 8
                                    

T/N hombre

.............................................................................

Pov. T/N

Volvía a tener que empezar una vida nueva en un pueblo nuevo intentando escapar de las personas que no dejaban de querer cazarme. Ya había perdido a toda mi familia por culpa de esos cazadores y, obviamente, no quería ser el próximo trofeo que tuvieran.

La noche anterior volé muchos kilómetros hasta llegar a un pueblo del que no había escuchado nunca, era pequeño, así que esperaba que no hubiera problemas. Su nombre era Beacon Hills, el cual iba a ser mi nuevo hogar.

Encontré una casa algo apartada del resto del pueblo para tener mi intimidad. No podía arriesgarme a que nadie me viera cuando necesitaba transformarme o cazar animales. Podía comer comida humana, pero al final del día mi estómago me pedía algo más... crudo.

Además de que mi instinto animal necesitaba ser saciado de la manera más primitiva. Tenía dos opciones, o cazaba animales y luego comérmelos, o encontraba alguna chica para tener relaciones y descargar esa adrenalina primitiva.

Personalmente prefería la caza puesto que, tal y como me educaron mis padres, no podía ni era bueno para mí tener ningún tipo de relación carnal con nadie a menos que encontrara a mi pareja, mi alma gemela. Lo malo era que estaba difícil encontrar a mi pareja destinada porque los cazadores habían acabado con prácticamente todos los dragones de la tierra.

Quedaban muy pocos dragones en la tierra ya que desde que los cazadores nos descubrieron, empezaron a cazarnos por las escamas de nuestra piel y porque nos condieraban una de las criaturas sobrenaturales más peligrosas. Probablemente lo éramos, pero no porque queríamos sino porque nos forzaban a serlo. Al final nos teníamos que defender cuando nos atacaban, lo malo era que, cuando eso pasaba, los peor parados siempre eran los humanos y por eso nos habíamos ganado la fama que teníamos a día de hoy.

Los humanos normales pensaban que éramos una leyenda, y de cierto modo era bueno que así pensaran. Las únicas personas que sabían lo que éramos realmente eran los cazadores, quienes se dedicaban a darnos caza aunque no hubiéramos hecho nada malo. Eso fue lo que pasó con mi familia, ellos eran inocentes pero no tuvieron compasión cuando les atacaron.

Sí, era un dragón... aunque podía convertirme en humano y aparentar normalidad ante todo el mundo. De hecho, la única característica que me podía delatar frente a los demás eran mis ojos, los cuales eran de un azul mucho más brillante y eléctrico que cualquier otro tono de azul normal en humanos. Además, otro rasgo característico era mi pelo, el cual era completamente blanco, símbolo de que era un dragón albino.

Igualmente, cuando estaba transformado podía escupir fuego y volar, aunque hacía mucho tiempo que no había tenido que usar mi fuego interno. Solo lo usaba para defenderme o subir mi temperatura corporal si estaba un clima demasiado frío para mí.

Parecía que no, pero era bastante friolero. Los dragones necesitábamos calor o nuestro fuego interno podía llegar a desaparecer, entonces estaríamos indefensos, es decir, medio muertos porque no podríamos defendernos. No moríamos pero tampoco podíamos fabricar el fuego que después lanzábamos en caso de que nos atacaran.

Lo que tenía de ser un dragón de nada más 17 años de edad era que, al cambiar mi forma a humano, también aparentaba esa edad. Por esa razón tenía que ir al instituto como cualquier otro chico de mi edad haría de normal o empezarían a sospechar de mí y no era bueno llamar la atención en un lugar nuevo.

Me había matriculado en el instituto del pueblo por internet ya que hasta ayer no había llegado al pueblo. Empezaba hoy, así que por eso me levanté más pronto de lo habitual. Cacé un par de conejos por el bosque para comer y aguantar todo el día sin volver a cazar.

Famosas One shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora