Llegar a una nueva ciudad con el corazón roto no es muy buena idea si lo piensas de manera objetiva, pero para ella fue la mejor decisión que pudo haber tomado.
Empezar de nuevo donde nadie la conocía, no era del todo malo si te ponías en sus zapato...
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Nos tocaba el segundo partido del día, así que teníamos que levantarnos mucho más temprano de lo habitual, pero no me molestaba en absoluto, al contrario, si era para eso, podía soportarlo.
—Al ver a Hoshiumi sentí que debía mejorar para poder ser el Pequeño Gigante —me sorprendió que Shōyō dijera eso—. Además, a él lo invitaron al campamento y a mí no, tengo que empezar a ser mejor.
—Pero ya lo haces, creo que tienes que ser más compasivo contigo mismo, es injusto que te exijas tanto —él me sonrió.
—No te preocupes por eso, estoy seguro de que dentro de poco me haré mejor que cualquiera —le revolví el cabello y también sonreí.
—Hasta puedes olvidarte de ese apodo y crear uno solo para ti —animé—. Crea el apodo, sé reconocido, todos podrán ser un Pequeño Gigante, solo uno puede ser Hinata Shōyō.
—¡Tienes toda la razón! Voy a pensar en un buen apodo.
Con eso dicho, se fue a entrenar con los demás y Kei se me acercó.
—Anoche dijo que hablaría contigo, no pensé que fuese a ser tan breve —alcé los hombros.
—A veces quiere hablar más de que otras veces, el chiste es que nunca deja de sorprenderme con sus pláticas —él giró los ojos y negó.
—El Inarizaki ha llegado —volteé a ver a los chicos y sí que eran intimidantes.
—No te preocupes, te daré ánimos desde las gradas.
—Lo sé, eres la más escandalosa de toda la cancha —lo empujé ligeramente.
—Ya, vete a calentar.
Después de eso, fui a buscar el uniforme alterno ya que el equipo contrario usaría el color negro. Todos se veían muy bien en color naranja, pero ninguno quería admitirlo.
—Tu amigo se ve aún más irritante —negué porque no era verdad—. Odio este uniforme.
—Pero te ves mucho más guapo con ese que con el negro, resalta tu color de cabello —me dio un golpecito en la frente haciendo entender que no era así.
—Eso lo dices porque tú no tienes que usar este color.
—Deja de quejarte —ordené.
Antes de que dijera algo más, uno de los gemelos Miya se nos acercó con una sonrisa, algo coqueta. Todo antes de empezar a jugar.
—Si yo gano, tendremos una cita —alcé una ceja al ver cómo me señalaba—. Y no aceptaré un no por respuesta.
—¿Eh? —sin más que decir, solo se fue dejándome sorprendida.
—¿Qué se cree ese tipo? —alcé los hombros.
—No le des importancia, seguramente solo lo hizo para intimidar.
