Negociando Favores

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Emilia cruzó los brazos, observando a Aron con una mezcla de incredulidad y molestia

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Emilia cruzó los brazos, observando a Aron con una mezcla de incredulidad y molestia.

—Si vamos a hacer esto —dijo con voz firme—, quiero un contrato. No voy a involucrarme en algo tan ridículo sin asegurarme de que todo esté por escrito.

Aron, que hasta el momento había estado relajado, soltó una carcajada.

—¿Un contrato? ¿Y quién va a redactarlo? ¿Tu abogado? —bromeó, esbozando una sonrisa burlona.

Emilia apretó los puños, sintiendo cómo la rabia comenzaba a subir.

—No tengo abogado —replicó ella, claramente molesta—. Pero si tuviera, te aseguro que no te saldrías con la tuya.

—¿Salir con la mía? —respondió Aron, fingiendo estar ofendido—. ¡Pero si solo quiero ayudarte! Te pagaría bien por cada hora que pases fingiendo ser mi novia. Hasta podrías ponerlo en tu currículum: 'Experiencia laboral: Novia falsa de un famoso piloto de carreras'.

Emilia lo fulminó con la mirada.

—Ah, claro. Porque seguro me explotás laboralmente. Horas extras, fingiendo sonrisas y diciendo que sos una buena persona, ¿no?

—¡Exactamente! —respondió Aron, aún manteniendo el tono burlón—. Pero no te preocupes, te doy descansos para tomar café.

Emilia bufó de frustración, sin poder creer que estuviera en medio de esa absurda discusión.

—Esto es ridículo. No voy a hacerlo.

Sin más, se dio la vuelta y salió de la sala de reuniones, sin siquiera mirar atrás.

Diego, su hermano, la observó marcharse y luego se volvió hacia Aron y su mánager, claramente nervioso.

—La convenceré —dijo, intentando mantener la calma.

El mánager se encogió de hombros, despreocupado.

—Hacelo. Pero por las dudas, organizaremos un casting. La temporada está cerca y necesitamos a alguien ya.

Diego asintió, sabiendo que tenía trabajo por delante. Luego, él, su novia y Emilia se fueron a almorzar juntos, pero la comida estuvo llena de tensión. Diego intentó una y otra vez convencer a Emilia de que aceptara la propuesta, pero ella seguía firme en su negativa.

—No es tan malo, Emi. Solo es fingir por unos meses. Después, todo volverá a la normalidad, y podrías ganar un buen dinero por muy poco esfuerzo —insistió Diego, mientras cortaba su comida.

—No me interesa el dinero ni la fama —respondió ella, sin levantar la mirada de su plato—. Además, no quiero ser parte de las ridiculeces de Aron. Ya bastante tuve con ese imbécil en la secundaria.

Pasaron varios días sin que Emilia escuchara nada más sobre el asunto. Pensó que su hermano había entendido su punto y que todo había quedado en el olvido. Sin embargo, un día, al salir de la universidad, su hermano apareció inesperadamente en su auto.

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