Capítulo Dos

409 54 1
                                    








Era así de natural. La conversación entre ellos era fluida y le gustaba estar con él. Dejó la chaqueta, en una silla, se sirvió un vaso de agua fría y lo dejó en la bandeja con el plato de shakshuka.

Luego, miró alrededor y se preguntó dónde podía ponerse. Miró a la silla donde había dejado la chaqueta, pero también estaba la
chaqueta de él y no quedaba mucho sitio. La chaqueta estaba al revés y podía ver el forro color berenjena, como también podía ver una camisa tirada en el suelo al lado de la silla. Entonces, miró a Ohm, quien estaba moviéndose hacia el centro de la cama
como si quisiera dejarle sitio para que se sentara.

Efectivamente, fue así de natural acercarse y sentarse en el borde de la inmensa cama. No estaban muy cerca, pero tenía sus muslos detrás y se puso la bandeja sobre el regazo.

La tapa había conservado el calor y los huevos estaban sobre una salsa de aspecto sabroso. La probó con cuidado y resultó será más
especiada de lo que había esperado. Dejó de sonreír y tomó el vaso de agua.

–¿Te gusta? –le preguntó Ohm.

Él se dio la vuelta para mirarlo y se fijó un instante en su cicatriz.

Le habría encantado saber cómo se la había hecho, pero volvió a mirarlo a los ojos.

–¿Sabes cuando has querido probar algo durante mucho tiempo y por fin consigues probarlo?

Sus palabras no pretendían ser provocativas y él no las tomó como tal, esperó que arrugara la nariz y dijera que no le gustaba tanto como había esperado, pero sonrió.

–Es mejor que lo que me había esperado.

Entonces, sus palabras sí fueron provocativas, pero solo para él mismo. El placer de estar con él hacía que pensara cosas que no había pensado nunca.

Era increíblemente atractivo y no se le pasaba por alto su
situación. Además, cuando lo miraba, se le cerraba la garganta y podía sentir los latidos del pulso en la nuca. Era inocente de labios para abajo y había cerrado los labios todo lo que había podido cuando había besado a su novio.

Jamás había comido en el dormitorio de nadie ni se había sentado en su cama para charlar con esa naturalidad. Tampoco
había mirado así a los ojos de nadie.

Era mejor que lo que se había esperado.

¿Se sonrojo por el picante del shakshuka o por las primeras
vibraciones de deseo?

Intentó dejar de pensar en eso, dejó de mirarlo y habló
precipitadamente.

–Al parecer, el sultán Mean ha introducido muchas cosas en el menú desde que se hizo con el hotel.

–¿Sultán? –preguntó Ohm.

Mean y él eran amigos. El Grande Lucia era su hotel favorito cuando estaba en Roma y Mean y él solían salir juntos, pero, a pesar de lo mucho que gastaban y el desenfreno, que él supiera, Mean siempre había ocultado su categoría real lo mejor que había podido.

–No nos enteramos de que pertenecía a la realeza hasta hace unos meses –contestó Fluke–. Su familia se hospedó aquí y, naturalmente, los recepcionistas enseguida ataron cabos –Fluke lo
pensó un instante–. Es un buen jefe.

–¿En qué sentido?

Le gustaba oír las cosas que eran importantes para los
empleados y sabía que era una información que no se conseguía mediante un cuestionario. No quería reconocerlo, pero también le
gustaba oír lo que pensaba sin más.

–Llama a todos los empleados por su nombre y es justo y amable –contestó Fluke–. Hubo una comida de Navidad y un regalo para
todos los empleados que trabajaron durante las fiestas.

03- Deshonra y adoración Donde viven las historias. Descúbrelo ahora