Entrada 4

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Entrada 4─

1

Afuera está lloviendo, y hace un frío que da miedo, tanto que parece que la humedad se te mete hasta los huesos. De hecho, creo que este es el segundo invierno más frío que he vivido. Es curioso, porque mientras yo estoy acá, temblando y escribiendo con los dedos entumecidos, vos podrías estar leyendo esto en pleno verano, con el sol cayendo a plomo sobre tu piel. A lo mejor ni siquiera tenés que imaginar el frío del que te hablo. Podrías pensar que todo esto no es más que invento mío. Que tal vez ni el frío ni la lluvia de los que te hablo sean reales.

Sos libre de dudar, amiga imaginaria. Sos libre de creer que te miento.

Alguien me dijo una vez: «Somos las palabras que decimos». Recuerdo que en ese momento asentí, porque me pareció una verdad sencilla, casi obvia. Pero ahora, después de todo lo que he pasado, me pregunto si las palabras no serán algo más, ya que también pueden ser usadas para mentir. Entonces, si somos nuestras palabras, ¿qué somos cuando mentimos?

Una mentira es como un delgado velo sobre la verdad. Y el que miente siempre sabe lo que está ocultando. Así que, ¿podría decirse que la mentira es una parte de esa verdad, o algo que nace de ella? Porque, si lo pensás, cada mentira tiene una raíz en algo que fue cierto alguna vez. ¿Y cómo podemos saber si esa verdad que escondemos con mentiras, no es más que otra mentira disfrazada?

Es confuso, ¿no? Cuanto más lo pienso, menos claro lo veo. Quizás la mentira y la verdad no estén enfrentadas como siempre creímos, sino que son dos formas de contar lo mismo. A veces pienso que lo opuesto a la verdad no es la mentira que creemos usar para taparla, sino algo más simple: lo que nunca fue cierto, lo que jamás se supo ni siquiera por medio de una mentira.

¿Y qué hacemos con eso? Nos pasamos la vida repitiendo palabras, navegando entre lo que es cierto y lo que no, atrapadas entre las verdades y las mentiras que escondemos. Y ahora me pregunto... ¿qué seremos cuando las palabras ya no alcancen para definirnos?

2

Busco respuestas en medio de esta fría noche, en los rincones más profundos de mi mente, donde los sueños y la realidad se confunden. Más atroz que frío que siento ahora en mi piel fue la sensación que tuve por la tarde, al despertar de la siesta. Volví a soñar con el prado y el monte solitario. Otra vez, el prado no estaba ahí. En su lugar, encontré aguas oscuras, y mucho más profundas que la inundación leve de la vez anterior, que apenas cubría el suelo. Ahora las aguas eran como un océano negro que había devorado todo, en todas direcciones. Tan silenciosas y tan densas que no me dejaban ver lo que había debajo.

Me quedé en la orilla de ese abismo, pensando en cómo y por qué había perdido aquel precioso Eden. Quizás ese paisaje era un reflejo de lo que sucedió en el mundo real. Todo lo que una vez fue claro, simple, ahora se veía distorsionado y oculto bajo capas de oscuridad líquida.

Me di media vuelta hacia el monte, alce mis ojos hacia aquella cima, solitaria, alta y distante, más lejos de lo que jamás había notado antes, cuando la observaba desde el llano. Pero a pesar de la distancia, oía el silencio de su voz llamándome. Era una invitación para que ascendiera a lo alto, como si alcanzar aquella cumbre pudiera darme las respuestas que tanto anhelaba. O tal vez, la posibilidad de recuperar todo lo que había perdido. La nostalgia me apretaba el pecho, aún así, no lo pensé demasiado. Empecé a caminar hacia la cima.

Mientras subía, fui descubriendo algo curioso en mi camino: juguetes desparramados por el suelo. Al principio, eran solo unos pocos, desperdigados como si alguien los hubiera dejado caer por accidente. Pero a medida que avanzaba, se hacían más y más numerosos. Los iba examinando con la vista, todos estaban rotos. Algunos eran de madera, otros de plástico, e incluso había algunos de plomo. Soldaditos, aviones, caballos de balancín y muñecas de trapo. Objetos que alguna vez fueron el motivo de risas y alegría, pero ahora yacían quebrados, inútiles, como vestigios de una infancia olvidada.

Las Ruinas InvisiblesWhere stories live. Discover now