Capítulo Cuatro

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Ohm cerró las contraventanas y las cortinas y encendió las
luces de las mesillas. Sacó de la habitación el carrito del desayuno y cerró la puerta.

Él había esperado un beso ardiente y retomarlo donde lo habían dejado, pero Ohm había decidido que no iba a ser algo precipitado.

–¿Estás nervioso? –le preguntó mientras se acercaba.

–No –contestó Fluke.

Había sido una respuesta inesperada, pero a Ohm le parecía que todo había sido inesperado en esa mañana.

–¿Ni lo más mínimo?

Podía ver que le palpitaba el pulso en el cuello mientras
empezaba a desabotonarle los botones más despacio que la otra vez.

–Me pongo nervioso cuando llamo a mis padres –sonrió al ver la cara seria de él–. También me pongo nervioso cuando voy a pagar la compra porque nunca sé si tendré bastante dinero...

Él sonrió y le dio un beso en la mejilla que fue subiendo hasta la oreja.

–No me siento así en este momento.

Él le bajó la camisa de los hombros y lo miró mientras caía al suelo. Entonces, se puso detrás de él, que notó que le quitaba la camiseta. Fluke ya se había quitado los calzoncillos antes y eso era lo único que faltaba para que se quedaran desnudos. Notó la calidez de sus manos en los brazos mientras le bajaba lentamente la ropa inrerior. Se sintió aturdido y cerró los ojos
cuando le pasó un dedo por toda la espina dorsal.

Entonces, le dio la vuelta y fue como si todos los poros suplicaran que lo acariciara,
era como si lo abrasara mientras le recorría el cuerpo con la mirada.

–Me siento como si te conociera –le dijo él.

No tenía sentido porque no se conocían, pero no se sentía nada cohibido.

–Nadie podría conocerme.

Lo llevó otra vez a la cama, pero fue distinto porque no le dio instrucciones. Ya sabía que él no las seguiría.

–¿No vas a decirme que me suelte al pelo? –le preguntó Fluke mientras se subía a la cama.

–No –contestó Ohm, que ya no quería eso entre ellos.

Aun así, no recibió el apasionado recibimiento de un beso. Se hundió en un colchón que era como una nube y entre unas sábanas
y unas almohadas que conservaban algo de la calidez del cuerpo de él. Ohm se tumbó a su lado, se apoyó en un codo y lo miró.

–¿Te gusta? –le preguntó mientras él cerraba los ojos de felicidad.

–Me gusta mucho.

Le acarició un pezon con delicadeza y él tuvo que tomar aire por la nariz. Acercó la cara a la suya y le devolvió los besos que le había dado él mientras lo desvestía. Cada vez que sus bocas se
encontraban, era como vislumbrar la calidez del verano y la felicidad de lo que anunciaba. El roce de sus dedos le endureció  los pezones y pudo ver el deseo que se adueñaba de él. Dejó escapar un gemido cuando le tomó el pezón entre los dedos y recibió la recompensa de un beso.

Estaba tan concentrado en el placer que le daban sus labios que no se dio cuenta casi de que él había bajado la mano hasta introducirlo entre sus muslos. A él le encantó que no los cerrara, que los separara lentamente. Él tenía el sabor de todo lo que era bueno, él, de todo lo que era
ilícito. Ohm bajó la boca por todo el cuello y lo besó con
delicadeza hasta que sus diestros labios profundizaron los besos.

Lo agarró del hombro y sintió la piel cálida de su boca en el
pecho. Le pasó la punta de la lengua por el pezón y la aspereza de su barbilla le pareció tan sublime que le hundió los dedos en los
hombros.

Él oyó sus leves gemidos y como quería oír más, introdujo los dedos dentro de su cuerpo. A Fluke le pareció que todos los nervios de su cuerpo echaban chispas y que brotaban del centro de su ser, como si fuera a doblarse por la mitad si él no paraba y como si fuese a morirse si paraba. Volvió a besarlo en la boca con avidez mientras lo provocaba y acariciaba entre las piernas. Se arqueó
contra la mano de él y abrió la boca con la mandíbula en tensión mientras perdía el contacto con la tierra.

Ohm quería besarlo por todo el cuerpo y saborear lentamente cada centímetro de su piel, pero lo notaba húmedo y ávido y se acercaba a ese punto donde no podía ser ni lento ni delicado.

Tomó el preservativo, como había hecho antes, pero se quedó parado al oírlo.

–Todavía tomo la píldora.

Ohm decidió que ya le soltaría el sermón más tarde. Él sabía que no corría peligro porque siempre utilizaba protección, no confiaba en nadie. Era la primera vez para los dos porque nunca había hecho el amor sin preservativo, ni una sola vez.

Fluke sintió cierto miedo cuando notó el peso de él encima de él, pero dejó paso inmediatamente al anhelo.

–¿Nervioso?

–No.

Él sí lo estaba. Se sorprendió cuando miró a sus ojos color ámbar porque estaba dispuesto y anhelante y a él le daba mucho miedo hacerle daño. Por algún motivo que no podía adivinar, tuvo un
cuidado muy raro en él cuando entró un poco. Si bien se encontró con algo de resistencia, una calidez acogedora lo recibió con los
brazos abiertos. No, no le robó la inocencia, él se la entregó muy contento mientras le dominaba una sensación de dolor mezclado
con felicidad.

Él se apoyó en los codos y lo besó en los labios mientras
intentaba dominar su propio anhelo.

Fluke cerró los ojos con fuerza porque le dolía cada movimiento de Ohm, por muy lento que fuera, y le puso una mano en el pecho como si le pidiera que se lo tomara con calma. Sin embargo, el dolor se convertía en deseo cuando él se retiraba y arqueaba las
caderas para que volviera a llenarlo.

–Despacio –susurró él.

Lo miró y vio la tensión de su rostro mientras hacía todo lo que podía para atender la petición de él. Notaba el esfuerzo que hacía para mantener el ritmo pausado que él le pedía. Entonces, cuando el dolor desapareció, cuando cada caricia la trastornaba y un deseo
incontenible le desbordaba las entrañas, quitó las manos de su pecho dispuesto a seguir su necesidad vehemente de poseerlo.

Aceleró el ritmo y lo miró a los ojos. Él bajó las manos a su
trasero mientras Ohm marcaba el ritmo. Le tomó una pierna, la pasó alrededor de él y se colocó con una paciencia que el cuerpo
de él no podía igualar.

–Ohm...

De repente, estaba desenfrenado y la cabeza se le hundió entre unas almohadas inmensas hasta que Ohm las apartó, rescató
su cabeza con una mano y abrazó su cuerpo en tensión con la otra.

Entonces, cuando se acercó al clímax, él dejó de contenerse y le dio una idea de lo que era Ohm desatado, pero aquello bastó para
que diera rienda suelta a la energía que se le acumulaba y se estremeció cuando las oleadas del orgasmo se adueñaron de él.

Cuando él estaba a punto de gritar, él se arrodilló y acometió más profundamente agarrándolo de la espalda con su musculoso brazo
y elevándole el cuerpo. La tomó sin contemplaciones, pero él estaba completamente abierto para él. No sabía cuándo acababa, pero sí sabía que volvió a alcanzar el clímax con las últimas
acometidas. Él miraba el punto donde estaban unidos, donde él derramaba su simiente dentro de él entre las palpitaciones de su rincón más íntimo.

Mientras se retiraba, él supo que Ohm le había dado todo lo que podía haber soñado para la primera vez. Había tenido cuidado y le había dado placer, le había abierto la mente y le había enseñado cómo era su propio cuerpo. Entonces, en esos instantes
fugaces, se sintió robado. No le había robado la virginidad, que había entregado más que deseosamente, le faltaba tiempo. En ese momento, ya había muchas más cosas que ansiaba saber de Ohm.

03- Deshonra y adoración Donde viven las historias. Descúbrelo ahora