En un Madrid lleno de misterio, el dolor de una ruptura amorosa despierta en Carlota un don extraordinario: la empatía. Cuando conoce a Adrián, un joven enigmático con el poder de ver el futuro, su vida da un giro inesperado. Juntos, se embarcan en...
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Adrián devoró el último sándwich de la bandeja con una sonrisa.
—¡Está increíble! ¿De verdad no quieres probar? —preguntó, con las migas aún en los labios.
— ¿De verdad nunca habías venido a un Rodilla? —le contestó Carlota, envolviendo la taza de café con las manos.
Adrián negó con la cabeza, encogiéndose de hombros.
—Para mí es como una tradición —continuó ella, con una sonrisa nostálgica—. De pequeña, mi madre nos traía aquí todos los viernes, después del cole.
—¿Nos? —repitió él, interesado.
—A las hermanas y a mí —aclaró ella.
El gesto de Carlota cambió de inmediato. La incomodidad se reflejó en su mirada.
—No tienes que hablar de eso si no quieres —dijo Adrián, suavemente—. Pero sabes que tarde o temprano tendrás que enfrentarte a todo esto, ¿verdad?
Carlota asintió en silencio.
—¿Qué pasó con Taylor? —preguntó él, su voz en un tono bajo—. Me dijiste que era tu mejor amiga.
Carlota echó un sobre de azúcar a su café y revolvió lentamente, mirando el líquido oscuro. El silencio se prolongó mientras bebía un sorbo, notando cómo la taza caliente le quemaba los labios. Cuando alzó la vista, se dio cuenta de que Adrián no apartaba la mirada, esperando su respuesta. Tomó aire antes de hablar.
—No lo sé —dijo, dejando la taza en la bandeja verde con más firmeza de la que pretendía—. Empezamos a distanciarnos cuando yo empecé con Lucas. Ya sabes, los primeros meses de una relación... A lo mejor la dejé un poco de lado.
Carlota bajó la mirada y siguió revolviendo el café, buscando las palabras.
—Al principio fue algo natural, ¿sabes? —continuó, con una media sonrisa—. Yo estaba con Lucas y ella comenzó a salir con otras personas. Pero después... todo se descontroló. Cuando intentaba verla o hablar con ella, siempre estaba de fiesta o... borracha. Al final me cansé de intentarlo y... dejamos de hablarnos.
Volvió a darle vueltas al café y probó de nuevo a darle un sorbo.
—A veces me pregunto si... si hubiéramos seguido siendo amigas, le habría contado sobre mi poder. Quizás ella también me habría contado el suyo... y no habríamos estado tan solas en esto.
Adrián se acercó más, su voz firme y sincera:
—No fue tu culpa, ¿sabes?.
—¿El qué?
—Que Taylor acabara así. O que tú te enamoraras de Lucas. Es normal, no te machaques por eso.
—Gracias, Adrián —murmuró Carlota, su mirada fija en la taza—. Aunque no estoy segura de si alguna vez estuve realmente enamorada de él.
