Capítulo Cinco

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Fluke se despertó a media tarde entre los brazos de Ohm.

Había comprobado que era feliz allí. Se quedó analizando las necesidades y los deseos y se dio cuenta de que estaba satisfecho.

Bueno, necesitaba el cuarto de baño, pero, aparte de eso, no quería ni una sola cosa más. No quería levantarse porque no quería despertarlo y porque no quería que la realidad lo alcanzara todavía.
Decidió que ese día iba a ser su día y que pensaba hacer que durara.

Se soltó de sus brazos, recogió el uniforme y la ropa interior y fue al cuarto de baño. Era lujoso, era como un baño romano con paredes de piedra y una bañera profunda de alabastro en el centro.

Las ventanas estaban dispuestas de tal manera que los huéspedes podían disfrutar de la belleza de Roma mientras su intimidad estaba asegurada. Sin embargo, él no estaba allí para eso, no le gustaba
pasar el día indolentemente en una bañera de alabastro. Abrió el grifo y, con una sonrisa maliciosa, tiró la ropa en el lavabo. No solo
para cerciorarse de que el uniforme estaría limpio esa noche, sino para cerciorarse de que no podría marcharse hasta dentro de un buen rato. Entonces, volvió a mirar la bañera, que parecía tentarlo.
En su piso solo había una pequeña ducha y, normalmente, uno de sus
compañeros de piso que esperaba su turno. Sabía que no volvería a tener una oportunidad como esa.

Colgó la ropa de los calentadores de toallas y, en vez de limpiar la bañera, como había hecho muchas veces, la llenó y echó todo lo
que encontró; aceites, sales, espumas... Esos frasquitos preciosos que reponía todos los días fueron a parar al agua humeante antes de que se metiera él mismo. Decidió que eso era darse un
auténtico lujo. Allí tumbado y con el cuerpo saciado por el de Ohm, supo que no volvería a ver esas vistas ni a vivir ese día maravilloso.

Así había hecho él que se sintiera, maravilloso. No tenía
remordimientos por lo que había hecho esa mañana, aunque era posible que llegara a tenerlos. Si hubiese hecho lo que tenía que hacer según el criterio de su familia, la primera vez habría sido
hacía un año y habría sido algo digno de olvidar en vez de recordar.

En ese momento sabía que así era como debería sentirse.

Cerró los ojos para imaginarse mejor a Ohm y así fue como lo encontró él cuando entró, con burbujas hasta el cuello y medio
adormilado.

–¿Por qué está tu ropa colgada por todos lados? –preguntó él–.Parece un campamento de gitanos.

Fluke abrió los ojos y sonrió al verlo impresionante y desnudo, y con el ceño fruncido mientras miraba el uniforme y la ropa interior
mojadas.

–Si quieres saberlo, he lavado la ropa porque sé que eres un
caballero y que no me expulsarías con la ropa mojada.

–Admiro tu ingenio, pero no soy un caballero y, si quisiera que te fueras, te irías con la ropa mojada o seca.

–No.

Fluke no lo creía porque, para él, era perfecto. Le tendió una
mano para que se metiera en la bañera con él, pero vaciló porque, normalmente, no se molestaba con esas intimidades cariñosas. Se
metió en el extremo opuesto, de espaldas a las vistas, pero se dijo a sí mismo que esa agua olorosa y espumosa era una tentación irresistible. Fluke apoyó los pies en su pecho.

Él pensó que, si se metía en una bañera con un chico no era para quedarse reposando y adormilado, pero eso fue exactamente lo que hizo, al
menos, durante un rato. Hasta que él subió y bajó los talones por su pecho. Él no hizo caso.

–¿Qué? –preguntó cuando él volvió a hacer lo mismo.

–Masajéamelos.

Ohm estaba demasiado relajado como para negarse y empezó a pasarle los pulgares por las plantas de los pies entre los gemidos de
placer de Fluke.

03- Deshonra y adoración Donde viven las historias. Descúbrelo ahora