Narrado por AuroraEl silencio en el interior del auto era espeso, cargado de una tensión eléctrica que casi podía respirarse.
Estaba en el asiento del conductor, aunque el motor estaba apagado, y Abigail en el del acompañante, mirándome de un modo que me desarmaba.Sin decir una palabra, reclinó mi asiento hacia atrás. Se inclinó sobre mí con una suavidad que me puso la piel de gallina.
Su cuerpo quedó apenas rozando el mío.
Sentí su aliento cálido en mi oreja cuando susurró:—Por favor... no me permitas seguir si estás buscando algo más que sexo... porque eso... es algo que no puedo darte.
Una de sus manos se deslizó hasta mi cintura, firme pero lenta, mientras la otra acariciaba mi cabello con una ternura que contrastaba con la crudeza de sus palabras.
Mi cuerpo ya temblaba de anticipación.
Sin pensarlo, llevé su mano hacia mi entrepierna, guiándola.
Cuando sus dedos rozaron el calor húmedo que ya empapaba mi ropa interior, vi cómo su rostro se transformaba: sorpresa, deseo, hambre.—¿Ves cómo me tienes? —susurré, ronca, apenas audible—. Estoy así... sólo por ti.
La chispa en sus ojos se encendió aún más.
—Pásate atrás —ordenó con voz baja, rasposa—. Abre las piernas para mí.Obedecí sin pensar, moviéndome torpemente en la estrechez del auto.
Me tumbé en el asiento trasero, con el corazón latiéndome en la garganta, las piernas abiertas y temblorosas.Abigail me siguió, gateando lentamente, predadora.
Puso sus manos en mis muslos y, deslizando el vestido hacia arriba, expuso mi cuerpo.
Su expresión se endureció de deseo al darse cuenta de que no llevaba sujetador.
Cuando el vestido llegó a mis muñecas, sonrió maliciosamente.
Se aseguró de que no hubiera nadie alrededor, luego abrió la puerta apenas unos centímetros, tiró un trozo de tela afuera y la cerró, atrapando la tela y atándome las manos en alto.
No podía moverme.Quedé completamente a su merced.
Se tomó su tiempo.
Sus labios comenzaron a recorrer mi piel desnuda: cuello, hombros, clavículas.
Cada beso era un incendio controlado, cada caricia me arrancaba un gemido ahogado.Cuando llegó a mi entrepierna, respiró sobre ella, su aliento caliente provocándome espasmos de placer.
Con una maestría devastadora, me quitó la ropa interior con los dientes, arrastrando la tela lenta, sensualmente, sin apartar su mirada de la mía.Luego, sus dedos, ligeros como plumas, comenzaron a acariciar mi entrada, mi clítoris, con movimientos circulares, apenas rozándome, provocándome.
La necesidad me consumía, empezaba a mover mis caderas, buscando más.Abigail sonrió contra mi piel.
—¿Ves lo que es desesperarse por querer más? —se burló dulcemente.Y luego, con una lentitud exasperante, deslizó dos dedos dentro de mí.
Grité ahogado, mi cuerpo arqueándose contra el asiento.Empezó un ritmo lento, profundo, mientras con su otra mano me sujetaba del cuello, ejerciendo una ligera presión que me hizo ver estrellas.
—¡Aaah sí, Abi, sí, así! —jadeaba, perdida en un océano de placer.
Su boca subió hasta la mía, y me besó con una ferocidad que me robó el aire.
Su lengua invadió mi boca, reclamándome. Mordió mi labio inferior, tirando de él antes de soltarlo, mientras sus dedos seguían su danza implacable dentro de mí.Me retorcía bajo ella, gimiendo, rogando, totalmente suya.
—No sabes cuántas veces te imaginé así —murmuró contra mis labios—. Pero esto... esto es mucho más de lo que soñé.

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Se cómo eres
Romanceesta historia trata de un profesora buena y amable con todos conocida como una de las profesoras más queridas de la universidad y de una chica nueva en esa universidad es una modelo famosa y reconocida por su belleza y carisma pero tambien por su fo...