Capítulo Seis

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Sencillamente, no había sabido cómo enfrentarse a Ohm.

Estaba asustado por su empleo, pero también se sentía humillado y enfadado. Estaba seguro de que él había estado riéndose de Fluke.

Por eso, después de una noche atroz de trabajo, se fue a casa en vez de subir a su suite. Una vez allí, llamó al hospital para interesarse por Plan, pero no le dieron mucha información.

–¿Puedo visitarlo?

Le dijeron las horas de visita y decidió que visitaría Plan esa
tarde, antes de que empezara su turno. Le daba náuseas la idea de ir al trabajo y estaba seguro de que iba a tener problemas.

Aunque era posible que él no comprara el hotel, se dijo a sí
mismo para intentar dormirse. Sin embargo, eso no iba a cambiar mucho las cosas. Ya sabía que Ohm era amigo personal del sultán Mean y Mean era muy amable, pero también tenía una fama
implacable. Pudo imaginarse a Ohm dándole las gracias por la agradable sorpresa que le había mandado a la suite.

Sin embargo, a pesar de las preocupaciones, seguía sin
arrepentirse de nada. Sabía que ese día podría haber sido el primer aniversario de su boda.

Esa tarde, mientras entraba a la sala del hospital para ver a su amigo, supo que podía haber sido él quien acababa de dar a luz y quien estaba pálido en la cama con Alex a su lado.

No.

Era posible que tuviera que pagar las consecuencias, pero su primera vez sería siempre como había querido que fuese, aunque perdiera el empleo.

–Fluke...

Plan empezó a llorar en cuanto Fluke entró en la habitación.

Había comprado un ramo de flores para él y un oso de color limón para el bebé, quien no estaba por ninguna parte.

–Venga... –Fluke abrazó a su amigo sin saber qué decirle–. ¿Qué tal está el bebé? Las enfermeras no me han dicho nada.

–He tenido una niña –contestó Plan–. Se llama Lucia.

–¿Qué tal está?

–Es prematura, pero dicen que está muy bien para su tamaño.

–Le he traído esto.

Fluke le dio el osito y Plan sonrió al ver el primer juguete de su hija.

–No puedo creérmelo –comentó Plan.

–¡Nadie puede creérselo! –exclamó Fluke con los ojos muy abiertos–. Todos estamos atónitos. ¿Por qué no me dijiste que estabas embarazado?

–Me parecía mal decírselo a todo el mundo cuando no se lo había dicho al padre –reconoció Plan.

Fluke esperó, pero Plan sacudió la cabeza.

Evidentemente,
todavía no estaba dispuesto a revelar quién era el padre. Aunque eso no impidió que Fluke intentara sacárselo.

–¿Ronaldo? –le preguntó Fluke porque los veía muchas veces charlando.

–Por favor... –Plan empezó a reírse entre lágrimas–. ¿Ronaldo?

–Es guapo –Fluke se encogió de hombros–, y sois amigos...

–Hablo con Ronaldo porque se sabe todos los cotilleos.

Fluke esperó que no supiera todos de verdad.

Se quedó un rato y prometió que volvería a visitarlo, pero tuvo que marcharse a trabajar. Estaba aterrado por lo que le esperaba, pero, por otro lado, esperaba volver a ver a Ohm.

Benita lo recibió con una sonrisa cuando, congestionado, llegó a
la reunión preparatoria.

–La boda está en pleno auge –comentó Benita antes de exponer los planes para esa noche–. El señor Thitiwat ha dejado el hotel esta mañana.

Nadie vio que a Fluke se le cayó el alma a los pies. Se levantó sin apartar la mirada del lápiz que tenía apoyado en el cuaderno de notas, pero tenía lágrimas en los ojos mientras Benita seguía
hablando.

–Las doncellas y los mozos han estado muy ocupados todo el día y no han podido hacer la suite presidencial. Fluke, vete empezando, por
favor, y yo iré a ayudarte en cuanto pueda. Luego, puedes ir a ayudar a recoger cuando se hayan marchado los invitados a la boda.

Había tanto trabajo que Benita le dijo que no se quedara para el resto de la reunión. Entonces, con el corazón en un puño, subió en
el mismo ascensor en el que había bajado flotando a la tierra. Cada suite presidencial tenía su propia despensa y su propio cuarto con material de limpieza, por eso no había que tomar un carrito. Entró
directamente y vio que estaba mucho más ordenada que cuando él la dejó. Cruzó la sala y fue al dormitorio principal. Vio un desayuno intacto en un carrito plateado.

Levantó las tapas y vio los
dulces y la shakshuka, pero también había frutas de verano. Sin embargo, lo que lo hizo llorar fue que había una botella de champán
cerrada en un cubo con agua y sabía que la había pedido para él.

Era lo más romántico que le había pasado. Mejor dicho, que no le había pasado.

Pensó que quizá se hubiese precipitado. Todavía podía captar el olor de él y se acordó de ellos dos. Como estaba seguro de que
iban a despedirlo en cualquier caso, se tumbó en la cama donde había dormido Ohm y le pidió al corazón que se serenara. ¡Por favor, que no perdiera su empleo!, imploró. Para eso, tenía que hacer su
trabajo porque Benita podía aparecer en cualquier momento.

Se levantó de la cama, sacó el carrito del desayuno y recogió algunas cosas. Había un periódico arrugado y tirado en el suelo.

Cuando lo alisó, vio una foto de Off di Slade con un rubio de piel muy blanca en el café que había enfrente del hotel. Estuvo seguro de que ese era Gun. Por eso se había marchado Ohm tan pronto.
No se había marchado por él, que solo era una marioneta. Solo había sido una diversión y nada más.

Fregó la bañera donde habían estado sonriendo y charlando. Le dolió acordarse de cuando él se metió en la bañera y de que más tarde lo llevó en brazos hasta la cama que iba a hacer de nuevo en ese momento.

Se tardaba siglos en hacer la suite presidencial. Benita le había dicho que iría a ayudarlo, pero también estaba muy ocupada, como
él, que tenía que cerciorarse de que quedara perfecta... y eso le dolía.

Un buen rato después, Benita llegó con la lista de tareas y
repasaron la suite. Todo tenía que estar brillante, los objetos, las frascas, las copas y los muebles. Todo se comprobaba y se tachaba
de la lista, hasta el último detalle. Se necesitaban dos pares de ojos porque algo podía pasarse por alto involuntariamente. Esa noche se había comprobado hasta el detalle más nimio.

–Preparado para el próximo huésped –Benita sonrió–. Buen trabajo, Fluke, el señor Thitiwat siempre deja un caos a su paso.

–¿De verdad?

–Le gustan las citas y sabe divertirse –Benita esbozó una
sonrisa tensa–. Lo has hecho muy bien –Benita apagó las luces–.Nadie diría que alguien como él ha pasado por aquí.

Eso era lo que él tenía que decirle a su corazón.

03- Deshonra y adoración Donde viven las historias. Descúbrelo ahora