Capítulo Siete

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De verdad, su cumpleaños solo era un día más. Se levantó tarde y tomó café con su compañera de piso Teresa, quien se marchó a su empleo de camarera. El mes anterior había sido el cumpleaños de
Teresa y él le había comprado una tarta cuando volvía a casa, pero no debería dolerle que Teresa no hubiese dicho nada sobre la fecha.

Les daba demasiada importancia a las cosas. Se puso una camiseta y un pantalón corto y salió un poco antes de lo normal para el turno de tarde en el Grande Lucia. Abrió el buzón del portal de su edificio y
contuvo la respiración mientras ojeaba el correo.

Nada.

Sus padres no lo habían llamado esa mañana y tampoco había ni una postal. Su hermano mayor lo había llamado la semana anterior
y le había contado que Alex seguía yendo a cenar todas las semanas, pero que le daba al vino.

–¿Crees que eso va a conseguir que quiera volver a casarme con él? –le había preguntado antes de cortar la llamada.

Ellos no lo entendían. Ohm sí lo había entendido. Pensar en
él podía hacer que se parara en la calle incluso después de tantos meses. El recuerdo de aquel día bastaba para que sonriera, era como un pequeño regalo que podía abrir en un día en el que se
sentía olvidado e insignificante.

Todavía faltaba un rato para que empezara su turno y decidió ir a ver a Plan y a la pequeña Lucia. Hacía tiempo que no hablaban.

Plan había vuelto a trabajar durante un par de semanas y luego se había marchado de viaje al extranjero para ayudar a organizar la boda del sultán Mean mientras su madre se ocupaba de Lucia. A él, todo le parecía increíblemente glamuroso.

–¡Fluke! –Plan abrió la puerta con una sonrisa cansada–. ¡Me alegro de verte!

Lucia estaba llorando y Fluke, encantado de la vida, lo tomó en brazos mientras Plan preparaba algo de comida.

–¿A qué hora empiezas el turno?

–A las dos –contestó Fluke–. ¿Qué tal el viaje por el extranjero?

–Fue... –Plan se encogió de hombros–. Fue complicado dejar a Lucia.

–Pero ¿qué tal?

Fluke no había salido de Italia y mucho menos había viajado a Oriente Próximo, pero entonces se acordó de que Plan había estado prendado de Mean y pensó que sus preguntas podían ser
insensibles.

–¿Qué tal Mean?

–No lo vi.

–Entonces, ¿no sabes quién va a comprar el hotel?

Plan negó con la cabeza.

–Todo el mundo está muy preocupado por su empleo –siguió Fluke con un suspiro.

–No debería pasar nada –Plan intentó tranquilizarlo–. Off di Slade tiene muchos hoteles, uno de ellos aquí, en Roma. Estoy seguro de que no habrá grandes cambios.

–¿Y qué pasará si se lo queda el otro?

–Entonces, que Dios se apiade de nosotros –Plan suspiró–. Thitiwat se hace con edificios antiguos, los vacía por dentro y los moderniza.
El sultán Mean se ha pasado dos años restaurando el hotel y Thitiwat lo arruinaría todo...

–Es posible que no lo haga –replicó Fluke.

Sin embargo, se acordó de que le habló de Gun, del castillo en el que vivía y del trabajo que le habría dado. ¿Para él solo existían los
negocios?

–Al parecer, convierte todo lo que compra en centros de
rehabilitación muy caros –le explicó Plan–. No creo que vaya a haber muchas bodas en el Grande Lucia si ocurre eso –se encogió de hombros con cierta tensión–. Aunque no creo que a mí vaya a
importarme gran cosa. No sé si voy a poder seguir con este trabajo.

03- Deshonra y adoración Donde viven las historias. Descúbrelo ahora