CAPITULO 15

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-CAZADORA Y PRESA- 

---UN AÑO DESPUES---

El aire en el infierno era sofocante, y Amaris sentía que el calor la aplastaba cada vez más con cada paso que daba. Junto al resto de los ángeles exorcistas, descendió al inframundo para cumplir una misión de la que hasta hacía poco no sabía nada: la exterminación anual. Este evento, algo de lo que los recién llegados al cielo no hablaban mucho, era un deber del cual no se podía escapar.

Había pasado días entrenando, perfeccionando sus habilidades y preparándose para lo que pensaba sería una simple purga de demonios. Sin embargo, mientras caminaba por las tierras desoladas del infierno, una sensación de vacío se apoderaba de ella. No había gloria en esta misión, no había satisfacción en saber que estaba eliminando seres que, en algún momento, también habían sido humanos.

El grupo avanzaba, iluminados por las espadas brillantes que empuñaban. Los demonios huían, desesperados, y algunos caían bajo la hoja de los ángeles, liberando sus almas condenadas. Pero cada vez que Amaris levantaba su espada, algo dentro de ella se rebelaba. ¿Por qué sentía tanto resentimiento y culpa? No podía explicarlo, pero sabía que no estaba preparada para este tipo de combate.

"Son solo demonios," se repetía a sí misma, intentando calmar la tormenta en su mente. Pero ese pensamiento no lograba tranquilizarla.

Durante su avance, algo cambió. Amaris sintió una presencia a lo lejos. Era como una corriente eléctrica que le recorría la piel, un tirón en su alma. Una demonio astuta corría entre las sombras, moviéndose con una agilidad que superaba a la mayoría. Ninguno de los ángeles parecía notarla, pero Amaris sí. Sin pensarlo dos veces, se lanzó en su persecución.

Corrió entre los escombros del anillo de la Avaricia, el terreno que reconocía de sus sueños, pero que nunca había pisado. Las sombras y la desesperación parecían alargarse mientras seguía a la misteriosa figura. Había algo familiar en ella, pero Amaris no podía identificar qué era. Cada vez que estaba cerca, la demonio lograba escapar, como si conociera el terreno mejor que nadie.

Finalmente, la demonio se detuvo en una colina desolada, una especie de barranco que descendía al vacío. Amaris la alcanzó, con su espada celestial brillando intensamente, lista para terminar con su objetivo.

—¡Detente! —gritó, sin aliento. Pero en lugar de atacar, su cuerpo se congeló. No podía moverse.

La demonio giró lentamente, y entonces, los ojos de Amaris se abrieron con asombro. Eran esos ojos. Los había visto miles de veces antes, en su reflejo, en recuerdos pasados. Eran los ojos de Astra. De su hermana.

—No puede ser... —susurró Amaris, soltando la espada, que cayó al suelo con un ruido sordo. Su mente se llenó de confusión y dolor. ¿Cómo era posible?

Astra, ahora Star Clown, la miraba fijamente. Por un momento, la tristeza y la sorpresa se reflejaron en sus rostros, como si el tiempo se hubiera detenido solo para ellas. Ambas sabían, en el fondo, que este momento llegaría, pero nunca esperaron que fuera tan pronto ni de esta manera.

—Amaris... —dijo Astra, con la voz temblorosa. Parecía casi una plegaria, un susurro perdido en el aire caliente del infierno.

Amaris sintió las lágrimas arder en sus ojos. En un segundo, todas las enseñanzas, el deber celestial y las órdenes se desmoronaron. Lo único que importaba era que estaba frente a su hermana, aquella a la que había perdido hacía tanto tiempo.

Sin dudarlo, ambas corrieron una hacia la otra y se abrazaron con fuerza. Amaris sintió el calor del cuerpo de Astra, el mismo calor que había sentido en vida, pero ahora teñido por las sombras del infierno. Pero no le importaba. Por un momento, ambas se olvidaron de dónde estaban. El infierno, los ángeles, las órdenes... todo desapareció mientras se aferraban una a la otra.

—Te he extrañado tanto... —murmuró Astra, con lágrimas en los ojos.

—Yo también, Astra. No tienes idea —respondió Amaris, con la voz entrecortada.

El abrazo era lo único que las mantenía juntas, como si el tiempo no hubiera pasado. Pero ambas sabían que esto no podía durar. El sonido de los ángeles exorcistas acercándose interrumpió el momento.

—No puedo creer que seas tú... —susurró Amaris, sin poder apartar la mirada de los ojos de su hermana—. ¿Por qué aquí? ¿Por qué ahora?

—Soy lo que soy —dijo Astra con un leve suspiro, casi resignada. Había aceptado su destino como demonio, pero ver a Amaris de nuevo hacía que todo su sufrimiento volviera a la superficie—. Pero me alegra haberte visto... aunque sea en estas circunstancias.

Amaris abrió la boca para decir algo más, pero las palabras no llegaron a salir. Los ángeles exorcistas se acercaban, y sabía que no podía quedarse más tiempo. El deber la llamaba, aunque odiaba tener que cumplirlo.

—Debo irme —dijo Amaris, con un dolor profundo en su voz.

Astra asintió, comprendiendo sin decir nada. Ambas sabían que no era el momento ni el lugar para seguir hablando. Pero la despedida era inevitable.

Justo antes de separarse, Amaris tomó el rostro de Astra entre sus manos y, con lágrimas en los ojos, susurró:

—Volveré. Lo prometo.

Astra sonrió débilmente, sabiendo que ese momento tal vez nunca llegaría, pero necesitaba creerlo. Las hermanas se dieron un último abrazo antes de que Amaris, con el corazón roto, se apartara y volviera con el grupo de exorcistas.

Al mirar atrás, mientras el cielo infernal se cerraba sobre ellas, Amaris no podía dejar de pensar en lo injusto de todo. Había entrenado para ser una exorcista, para eliminar a los demonios... y ahora, una de esas demonios era su propia hermana.

El deber celestial tiraba de ella, pero su corazón estaba dividido. Y mientras el grupo de ángeles ascendía de nuevo al cielo, Amaris solo podía pensar en el abrazo que le había dado a Astra, y en la promesa que aún ardía en su corazón.

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Onestar cambio y fuera

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🍓✨Star Clown✨🍓 -Life is a circus, enjoy the show-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora