Lucas recogió sus cosas de mal humor, apilando sus pequeños cuadernos de trabajo que tenía repartidos por la mesa en la Biblioteca de Ciencias de la Universidad Autónoma. Estaba en medio de su máster en Física Teórica y Cosmología, y la materia oscura era su tema favorito. Había pasado toda la tarde intentando resolver complejas ecuaciones, pero un grupo de chicas de primer curso se había sentado a su lado, cuchicheando sobre sus travesuras del fin de semana, y no le dejaban concentrarse.
De manera inconsciente, sus pasos lo llevaron a la salida de la sala de Química, un camino menos transitado que reflejaba su personalidad solitaria. Carlota había comprendido esta faceta de él, tal vez porque también era un poco así, pero Gwen no respetaba su espacio; era demasiado entusiasta. Lucas aún no tenía claro qué había pasado entre ellos. Su relación con Carlota había sido intensa; eran muy diferentes y chocaban a menudo, pero esa diferencia había generado una atracción magnética.
Al principio, la relación había sido divertida, ampliando sus horizontes hacia el mundo de la moda y el diseño que tanto apasionaba a Carlota. Lucas se había enamorado de ella, pero pronto se dio cuenta de que sus diferencias hacían insostenible esa relación. Además, Carlota no mostraba el interés que él necesitaba. Mientras ella se mantenía independiente, Lucas conoció a la entregada Gwen y, en un momento de pasión y venganza, traicionó a Carlota. Sin embargo, al día siguiente, se sintió culpable y no se atrevió a confesarle su error. Aun así, estaba seguro de que, de alguna manera, Carlota lo sabía.
Al salir de la biblioteca, regresó a la estación de Renfe. Atravesó parcelas de césped donde jóvenes despreocupados, músicos y activistas ocupaban el espacio. Al llegar a las puertas de cristal que daban acceso a la estación, miró el cartel que anunciaba que el tren llegaría en ocho minutos. Mientras pensaba en cómo sus poderes habían consolidado su relación con Gwen, también se dio cuenta de que ese secreto compartido los había hecho más fuertes.
Lucas se acercó a uno de los tornos, consciente de que su billete, una ilusión, no funcionaría. Simuló que el billete estaba estropeado y le mostró a un guardia un abono que había hecho aparecer de la nada. El guardia, sin razones para sospechar, lo dejó pasar.
Subió las escaleras junto a una máquina de refrescos vieja, cuya cima estaba cubierta de pelusas. Atravesó la pasarela hacia el andén, recordando que había quedado con Gwen en el kilómetro cero en Sol. Planeaban disfrutar de una romántica velada de viernes, paseando por el bullicio del centro de Madrid, seguido de una cena en uno de los muchos bares de la zona.
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Signos - Saga del Zodiaco I
FantasyEn un Madrid lleno de misterio, el dolor de una ruptura amorosa despierta en Carlota un don extraordinario: la empatía. Cuando conoce a Adrián, un joven enigmático con el poder de ver el futuro, su vida da un giro inesperado. Juntos, se embarcan en...