Choque de Realidades

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El calor del casco todavía estaba en mi cabeza cuando me quité los guantes y los lancé contra el asiento del auto con toda la fuerza que me quedaba

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El calor del casco todavía estaba en mi cabeza cuando me quité los guantes y los lancé contra el asiento del auto con toda la fuerza que me quedaba. El box era un hervidero de mecánicos y técnicos tratando de analizar los datos, pero lo único que yo sentía era una mezcla de frustración y rabia que me recorría de pies a cabeza. P18. Décimo octavo, lugar de mierda.

Respiré hondo, intentando calmarme, pero el sonido del equipo hablando de "ajustes para la próxima carrera" y "datos prometedores para el domingo" me parecía un insulto. ¿Prometedor? ¡Por favor! No importa cuánto intentes maquillar un desastre; sigue siendo un desastre.

—Buen trabajo, Aron. Al menos terminaste la sesión. —Luca apareció como un espectro detrás de mí. 

No le vi la cara, pero podía escuchar esa maldita sonrisa que nunca se quitaba. Desde que éramos chicos sabía cómo tocarme los nervios, y hoy no era la excepción.

—P10 no está tan mal, considerando las condiciones, ¿no creés? —agregó, asegurándose de que todos lo escucharan. 

—Luca, si viniste a presumir, ahorrate el esfuerzo —respondí mientras me quitaba el collarín y lo dejaba sobre la mesa más cercana. **No tenía ganas de pelear, pero tampoco iba a quedarme callado.** 

—No es presumir, hermanito. Solo pensé que te gustaría saber cómo se ve un puesto decente. —Su tono era despreocupado, casi como si estuviera de broma, pero ambos sabíamos que no lo estaba. 

Lo ignoré y salí del box antes de que alguien más pudiera decir algo. El aire del paddock estaba cargado de expectación, pero para mí era como una prisión.

Las entrevistas fueron un suplicio. 

—Aron, ¿qué pasó en la clasificación? —preguntó un periodista, metiéndome el micrófono en la cara. 

—El auto no estaba en su mejor forma, pero vamos a trabajar para mejorar. —Mi respuesta fue breve, seca. Sabía que sonaba antipático, pero no me importaba. 

Otro periodista insistió: 
—¿Qué opinás del rendimiento de Luca hoy? Ha sido su mejor clasificación de la temporada. 

Mi mandíbula se tensó. Apreté los labios, conté hasta tres mentalmente, y respondí con una neutralidad forzada: 
—Hizo un buen trabajo. 

Pero por dentro, lo único que quería era desaparecer. Cada palabra, cada pregunta, cada cámara apuntándome era un recordatorio constante de mi fracaso.

Cuando finalmente logré salir del circuito, mi paciencia estaba al límite. Los fanáticos esperaban en la entrada, agitando banderas y pidiendo autógrafos. Por primera vez, no me sentí capaz de lidiar con ellos. 

—Aron, por favor, una foto. —Una chica de unos quince años me miró con los ojos brillantes. 

Suspiré, agotado, pero no podía ignorarla completamente. Me acerqué, firmé el póster que tenía en las manos y esbocé una sonrisa que me salió más como una mueca. 

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