A
l llegar al hotel, Aron y yo nos fuimos a nuestras respectivas habitaciones sin decir una palabra más. Cerré la puerta y suspiré, dejándome caer sobre la cama. Me cambié rápidamente y me puse el piyama más cómodo que tenía. Me quedé mirando el techo unos segundos, pero no tardé mucho en sacar los apuntes que Lucía me había pasado de Lingüística. Las hojas empezaron a amontonarse sobre la cama mientras copiaba y repasaba como si intentara distraerme de todo lo que estaba ocurriendo en este viaje.
Pasaron las horas sin que me diera cuenta. Ya era de noche, alrededor de las nueve y media, cuando mis ojos empezaron a cansarse y mi estómago gruñó exigiendo algo de comida. Decidí pedir servicio a la habitación. Mientras esperaba, me levanté para ir al baño un momento. Para cuando volví, noté que la comida no estaba en la puerta, así que me asomé al pasillo.
Justo en ese momento, la puerta frente a la mía se abrió al mismo tiempo. Aron salió vestido impecablemente, con un look casual pero claramente bien pensado. Me quedé parada en la entrada, observando su atuendo.
—¡Qué elegancia la de Francia! —le solté en tono de broma, dándole un vistazo de arriba abajo.
Aron me miró de reojo, sonriendo de manera burlona.
—Diría lo mismo, pero parece que te escapaste de un refugio de vagabundos —respondió mientras se acercaba, notando mi piyama desarreglado y el pelo recogido sin ningún esfuerzo.
Hice una mueca y, en ese momento, ambos notamos la bandeja con comida en el pasillo, justo al lado de mi puerta.
—¿Servicio a la habitación? —me preguntó, mirando la bandeja y luego a mí con una ceja levantada.
Le respondí con un gesto obvio de "¿qué más esperabas?"
—¿Y cómo lo pediste si no sabes hablar inglés? —dijo con tono burlón, cruzando los brazos.
Me encogí de hombros con naturalidad.
—Por si no lo sabías, existe algo llamado Google Traductor —le respondí, devolviéndole su actitud desafiante.
Aron soltó una risa suave, negando con la cabeza.
—¿Y a dónde vas vestido así?—pregunté, ahora con más curiosidad. El atuendo definitivamente no era para quedarse en el hotel.
—Qué te importa—respondió con sarcasmo, pero había un brillo en sus ojos que indicaba que estaba disfrutando de la pequeña provocación.
Le devolví la mirada, imitándolo con un tono igual de sarcástico.
— Quie ti impita—me burlé, haciéndole una mueca infantil.
Aron rodó los ojos con exasperación fingida, pero se quedó allí, frente a mí.
—Y vos, ¿a dónde vas vestida así?—me lanzó, señalando mi piyama y el pelo desarreglado.
—¿Qué te importa?—respondí, imitándolo de nuevo.
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Faking Love
Teen FictionLa historia sigue a Aron Müeller, un talentoso piloto de Fórmula 1 cuya reputación como mujeriego ha comenzado a afectar su carrera. Para revertir esta imagen negativa y recuperar el apoyo de sus patrocinadores, su equipo de marketing idea una estra...