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—Bokkie, ¿podrías dejar tu teléfono?

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—Bokkie, ¿podrías dejar tu teléfono?

La voz de Minho hizo que Felix saltara en su asiento. Ambos estaban sentados en la mesa del comedor, comiendo la comida que Minho había preparado. Vivían solos desde que Felix tenía ocho años. Sus padres habían muerto en un accidente automovilístico, y por un tiempo se quedaron con su abuela, hasta que ella también falleció cuando Felix cumplió catorce. Desde entonces, Minho había tenido que hacerse cargo de él, ya que no había nadie más que pudiera cuidarlos.

—Lo siento —murmuró Felix, dejando su teléfono sobre la mesa y comenzando a comer.

—¿Escuchaste lo que te dije? —preguntó Minho, entrecerrando los ojos.

—Sí, claro.

—¿Ah sí? Entonces, ¿qué dije?

—Te mentí, la verdad es que no... repítelo.

—Este fin de semana tengo un partido. —Minho lo miró con una sonrisa, claramente orgulloso de sí mismo.

—Y quieres que vaya con Han a apoyarte —dijo Felix, rodando los ojos—. Lo siento, no podré ir, tengo algo que hacer este fin de semana.

—¿Ah, sí? —Minho jugaba con el arroz en su plato, disfrutando el momento—. ¿Y si te digo que el partido es contra nuestro querido vecino?

—¿Qué? —Felix casi derramó el vaso de agua que estaba a punto de tomar en si mismo.

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