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Felix tocó la puerta suavemente. La voz de Hyunjin desde dentro lo hizo sobresaltarse.

—Pasa.

Abrió la puerta y echó un vistazo al interior. El cuarto de Hyunjin se veía amplio y ordenado. Él estaba sentado en el sofá, frente al televisor, que mostraba la pantalla de carga de algún juego. Su cabello despeinado y la ropa cómoda lo hacían ver aún más atractivo. El menor aclaró la garganta, pero antes de que pudiera decir algo, sus miradas se encontraron, haciendo que Felix casi olvidara por qué había venido.

—¿Me extrañabas y viniste a verme? —dijo Hyunjin, levantándose lentamente del sofá.

El menor se sintió pequeño bajo su sombra, y odiaba que Hyunjin lo utilizara a su favor cada vez que podía.

—No, mira, aprecio el gesto, pero es demasiado —respondió Felix, extendiendo la caja con el teléfono.

—Es un regalo —dijo Hyunjin, encogiéndose de hombros—, y es de mala educación rechazar un regalo.

—Pero yo no necesito esto. —Felix levantó un poco más la caja, insistente.

—¿Puedes solo aceptarlo?

Felix negó con la cabeza.

—Solo tómalo —insistió Hyunjin, pero esta vez más suave.

Por un momento, ambos se quedaron en silencio, mirándose sin hacer ningún movimiento. Felix suspiró bastante irritado.

—Eres tan... difícil de entender —dijo el menor, mirándolo fijamente.

—Ya me lo han dicho —respondió Hyunjin con una sonrisa.

—No, en serio. Me dices que no quieres nada conmigo, luego haces estos gestos. ¿A qué estás jugando, Hyunjin?

—No estoy jugando a nada, solo estoy siendo amable.

—¿Por qué? ¿Por qué estás siendo amable conmigo?

Hyunjin frunció el ceño, confundido.

—No lo sé.

Felix soltó un bufido de incredulidad.

—Tú nunca sabes nada.

—Y tú siempre quieres saberlo todo.

—Estoy empezando a pensar que solo haces estas cosas para burlarte de mí —replicó Felix, alzando la voz.

Hyunjin dio un paso hacia él, con su rostro serio.

—Jamás se me pasaría por la cabeza hacer tal cosa.

—Sí, claro.

—Contigo, jamás se me pasó por la cabeza —repitió Hyunjin, esta vez más cerca, tan cerca que Felix pudo sentir su respiración.

—Ya. —Felix, cansado, tiró la caja del teléfono hacia la cama y dio media vuelta para irse.

—¿Ya te vas? —preguntó Hyunjin, con un tono que casi sonaba decepcionado.

—Sí, no tengo nada que hacer acá.

—¿Por qué no puedes aceptar un regalo? —insistió Hyunjin, siguiéndolo con la mirada.

Felix se detuvo en la puerta, sin girarse.

—Porque no entiendo por qué lo haces.

—Ya te dije, estoy siendo amable.

—Pero no quiero que seas amable, ¿entiendes?

Hyunjin frunció el ceño, confuso.

—¿Por qué no?

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