Capítulo XXIX

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— Su Majestad, — Mattsun hizo una reverencia al entrar a la oficina del Rey. Había estado familiarizado con esa oficina por muchos años, cada vez que le tocaba darle un reporte al padre de Iwaizumi. De alguna forma, toda esa familiaridad se había perdido cuando Iwaizumi asumió el puesto de Rey, y se sentía como un extraño al entrar a la oficina, incluso con su mejor amigo sentado frente a él.

— ¿Noticias de Karasuno?

— No, señor.

— Entonces, no molestes.

Iwaizumi se había vuelto más cortante y distante desde que asumió el trono. Su madre ya no vagaba por los pasillos delirante, e Iwaizumi ya no trataba con gentileza a Mattsun. La familia real se había vuelto peligrosa de estar cerca. La reina, por lo que Mattsun podía recopilar de conversaciónes escuchadas a escondidas, deliraba por los pasillos y padecía tanto de demencia como de ataques de ira. Sus sirvientas tenían miedo de acercarse a sus aposentos ahora que se mantenía encerrada, pues no tenían idea de lo que sería capaz de hacer en su estado actual. El príncipe, por su lado, estaba callado, muy callado. Sus expresiones eran incomprensibles fuera de que mantenía un fruncido permanente. Su oscura mirada y la cicatriz a travéz de su rostro lo hacían ver más aterrador. Era totalmente lo opuesto a lo que el Rey Feliz solía ser. No salía del castillo, mucho menos de su oficina. No se le veía nisiquiera a la hora de la comida. Mattsun podía ver como atraía toda su fuerza al agarre de la espada cuando se sentía amenazado, cosa que, ahora con todos los políticos y personas desconocidas que se le acercaban por consejos, era muy seguido.

Al ser el consejero del rey, Mattsun pensó que podía ayudarlo de una forma más personal, pero ahora que uno de sus batallones al sur del reino había desaparecido y Karasuno no había mandado una respuesta con respecto al asunto, Iwaizumi ni siquiera dejaba que se le acercara en un diámetro de mínimo dos metros.

Mattsun en verdad estaba preocupado por su amigo. Le dolía verlo de esta forma. Estaba pálido de tanto tiempo privado del sol, y poco a poco perdía más músculo que antes gracias al poco tiempo que le dedicaba a su entrenamiento físico o a la comida.

Ahora Mattsun tenía hasta miedo de intentar alegrarlo un poco. La última vez que le lanzó un chiste fue ignorado y despedido de la habitación de inmediato. No quería volver a dejar a Iwaizumi solo, pero no sabía cómo hacerlo sentir mejor, o por lo menos siquiera seguirle el paso. Iba tan rápido en camino a su propia condena que Mattsun temía que llegara antes de lo que él lo pudiera alcanzar y salvar de su inminente pérdida.

Mattsun tenía miedo, y no sabía a quién acudir para acabar con su sufrimiento.

...

— Oye, Yamaguchi...

— ¿Pasa algo, Noya-san?

Era muy raro ver a Nishinoya tan nervioso como en ese momento. Yamaguchi siempre admiró la energia y confianza que tenía Nishinoya todo el tiempo, como si no tuviera ni un solo problema del cuál preocuparse, pero al ver la indecisión con la que le hablaba en ese momento, tuvo que recordarse a sí mismo que él también era humano, y que era inevitable que sintiera las mismas emociones que personas comunes e inservibles como él. Preocupado, Yamaguchi sintió el deseo de poder ayudar en lo que sea a su compañero, incluso si eso significaba romper las reglas de Kageyama. Otra vez. A estas alturas de la vida Yamaguchi no le veía ya sentido a las normas pre establecidas que el rey creó para los soldados negros, ya que ninguno de los tres las seguía al pie de la letra. Especialmente Tsukishima, a quien no le importó desobedecerlas desde el principio. No sería la primera vez que Yamaguchi desobedecía tampoco.

Nishinoya dudó un poco en decirle a Yamaguchi lo que tenía en la mente.

— De casualidad, ¿tú sabrás cómo ha estado Asahi estos días?

Ah. Así que era eso.

— ¿Porqué quieres saberlo? Pensé que eran muy buenos amigos ustedes dos.

— Bueno, verás... tengo el presentimiento que me ha estado evitando desde hace un tiempo, y pues, tú vas muy seguido a la panadería de Daichi, por lo que pensé que quizás...

En serio, era demasiado raro ver a Nishinoya de esta forma. Se mantenía en movimiento inquietamente, rascándose cualquier parte de piel expuesta que encontraba y cambiando su peso de una pierna a la otra, distrayendo la mirada de Yamaguchi a cualquier otro lado.

De alguna forma Yamaguchi se sintió lleno de sí, sabiendo que realmente era el único que podía ayudar en este momento a Nishinoya, y decidió darle una explciación detallada de la conversación que había mantenido con Asahi la última vez que lo vió en la panadería. Aunque Nishinoya no pareció estar satisfecho con esto, le dio las gracias y se dirigió a los establos con un ceño fruncido. Yamaguchi se preguntó si realmente había ayudado o no.

Doblando una esquina Yachi apareció solo para toparse otra vez con Nishinoya y caer al suelo con otro manojo de documentos y pergaminos en sus brazos. El soldado la ayudó distraídamente y se alejó lo más pronto que pudo. Yachi se encontró al lado de Yamaguchi en poco tiempo, preguntádole qué le había pasado a Nishinoya como para que presentara tan diferente actitud de su amable y carismática persona. Yamaguchi solo se encogió de hombros.

— Hablando de cambios de humor, — mencionó Yamaguchi al recordar el motivo de su anterior caminata por el castillo. — Tienes la tarde libre de mañana, ¿verdad? ¿Qué tal si vamos a probar esos nuevos pies que Daichi estaba presumiendo la semana pasada? Creo que trajo consigo unas bayas no muy comunes del reino de Aoba Johsai cuando fue de viaje, ¿quieres acompañarme?

A Yachi se le iluminó la mirada y asintió con entusiasmo.

— ¡Me encantaría!

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⏰ Última actualización: Sep 23, 2024 ⏰

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