A las nueve y media, cuando las últimas tiendas echaban el cierre, Álex salió del trabajo intentando disimular la sonrisa que se le dibujaba en la cara. Había tenido un día genial. Unas palabras aquí, otras allá, y había conseguido que su jefe le dejase investigar oficialmente el artículo que quería.
Sabía bien cómo lo había logrado. Álex tenía un poder especial: podía manipular a la gente con sus palabras.
Se dio cuenta de su don por casualidad. Al principio, cuando la gente empezaba a confesarle sus secretos más oscuros con tanta facilidad, pensó que simplemente era un tipo con mucha labia. Un Don Juan, un ladrón de verdades ajenas. Eso le permitió destapar los trapos sucios de la gente, sobre todo de las élites. Se había hecho famoso escribiendo artículos sobre amores prohibidos, escándalos sociales y ruinas económicas.
Su carrera había despegado, y todo parecía ir de maravilla. Los grandes periódicos se lo disputaban: El Mundo, El País, ABC. Con el tiempo, empezó a cubrir historias más interesantes para él: la policía había notado su tremenda habilidad para investigar, y lo llamaban para los casos más difíciles. Así se convirtió en un periodista de renombre, trabajando codo a codo con la policía y escribiendo sobre los casos más complicados.
Pero una noche, cenando con sus tres mejores amigos, descubrió la verdad. O quizá, la fantasía detrás de la realidad.
Jon, su amigo de toda la vida, era el verdadero Don Juan. Con sus pómulos marcados, barba de tres días, ese tupé moderno y unos ojos verdes felinos, siempre tenía una chica diferente. Soltero por elección, orgulloso y siempre presente cuando lo necesitabas. No solía hablar mucho de sus conquistas, pero esa noche estaba de buen humor y decidió bromear sobre sus técnicas de ligue. Adam y Esmeralda, la pareja perfecta, le seguían el juego, diciendo que ellos también habían tenido su época de ligar mucho cuando estaban solteros.
Álex, que siempre había sido el eterno compañero del chico guapo, nunca había sido tan bueno en esas cosas, así que, con una sonrisa, les dijo:
—Oh, venga, vamos, decidme cuáles son vuestros superpoderes.
Las respuestas que obtuvo lo dejaron sin palabras. Y no solo a él, todos quedaron sorprendidos por lo que estaban diciendo.
Jon fue el primero en hablar, ya que Álex había fijado su mirada en él al hacer la pregunta.
—La inteligencia. Desde hace tiempo puedo entender todo sin esfuerzo, sin pensar. Puedo calcular el tiempo exacto que voy a tardar en llegar a un sitio, considerando todas las variables. Y puedo comprender las teorías más complejas sin apenas estudiarlas.
—Yo soy inmune al fuego —dijo Adam, con tranquilidad.
—Y yo puedo sanar a la gente —añadió Esmeralda, sonriendo.
El silencio que se instaló después fue de esos que casi se pueden tocar, como si fueran una cosa física. Se extendió de uno a otro, serpenteando por la mesa, adueñándose del salón del piso compartido por los tres amigos.
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Signos - Saga del Zodiaco I
FantasyEn un Madrid lleno de misterio, el dolor de una ruptura amorosa despierta en Carlota un don extraordinario: la empatía. Cuando conoce a Adrián, un joven enigmático con el poder de ver el futuro, su vida da un giro inesperado. Juntos, se embarcan en...