Castillón era mucho más impresionante de lo que había imaginado. El chófer del señor Flores nos dio un recorrido por la ciudad, y quedé asombrada con la majestuosidad de los edificios, las plazas, y las calles llenas de vida. Aunque no deseaba pensar en ello, hoy cumplíamos cinco meses de matrimonio. El solo hecho me ponía de mal humor. Para el señor Flores, este tipo de aniversarios eran una excusa para regalarme alguna joya o un ramo de flores, gestos que me resultaban insoportables. Me sentía como si estuviera casada con un adolescente, incapaz de entender que esos detalles no me interesaban.
Lo peor, sin embargo, eran sus cartas. Llenas de anhelos y deseos de pasar una noche conmigo, cada palabra suya me revolvía el estómago. Sabía que ya no tendría más excusas para evitar dormir en la misma cama que él. Estaba atrapada.
Al llegar a la casa, quedé impresionada con su belleza. Era enorme, elegante, de esas construcciones que solo se ven en las postales. El señor Flores, con una sonrisa de satisfacción, me miró y dijo:
—Esta casa también te pertenece, Catherine. Todo lo que ves es tuyo.
Rob, que estaba a nuestro lado, lo miró con los ojos llenos de molestia. Sin dudarlo, le preguntó:
—¿Y qué parte es mía?
El señor Flores soltó una carcajada que retumbó en las paredes.
—Tú serás mi sucesor en los negocios, Rob. Pero Catherine es la dueña de todo. Un hombre como tú no sabría qué hacer con todo esto. Catherine, en cambio, sí lo haría bien.
El comentario hirió a Rob, pero también me dio una oportunidad que no podía dejar pasar.
—Me gustaría encargarme de algunos de esos negocios —dije, intentando sonar segura de mí misma.
El señor Flores me miró con una mezcla de sorpresa y burla.
—¿Tú encargada? ¿Qué te hace creer que puedes hacerlo?
—Tengo capacidad y puedo aprender. Además, necesito algo que me mantenga ocupada —respondí.
Su rostro cambió, y de inmediato se puso serio.
—No tienes que trabajar, Catherine. Ya tienes suficiente con el jardín, la cocina y... complacerme a mí. No necesitas más distracciones.
—Pero me gustaría estudiar algo —dije, tratando de mantener la conversación en pie.
—Puedes estudiar en casa, lo que quieras: costura, ballet, cualquier cosa. Pero la universidad... no lo encuentro necesario.
Sentí como si un cubo de agua fría me cayera encima. Había mencionado la posibilidad de que yo estudiara, y ahora estaba cerrando esa puerta sin más.
—Pero tú dijiste...
—No insistas, Catherine —me interrumpió—. No es necesario. Además, es hora de que compartamos la misma recámara. No tiene sentido dormir separados.
Esas palabras me golpearon con fuerza. Quise protestar, pero sabía que nada de lo que dijera cambiaría su decisión. Me limité a pedirle una sola cosa.
—Dame un poco de tiempo.
El resto del día fue una nebulosa. Castillón, que al principio parecía lleno de posibilidades, ahora se sentía abrumador. Sabía que la verdadera pesadilla empezaría esa noche.
Cuando llegó la hora de dormir, entré en la recámara con una bata gruesa, cubriéndome hasta el cuello. El señor Flores ya estaba en la cama, leyendo un libro sobre plantas, como si esa fuera su única preocupación. Me acosté a su lado, el espacio entre nosotros tan grande como el océano que nos separaba emocionalmente.
Después de un largo y tenso silencio, en el que ninguno de los dos se atrevía a romper la barrera, él se inclinó y me dio un beso en la mejilla.
—Buenas noches, Catherine —dijo, su voz sorprendentemente suave.
Por un instante, pensé que esa sería la noche en la que me obligaría a hacer lo que tanto temía. Pero no lo hizo. Parecía que con el beso en la mejilla era suficiente. Aún así, no pude conciliar el sueño, no por temor a él, sino por sus insoportables ronquidos. Eran como un recordatorio constante de la prisión en la que me encontraba.
Y mientras escuchaba esos ronquidos, pensé en la promesa que me hice a mí misma: tal vez mi vida ya no era mía, pero eso no significaba que mis sueños estuvieran muertos.
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DESEOS QUE MATAN +18
RomantizmObligada a casarse con un hombre que no ama, Catherine lucha por encontrar su lugar en un matrimonio que la asfixia. Pero cuando conoce a Leonardo, un joven que despierta sus más profundos deseos, Catherine se enfrenta a una encrucijada: aceptar su...