15 - El monstruo de los ojos verdes

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Taylor bailaba con los brazos en alto, moviendo las caderas al ritmo de una canción oscura que ni siquiera conocía

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Taylor bailaba con los brazos en alto, moviendo las caderas al ritmo de una canción oscura que ni siquiera conocía. No le gustaba, pero le daba igual. Estaba perdida entre el gentío, tambaleándose sin darse cuenta. El sonido de la banda, liderada por un chico de cabellos rojos, apenas le llegaba. Tampoco notaba las miradas preocupadas de las personas que la rodeaban, conscientes de su precario equilibrio. Taylor no veía nada de eso. Solo seguía bailando mientras sorbía el ron con Red Bull que no terminaba de gustarle, pero era lo único que tenía a mano.

Había robado la copa de Matías, el mismo Matías que tanto había insistido en ver el concierto y que ahora estaba acurrucado en un rincón con una de las chicas que habían coqueteado con él toda la noche. Taylor los había visto y, sin pensarlo, les lanzó su vodka con limón a la cara. La expresión de sorpresa de Matías y su nueva conquista fue lo único que le arrancó una sonrisa en toda la noche. Movida por la mezcla de rabia y alcohol, le arrebató la copa a Matías y se alejó, sin rumbo, deambulando por la discoteca.

La noche aún era joven, y ella no quería sentir. No quería pensar. Estaba en medio de una jauría de lobos, todos mirándola con ojos expectantes, esperando su próximo movimiento. Pero ninguno le interesaba de verdad. Bailaba sola, mirando a los demás de reojo. Ese chico vestido de vampiro le había sonreído, el otro, con su camisa de cuadros, se movía al ritmo de la música. Pero ninguno la convencía.

Se detuvo un momento y decidió ir al baño. El lugar estaba lleno de chicas borrachas retocándose el carmín. Taylor intentó mantener el equilibrio en el cubículo, evitando rozarse con la tapa del váter sucia y maloliente. Allí, en ese pequeño espacio, se dio cuenta de lo borracha que estaba. Cerró los ojos, y de repente, un golpe seco la despertó. 

Dolor en la cabeza. Mareo. 

Cuando volvió a abrir los ojos, estaba en el suelo, frente al váter, aún haciendo pis. Se levantó como pudo, avergonzada, y fue a lavarse las manos. Observó su rostro en el espejo: ojos ahumados, labios rojos. Su reflejo le devolvió una mirada que casi no reconocía.

"¿Quién soy ahora?", pensó por un segundo antes de salir tambaleándose.

Cuando volvió a la pista, vio a Matías otra vez. Su novio. O lo que fuera. Estaba en el centro de la pista, riendo con esa chica. La rabia ardía dentro de ella, pero no iba a dejarse vencer. Seguía bailando sola, perdiendo de nuevo a sus amigos. No importaba. Sabía cuidarse sola. A fin de cuentas, siempre lo hacía. Con desdén, se terminó su copa y decidió pedir otra. Esta vez, bebería hasta olvidar. Quería perderse entre las sombras de la noche, olvidarse de todo: de Matías, de esa chica, de sus propios errores.

Y entonces lo vio. Entre la multitud, un chico la miraba. Su sonrisa era misteriosa, casi desafiante, y sus ojos verdes parecían atravesarla. Había algo en él, algo salvaje, algo que le recordaba al peligro. La barba incipiente y el pelo castaño en tupé le daban un toque rudo. Su disfraz de preso, con un cartel que decía "Monster", le arrancó una sonrisa. Era perfecto. El monstruo de los ojos verdes. Justo lo que necesitaba.

Signos - Saga del Zodiaco IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora