Latidos en Conflicto

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Desayunamos rápido

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Desayunamos rápido. Bueno, rápido para Chiara, porque para mí fue una eternidad escucharla planear todo el día con una emoción que parecía infinita. Apenas terminé mi café, ya estaba arrastrándome fuera de la cocina, lista para llevarme al "día de chicas."

-Vamos al spa primero -anunció Chiara mientras agarraba su bolso.

-¿Al spa? -repetí, intentando no sonar demasiado horrorizada. -¿Y después qué? ¿Un concurso de belleza?

-Te va a gustar, princesa. Te va a hacer bien relajarte -interrumpió Aron, que todavía estaba en la mesa, mirándome con esa sonrisa burlona que me daban ganas de borrarle de un sopapo. -¿O es que le tenés miedo a que te masajeen?

-No te preocupes, me relajo perfecto cuando vos no estás hablando, genio -le disparé, y me di vuelta para seguir a Chiara.

La entrada al lugar ya me hizo sentir fuera de lugar. Todo era blanco, brillante y lleno de gente que susurraba como si estuviéramos en una iglesia. Chiara habló con la recepcionista en italiano, con esa facilidad que me hacía sentir aún más extranjera de lo que ya me sentía. Yo, mientras tanto, intenté sonreír y asentir como si entendiera algo.

Cuando nos llevaron a la sala de masajes, sentí cómo se me erizaba la piel. ¿De verdad iba a dejar que alguien me toqueteara la espalda? Intenté mantener la calma, pero cuando una señora con una sonrisa demasiado entusiasta me señaló la camilla, tuve que respirar hondo.

-¿Es normal que me sienta como si me estuvieran preparando para una autopsia? -le susurré a Chiara, que soltó una carcajada mientras se acomodaba en su propia camilla.

-Relajate, Emi. Es solo un masaje. Te va a gustar.

No me gustó. Cada vez que la masajista presionaba un poco más fuerte, sentía cómo mi incomodidad crecía. Intenté no pensar en ello, pero el murmullo constante de las empleadas hablando en italiano me hacía sentir como si estuvieran criticándome sin que yo me diera cuenta.

Cuando finalmente terminó, me levanté de la camilla más tensa de lo que había llegado.

Luego fuimos a la peluquería

-Solo un retoque -le expliqué a Chiara mientras ella hablaba con la estilista en italiano. -Nada raro, ¿eh?
-Nada raro -me aseguró, aunque su sonrisa me hacía dudar.

El salón estaba lleno de mujeres que hablaban animadamente, todas en italiano, por supuesto. Sentada frente al espejo, observé cómo la estilista preparaba todo mientras me hablaba con entusiasmo. No entendí ni una palabra, pero intenté sonreír como si supiera exactamente qué me decía.

-Dice que tenés un color hermoso y que el rubio te queda muy bien -tradujo Chiara.
-Decile que gracias -respondí, aunque lo único que quería era que terminaran rápido.

Mientras me retocaban el color, traté de no mirar demasiado alrededor. La sensación de que todos me observaban me incomodaba, y peor aún cuando la estilista comenzó a hablar de nuevo.

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